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sábado, 27 de abril de 2024
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Hoguera de pasión en el auditórium, con La Destilada Evolution

Maridaje de estilos para un incandescente recital.

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Con un recital que se recordará por la fogosidad, aportada en lo particular por su virtuoso cantante, Leandro Curutchet, La Destilada Evolution se presentó el sábado en el auditórium “María Barnetche” de la Biblioteca Rivadavia.

Ante una sala repleta, el sexteto paseó por los estilos que ha cultivado en estos años, es decir el latin jazz, el funk, el pop, el rock y el hard rock desde el regreso del cantante, más la novedad del folclore, que ofrecieron a través de destiladas versiones de La Pomeña y Vientito de Tucumán, cantadas por Diego Peris -el experto del grupo en la materia- y llevadas a un plan casi acid jazz, sin bombo ni criolla.

La primera parte fue instrumental, aún con Leo fuera de la escena. El tiempo para Afirmación, de José Feliciano; The Chicken (la hacían James Brown, Jaco Pastorius), y una del maestro Stevie Wonder. De un salto, pasaron a las ya mencionadas Vientito, una letra inédita de Yupanqui que musicalizó y grabó Divididos, y la zamba del Cuchi Leguizamón. Y sí, los muchachos son eclécticos, vea…

Enfundado en camisa cortita fuera del pantalón y corbatita cual un frontman de ska, Curutchet irrumpió en escena a continuación, desde el fondo de la sala, para empezar a prender fuego todo. El tema elegido para cerrar esa primera parte fue Fly Me to the Moon, gema eternizada por la voz de Sinatra que nuestros destilados desplegaron en un molde más rockero.

El intervalo fue con empanadas y vino. Unos veinte minutos en los que el público circuló por la sala, charló y disfrutó mientras cambiaba impresiones sobre lo que acababa de ver. La propuesta fue anunciada como La Destilada Jazz & Wine, un modelo que la propia Rivadavia y esta banda habían estrenado pocos meses antes de la pandemia, con la diferencia de que en aquella ocasión la sala había sido reconvertida en una suerte de living o bar. Sin embargo, quizá con el tiempo recordemos más la noche del sábado, la segunda vez…

El retorno del sexteto fue con Master Blaster’, otra de Wonder, y  On Broadway, versión George Benson para la peli All that Jazz, una clásico de un artista que integra la piedra fundamental sobre la que se construyó el proyecto Destilada, tanto como Billy Cobham y algún otro que nunca faltan en sus conciertos, siempre destilados a gusto y posibilidades del sexteto.

Uno de los ‘momentos pináculo’ de un alto concierto floreció con la versión de Child in Time, catedral musical de ese emblema pesado que es Deep Purple, para la que el grupo sumó a Maia Peris como segunda voz. Ahí Curutchet la descosió toda, alcanzando tonos agudos de tal poder que quizá no tengan nada que envidarles a los aullidos  de Ian Gillan, el célebre vocalista de Purple. Leo se hace cargo de su rol de frontman con gracia, garganta, experiencia y emoción; pone al frente “el pecho y el corazón, siempre sin red, y ‘enciende’ al público con su magia”, como posteó en su cuenta de Facebook Mario J. ‘Chiqui’ Cuevas, el gran melómano vernáculo. Además pone matices, ya que no se trata de la acrobacia de llegar a tonos impactantemente altos sin saber cómo moverse ‘abajo’. Entre tantas cosas y figuras que se militan, Leo es hoy un cantante para militar, esto es difundir, escuchar, ir a verlo, invitar gente a que no se lo pierda y a organizadores a que le programen fechas junto a su banda. Es nuestro León, así como Sheffield lo tuvo -y siempre tendrá- a Joe Cocker.

Mientras Leo saltaba, cantaba, arengaba y se multiplicaba proyectando una energía que lo envolvía todo, sus cinco cumpas no le iban en zaga, ya que además de sonar sólidos juntos, cada integrante tiene durante cada show momentos para lucirse con sus solos. Ellos son Ariel Tardivo en guitarra, Diego Peris en bajo y voz, Eduardo Real en teclados, Álvaro  Damiano en saxo y el inoxidable Jorge ‘Patita’ Suárez-Llull en batería, que el sábado celebraba sus cincuenta y un años como músico y vaya manera tan especial de hacerlo: en escena, con amigos, lindas canciones, sala llena y todo joya.

Red Baron (Cobham); Bad Girls (Donna Summer) y hasta un lento de ABBA fueron otras de las piezas del variopinto y siempre amable setlist.

How Long, inmortal en la voz de Paul Carrack, y Un inglés en Nueva York, del primer disco solista de Sting tras la disolución de Police, pusieron a moverse incluso a las vacías copas de tinto que yacían en algún lugar, refugiadas de los apasionados pisotones que marcan el compás en los temas ‘gancheros’.

Casi era el final, pero como no existía la chance de que la banda se marchara sin más y sin bises, no alcanzaron a saludar que ya empezaba a sonar Smoke on the Water, otra de Purple en la que Curuchet bien podría quedarse a vivir, dado que aunque su milagrosa garganta le permita interpretar de todo, en esencia sigue siendo un cantante de hard rock y heavy metal. La última canción fue The Letter, popularizada por Joe Cocker.

La gente estaba tan satisfecha, tan plena, que no faltará entre lxs que estuvieron allí quien haya decidido atenderse con el doctor Ariel Tardivo esas piezas tan sensibles y necesarias llamadas dientes, o comenzar a comprarle algún diario a ‘Patita’ Suárez…

Impecables el sonido, con el siempre prolijo y eficaz Sergio Ramírez tras las perillas, y la organización general de la comisión que conduce Julio Fal, el presidente de la Rivadavia. Al pie del atril que usó Leo, un cuadro de la ‘Tota’ Volpe incorporaba una nota pictórica a la escena.

Desde aquí, brindamos para que se reedite. Salud, y que sea rock.

Chino Castro

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