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jueves, 18 de abril de 2024
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La gira mágica y misteriosa de Demián González

Recorre el interior en bicicleta, y por caminos alternativos.

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Demián Rafael González (44 años) es un sonidista top, pero cuando no está perillando la consola para los mejores prefiere los sonidos de la naturaleza y el latir de la vida de los pueblos sin la intervención de la tecnología que es su pan de cada día (o cada noche), por eso trepa a su bici, libera su mente, dispone todo su ser a la aventura y se lanza al camino en plan cicloturismo, solo pero impregnándose de mundo.

Viaja por caminos de tierra vecinales, nunca por rutas, y siempre escoge las vías secundarias de ingreso a los pueblos, con la convicción de que desde los márgenes se entiende mejor el núcleo. Así, lateralmente, penetra en comunidades como la nuestra, adentrándose en las localidades, parajes, escuelas rurales, clubes sociales y los establecimientos típicos de las ciudades del interior argentino, donde se despliegan esas historias mínimas que, si se atiende que conforman la esencia de cada sociedad quizá por encima de los grandes relatos que siempre son la excepción y jamás la regla, son grandiosas aún en su anonimato.

Realiza tres viajes por año, aprox. Cuando su trabajo en CABA le da un respiro, se toma cinco días y recorre hasta cuatrocientos kilómetros, dependiendo de diversas variables, mayormente climáticas y relativas al estado de los caminos, no siempre óptimo ni previsible. 

Se desplaza en una bicicleta Brompton plegable rodado 16. Quizá no sea el tipo de unidad más ‘ágil’ o la que elegiría un deportista nato, pero le da un tono más ‘casual’ al encuentro y así favorece la charla con la gente del lugar, el dínamo que mueve su pasión  a la vez que el ‘factor humano’ que hace la diferencia en cada periplo, como señaló Demián días atrás desde su hogar en CABA. Por día anda unos ochenta kilómetros.

En su última aventura, hace unas tres semanas, cubrió el trayecto Olavarría-Blanca Grande-Paula-laguna San Luis-Bolívar. A propósito, en su intercambio con pobladores advirtió algo que le sonó peculiar: “En cada pueblo, la gente está desarrollando microemprendimientos de turismo regional, algo que se daba pero mucho más tras la pandemia”, señaló Demián. “Me encontré con gente que está haciendo hospedaje con permacultura (construcciones en barro), alquiler de kayak o de bicicletas; hallé personas que están arreglando la estación de tren para recibir visitantes, o levantando chacras experimentales para recepcionar turismo específico”, enumeró.

Corredores turísticos regionales, porque la unión hace la fuerza

Ya en la ciudad cabecera de nuestro partido, pudo anoticiarse de “algo más evolucionado e institucional”, a través del apoyo municipal “a la Pulpería Mira Mar y el microturismo en la ciudad, con eje en una laguna muy linda”.

A partir de su bagaje de experiencias, el viajero considera vital establecer “corredores turísticos” que hilvanen todas esas estaciones y faciliten y motiven el derrotero del visitante. De tal modo, habría casi una alternativa para cada preferencia o necesidad, ya sea que el huésped elija andar a caballo, entonces se lo podría invitar a la laguna Cabeza del Buey a vivienciar un atardecer, o a explotar el sendero Bolívar-Blanca Grande si su entusiasmo pasa por correr.

En el marco de este trayecto, González fue recibido por el director municipal de Turismo, Emilio Leonetti, y a instancias de una invitación de autoridades municipales hizo noche en el Complejo República de Venezuela. “Además se interesó (Leonetti) por lo que yo hago, y me contó del trabajo con la Pulpería Mira Mar” y de otras alternativas desarrolladas por el área a su cargo, al tiempo que el viajero planteó sus inquietudes en punto con el diseño de un corredor turístico que supere las fronteras locales, contó durante esta charla telefónica. “Le pasé algunos teléfonos”, como para avanzar en una planificación de alcance regional, puntualizó.

El cicloturismo es su hobby, su cable a tierra. “Cuando puedo, agarro mi bici plegable, me subo a un micro” y, una vez en puerto, se zambulle en una nueva aventura, que es distinta cada vez allende algunos denominadores comunes, graficó. A la par, González quiso dejar bien en claro que su profesión, sonidista, también le gusta “mucho”. Hoy es un número uno en su metier, ya que trabaja para figuras de la talla de los cantantes Ariel Ardit y Lidia Borda y el guitarrista Esteban Morgado, y dentro del plantel del Gobierno de la Ciudad se encarga del sonido del programa Bares Notables, un paseo por reductos históricos regados con la mejor música porteña. “Soy un sonidista reconocido”, afirmó con orgullo el también viajero (o al revés, viajero y también sonidista, aunque mejor a la par).

Marcha solo, así se vincula más fácilmente con la gente, de un modo más directo o puro que si lo hiciera en grupo, diferenció.

“Hacer turismo así me parece más enriquecedor que ir a la playa”

¿Te gustó Bolívar?

-Me pareció espectacular. Los lugares tienen cosas lindas, todos, pero lo que más me inquieta y me gusta es la gente, la historia de cada ser viviente, porque al lugar lo hace uno, la gente. Entrando a Bolívar vi a un matrimonio en una camioneta, jubilados y sin problemas económicos, cuidando las vaquitas. Tienen 80 años y ahí estaban, al costado del camino, en su 4×4. Leían, permanecían ahí. Me quedé charlando con ellos. En cada sitio descubrís historias. En la estación de tren de Blanca Grande, el hombre que vive allí levantó las vías, que se llevó el último tren. El tipo vio cómo se iba el último tren, pero además le tuvo que cargar las vías, para que esa unidad no volviera nunca jamás. Hacer turismo así a mí me parece que es mucho más enriquecedor que irse a tomar sol a la playa. Y en Bolívar me han tratado de un modo espectacular, cada persona que me crucé en el camino. Cuando te ven en una bicicleta, yendo solo a la velocidad de una mariposa, te notan más vulnerable o raro. Eso hace que la gente se acerque a uno y le pregunte, y vos podés mamar también la historia de esa persona. De esa manera te llevás mucho más de lo que dejás, creo yo.

Hay mucha vida fuera de las redes sociales, como siempre fue, en las historias mínimas de tanta gente que encontrás en el camino…

-Yo creo que son herramientas muy útiles y hay que saber usarlas, como todo en la vida: en la justa medida todo es bueno, pero si no, es malo. Cuando uno sale al sol, como decía la canción, Salgan al sol, encuentra personas, parajes, situaciones, que son mejores que lo que ves en las redes sociales. Eso busco (se emociona, se quiebra), ir recorriendo, encontrando, conociendo. Es hermoso, conocer los lugares, que la gente te permita acercarte a ellos, a su historia, es invalorable. Siempre quiero agradecer, y como tengo la suerte de trabajar, en cada lugar trato de devolver lo que me dan, de la manera que sea: con comida, con plata o con acciones. Yo no me tengo que aprovechar de la generosidad de la gente, sino agradecerla y devolverla con creces.

¿No documentás estos recorridos? Estoy viendo un libro.

-Hay muchos cicloturistas que hacen el libro, pero yo trato de no sacar muchas fotos ni filmar. Si siento que estoy enfocado en sacar fotos, en registrar historias para armar un libro…

El viaje perdería cierta frescura, ya que estarías trabajando, produciendo para.

-Capaz que me pierdo eso, y no quiero transar. Pasaría a ser otra cosa, y cuando uno vive lo que vivo y descubre lo que descubro, ni loco me pongo a tomar más fotos o a filmar en pos de producir algo con eso.

Te pondrías a hacer periodismo, a pensar las fotos en función de si quedarán bien en el libro, y así.

-Exactamente. Y no quiero.

Chino Castro

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