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miércoles, 17 de abril de 2024
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Galope hacia la victoria para un espectáculo “muy de adentro”

Maro, satisfecho con la ‘primera carrera’ de Potriyo en Bolívar.

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El actor y músico se manifestó satisfecho tras la primera presentación en Bolívar el viernes pasado de Potriyo, un espectáculo “muy de adentro”, en el que bucea en su interior quizá como nunca antes para contar fragmentos medulares de su infancia y de su historia familiar, signada por el inolvidable caballito blanco del viejo mercado de los González. “La obra acá toma otro sentido, mucha más fuerza; fue muy emocionante, tenía un fuerte deseo de hacerla en mi ciudad”, resaltó.  

¿Cuáles fueron tus sensaciones tras la función (en el auditorio de la Rivadavia)? El espectáculo no es nuevo para vos, pero sí fue nuevo hacerlo en Bolívar, la ciudad de la que habla, y con tu familia, que aparece en los audiovisuales, en primera fila…

-Tomó otro sentido acá. Fue muy emocionante, la verdad que tenía un fuerte deseo de hacerlo acá. De hecho, modifiqué algunas cosas pensando en Bolívar; siento que uno va puliendo las obras, y en mi ciudad tenía otro espesor.

¿Qué modificaste? ¿Agregaste cosas?

-El final fue distinto; más los invitados, que son de acá, Maia (Acosta) y Raúl (Chillón). Incorporé imágenes que en capital no había incluido, allá me centré más en lo turístico quizá, en mostrar con esa mirada, porque el público porteño no me conoce. Pero acá también fue llegando gente que no sabe quién soy, o que no conoce ni al caballito. Esa fue la idea, pergeñar una suerte de obra documental, por lo que ha significado el caballito, que más allá de un símbolo de mi familia trascendió esas barreras para llegar a la ciudad. Incluso me gustaría poder exhibir el caballo en algún momento; quiero decir que me quedé con ganas de más.

Una nueva e inesperada vida artística para el viejo caballito

El caballito blanco que durante añares fue el emblema del viejo mercado de avenida Lavalle, descansa en un galpón de la familia González. El hermano del abuelo de Maro lo construyó en su talabartería, con madera y yeso. Así, con el amor y la paciencia del artesano levantó una estructura que terminó tomando la forma de un tesoro. Tiene más de cien años, y seguramente seguirá cabalgando por muchos más porque Maro le ha dado una nueva e insospechada vida artística. “Entraña un valor emocional mucho más grande que el económico, y nunca se pensó en desprendernos de él”, aclara Maro, por si hiciera falta o alguien apareciera ofreciendo algo.

Contra lo que podría creerse, Maro proviene de una familia en la que el arte ha estado muy presente, no sólo el comercio: su abuelo y su tío abuelo tocaban la guitarra, y en su árbol genealógico fulgura la estrella de Humberto ‘Pichirica’ Lopardo, el factótum del circo criollo.

Con Potriyo, el multiartista se metió “mucho” en su inconsciente. “Cuando te involucrás en una obra, elegís sorprenderte, descubrir cosas. Más allá del costado lindo familiar, de lo pintoresco, este trabajo tiene un costado profundo. Creo que cuando uno está demasiado identificado con algo, está bueno sacarlo afuera y verlo en forma distanciada, para que no pienses que sólo es eso. Es eso, pero lo integraste y podés seguir creciendo en otras cosas, en otras identidades”, explica González en entrevista con este diario.

Pienso que, para continuar con tu derrotero artístico, quizá tenías que hacer este espectáculo, algo que te representara así.

-Sí, sí… Yo me muevo por el deseo y las ganas, el entusiasmo me resulta indispensable para luego sobrellevar todo lo que implica el proceso creativo, con sus crisis, y la puesta en escena. Yo me escucho mucho, ese deseo. Y ese deseo me dictó hacer algo en Bolívar y verme ahí y así, regresar a mi infancia y sanar también cosas que en esa etapa te quedan como inconclusas… Era un espectáculo muy de adentro. Y sí, era una necesidad, la de expresar todo eso.

¿Has pensado en alguna otra propuesta de corte similar, pero incorporando el caballito blanco a escena, no mediante imágenes, es factible algo así?

-Mirá, en esta obra me centré en Potriyo, en el personaje, porque a las historias las cuentan los personajes, desde su perspectiva. Me centré en Potriyo, pero quizá en otro momento pueda enfocarme más en el caballito, y en ese caso podría llegar a estar el caballo en la propia obra, no estaría mal. Ahora no quería desviarme de Potriyo, de su historia, que era lo que quería contar.

“A mi familia le gustó la calidad de la obra, más allá de verse y emocionarse”

¿Qué te dijo tu familia?

(Se toma unos segundos antes de responder.) -Se emocionaron. A mi papá le gustó artísticamente, a todos ellos. Cuando van a obras eligen cosas más comerciales, y en este caso más allá de verse ahí, de sorprenderse, de vivenciar su historia, les gustó, les pareció entretenida y de buena calidad artística la obra. Son sinceros, yo les pido sinceridad, y al margen de lo emotivo, de lo cercano, yo percibí que les gustó. Lo mismo con amigos cercanos. Vino mi hermana de Mar del Plata, y estaba como ellos, entretenida y emocionada. Mi intención fue hacer algo así pero que tenga una capa de profundidad también, que conmueva. Eso hace que el producto artístico se enriquezca.

“Al jugar con mi ego, tenía que tener el humor a mano”

Es notable que contiene muchas pinceladas humorísticas Potriyo, como si el humor fuese un hilo conductor, aunque no es una pieza del género. ¿Lo buscaste, o se fue dando?

-Ya el humor está presente en la idea de caricaturizarme, yo sabía que iba a tener un efecto cómico. Pero traté de cuidar que hubiera un fondo melodramático. A veces nos reímos de nuestros dramas, pero fundamentalmente yo sabía que al jugar con mi ego tenía que tener el humor siempre a mano, porque permite un modo de distanciarse, de perdonarse un poco.

No tomarse tan en serio.

-Claro, no tomarse tan en serio eso que vos creés que sos. Y además, el humor para mí es un fruto del juego: no es que voy a hacer humor, lo que hago es ir a jugar, con la música, el teatro, y seguiré jugando con lo que me dé ganas. Con jugar me refiero a entregarse a lo lúdico. El fruto es el humor hacia uno mismo, hacia la sociedad y hacia las costumbres, para verse de otra manera.

“Quedó una semilla”

No hay previstas nuevas funciones de Potriyo en Bolívar, pero su autor se fue con ganas de más, como confiesa arriba, ya que siente que “ha quedado una semillita ahí”, para seguir cultivando y que el producto “continúe creciendo y lo vea más gente. Las obras son como hijitos que uno lanza y empieza a ver para dónde quieren ir, pero yo siento que Potriyo acá toma mucha más fuerza”, completa el músico, compositor, actor y clown.

Chino Castro

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