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viernes, 26 de abril de 2024
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Jazz en Libertad

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Escribe: Mario Cuevas.

En 1961 el saxofonista Ornette Coleman publicó un disco titulado “Free Jazz”, su aparición causó conmoción en el ambiente del jazz. El álbum se había grabado un año antes con dos cuartetos sonando simultáneamente. Por una canal de audio se oía a Coleman (saxo alto), Don Cherry (trompeta), Scott LaFaro (contrabajo) y Billy Higgins (batería); y en el otro a Eric Dolphy (clarinete bajo), Freddie Hubbard (trompeta), Charlie Haden (contrabajo) y Ed Blackwell (batería).

“Ornette nos dio unas indicaciones de adónde quería conducir la música desde el punto de vista melódico y rítmico y, a partir de ahí, era cosa nuestra – declaró Hubbard tiempo después – Quería una masa de sonidos en la que yo fuera uno más. La única manera de conseguirlo era escribir una pieza y encontrar unos músicos lo suficientemente buenos para tocar al mismo tiempo.”

La duración del disco era de 37 minutos y no tenía pausas, los ocho músicos realizaron una improvisación colectiva bajo la premisa de liberar el jazz de las fórmulas y muletillas que le habían robado su espíritu rebelde.

En la portada del álbum Coleman escribió: “Yo creo que un día la música será mucho más libre. Entonces, por ejemplo, el patrón de una melodía quedará en el olvido y la melodía en sí misma será el patrón.”

Como las composiciones de Coleman no tenían armonías predeterminadas, no incluía en sus formaciones un instrumento armónico como el piano, característico en las formaciones de jazz. La figura de Coleman no fue la única que fluía en esa dirección, en la misma búsqueda había artistas absolutos como Archie Sheep, Cecil Taylor, Albert Ayler, Charlie Haden, Carla y Paul Bley, Art Ensemble of Chicago, Anthony Braxton y hasta nuestro Leandro Gato Barbieri.

“Me gustaría interpretar cualquier cosa – declaró Albert Ayler en Jazz Magazine en 1967 – que la gente pudiese tararear. Quiero interpretar las tonadas que cantaba cuando era niño: melodías folklóricas, que todo el mundo pueda comprender. Las empelaría como punto de partida, y muchas otras melodías asimismo simples se desplazarían en el interior de una misma pieza: iría de una simple melodía a las texturas más complejas, para luego volver otra vez a la simplicidad, lanzándome seguidamente a los sonidos más complejos y más densos.”

A este movimiento musical, que rompía con el be bop y otros géneros de jazz con más antiguedad, se lo denominó ‘avant garde’ (luego ‘free jazz’). Estaba anudado fuertemente con el escenario de turbulencia social y política de la segunda mitad de la década del 50 y de la del 60: el célebre boicot de autobuses, llevado a cabo por la comunidad negra en 1956 en Montgomery, el nacimiento de varias organizaciones que defendían los derechos cívicos, Martin Luther King, Malcom X, los Black Panther, el hippismo, la psicodelia y Vietnam.

Philippe Charles y Jean-Luis Comolli, en su ‘Free Jazz / Black Power’ (1971) ubican a LeRoy Jones, poeta, escritor y crítico afroamericano como el autor que realizó las primeras aproximaciones al fenómeno free jazz y sus relaciones complejas con la historia y en el terreno social-cultural de los negros en Estados Unidos. “LeRoy Jones en su ‘Blues People’ (1963) acometió la ardua tarea de devolver al pueblo negro su música. Esto es, devolvérsela porque el jazz, creado e ilustrado por los negros, se encontraba desde hacía mucho tiempo sometido en su totalidad a las influencias musicales, a los intereses comerciales, al pillaje cultural y a los valores estéticos de la América blanca, y a  través de ella también de la civilización occidental.”

Dicen Charles y Comolli que el free jazz provocó un auténtico traumatismo en el pequeño mundo de la crítica del jazz. Esta nueva música rompía con algunas de las más antiguas tradiciones del jazz, que tenían sus adeptos y que habían establecido un gran número de hábitos, de certidumbres y comodidades, al mismo tiempo que materializaba un determinada idea de la función y de la belleza musicales: una concepción del goce estético y del consumismo cultural, regidos por la ideología dominante en las sociedades capitalistas y, por lo tanto, marcados por el sello de la civilización occidental.

 

Galería de famosos

Archie Sheep. Nacido en Fort Lauderdale (Florida), a lo largo de su carrera experimentó todas las mutaciones estéticas, desde el rhythm and blues hasta el free jazz, transformándose en una figura viviente de la música afro americana.

“El jazz es una de las aportaciones sociales y estéticas más significativas de América – declaró en una oportunidad – Y muchos lo aceptan por lo que es: una aportación significativa, profunda, de América. Está en contra de la guerra, de la de Vietnam; está a favor de Cuba; está a favor de la liberación de todos los pueblos. ‘Esta es la naturaleza del jazz. No es necesario ir a buscar más lejos. ¿Por qué? Pues porque el jazz es una música nacida de la opresión, nacida de la servidumbre de mi pueblo.”

De este saxofonista recomendamos “Blasé” (1969), registrado en París.

Albert Ayler. Falleció a los treinta y cuatro años pero alcanzó a dejar un legado cautivante y provocador. Tocaba el saxo alto con lirismo y gran vitalidad, también con disonancias, graznidos, chillidos, y desafiaba los estándares de belleza y seriedad en el jazz. Una muestra fehaciente es su álbum “Love Cry” (1968).

Art Ensemble of Chicago. Valioso colectivo de músicos (Roscoe Michell en saxo, Lester Bowie en trompeta, Malachi Favors en contrabajo, entre otras luminarias). Se destacaban por sus improvisaciones colectivas, y reivindicaban los sonidos africanos y en sus shows incluían teatro y vestimentas acorde a esa propuesta. Poseen una frondosa discografía, recomendamos “Full Force” (1980).  

Anthony Braxton. Su instrumento principal es el saxo alto, también toca saxo soprano, clarinete y el saxo contrabajo, un instrumento de grandes dimensiones con registro más bajo que el de la tuba. Ha grabado en solitario y también con big bands, pero su formación más frecuente es el cuarteto. Para tener un buen panorama de su obra se puede recurrir a “19 Standards (Quartet)” (2003), con versiones de Miles Davis, John Coltrane, Thelonious Monk y hasta Tom Jobim.

Eric Dolphy. Otro talento que falleció demasiado joven, a los treinta y seis años. Tocaba saxo alto, flauta y clarinete bajo. En vida, como solista publicó seis discos, “Out to Lunch” (1964), grabado cuatro meses antes de su muerte en formato quinteto, destaca ‘Hat and Beard’, tributo a Monk con Dolphy ejecutando clarinete bajo.

Charlie Haden. Integrante del cuarteto original de Coleman, el contrabajista grabó en 1969 “Liberation Music Orchestra”, álbum que lleva por título el nombre de la banda. El repertorio está compuesto por canciones de la guerra civil española, el clásico ‘We Shall Overcome’ y el tema de Haden, ‘Song for Che’. Los arreglos y dirección son de Carla Bley.

Cecil Taylor. Pianista de raíces ellingtonianas, que rompió con los preceptos rítmicos y melódicos. Define su música como ‘contructivista’, que se construye al mismo tiempo que se improvisa, y que se toca como una música que construye/descontruye el espacio en que nace. Su carta de presentación es “Unite Structures” (1966)

Gato Barbieri. El rosarino fue parte activa del free jazz como integrante de las bandas de Coleman, Cherry y Haden. Sus tres primeros discos están teñidos de avant garde. En el siguiente, “The Third World” (1969), en el que participan Haden y el pianista Lonnie Smith, Barbieri inicia su etapa tercermundista: sonidos y aires latinoamericanos con Astor Piazzolla, Heitor Villa Lobos y el cineasta Glauber Rocha como principales faros a seguir.

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