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Extensiones del alma

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Escribe: Mario Chiqui Cuevas

La vida artística de Pedro Aznar es un intrincado vericueto que comienza con un adolescente de quince años. Aunque la mayoría de sus seguidores registran el inicio de Pedro con Madre Atómica, Miguel Ángel Dente en ‘Nueve vidas de Pedro Aznar documenta el inicio de Aznar con la agrupación Life. “La banda se forma en 1972 – le cuenta nuestro protagonista a Dente – Yo venía estudiando guitarra clásica desde hacía tres años y mi padre accedió a comprarme una eléctrica. El grupo se completó con un guitarrista rítmico, un bajista y un baterista. Todos éramos amigos previamente, tocábamos en fiestas y en cumpleaños de amigos… ¡y conectábamos los tres instrumentos más mi micrófono vocal a un único amplificador de guitarra de 20 watts!”.

Jorge Lencina, amigo de la infancia y letrista de algunas canciones de Aznar (‘La noche sueña el día’, ‘Contemplación’, ‘A la hora que duermen los trenes’), cuenta que en esos 1972-1973 estaban fascinados por “Muerte en la catedral” de LittoNebbia, de toda las obra de los Beatles, además de los Stones y con el advenimiento del rock sinfónico, particularmente Génesis, King Crimson y Emerson, Lake & Palmer.

Lencina no entiende como prefirió continuar con el bajo porque afirma que era un eximio guitarrista. “Llegué al bajo cuando entré a mi primer grupo profesional, Madre atómica, porque antes toqué en grupos semi profesionales en los que mi instrumento era la guitarra por una cuestión de tradición – cuenta Aznar en el libro ‘No llores por mí’ de Oscar Muñoz –  A veces, me llevaba el bajo a mi casa y me ponía a tocar sin que nadie me viera. Mi identificación con el bajo, que supongo que es lo que le sucede a todos los bajistas, partió de sentir que del bajo surge gran parte de la fuerza que sostiene al grupo.”

A Madre Atómica lo completaban Lito Epumer en guitarras y el Mono Fontana en teclados, surcó 1974 y 1975 con aires de improvisación e inspiración en formato instrumental.

Un año más tarde Pedro extendió su rango instrumental cuando ingresó a Alter Ego, la fugaz agrupación de Celeste Carballo y el guitarrista Oscar Mangione, allí Pedro tocaba el bajo, pero también la batería y hasta un sintetizador en la primera grabación que hicieron juntos, un blues compuesto por Mangione.

La etapa pre-SeruGirán de Aznar culmina cuando reemplaza a Alex Zucker en Alas, trío de música urbana liderado por el tecladista, trompetista y compositor Gustavo Moretto. Grabaron en 1977 “Pinta tu aldea”, álbum que recién  saldría publicado en 1983.

Luego viene una historia más conocida, el ingreso de Aznar en SerúGirán en 1978 y la explosión del cuarteto hasta su fin en 1982, cuando Aznar decideexplorar otros caminos formando parte del Pat MethenyGroup, experiencia que le sirvió para expandir sus fronteras musicales.

Pedro Aznar es de esos tipos que son duchos con cualquier instrumento, (ni hablar de su voz), aunque el bajo siempre fue su carta de presentación. Sus discos solistas retratan cronológicamente su crecimiento: en sus primeros trabajos coqueteó con el jazz y la fusión pero fue aprendiendo que menos es más.

“Muy poéticamente, Aznar define a los instrumentos como ‘extensiones del alma’ – dice Dente – En septiembre de 1974 y en coincidencia con su ingreso a Madre Atómica, comprará el primer bajo Faim Jazz Bass tradicional. Escuchó por primera vez un álbum de Jaco Pastorius en la casa de un amigo trompetista. El impacto fue de tal magnitud que le llevó a eliminar todos los trastes de su propio bajo y a modificar definitivamente al manera de tocarlo.”

Graciosa es la anécdota que cuenta Pedro cómo conocieron a Jaco junto a Charly García. Habían coincido en el Monterrey Jazz Festival en Río de Janeiro en 1980. Una de las noches estaba prevista una cena para agasajar a los músicos que participaban en el festival. Un periodista amigo les había presentado a Charly y a Pedro al gran Jaco. Y allí estaban, a bordo de un taxi, rumbo a la fiesta: “En el auto, para sacarle tema le pregunté a Jaco si tocaba estilo slap (que es como tocar las cuerdas golpeteando con el pulgar) – cuenta Aznar – Enseguida me contestó que lo había inventado él y yo, ingenuamente, le dije… ¡Ah, no sabía, pensé que había sido otro! Ahí se puso como loco y con Charly nos miramos pensando: fuimos. Se bajó del taxi dando un tremendo portazo y se fue.”

Luego en la fiesta corroboraron con algunos allegados al círculo de Pastorius que era una persona totalmente imprevisible pero buena gente. Los dos bajistas se encontrarían nuevamente el mismo año durante el festival Bue en la ciudad de Buenos Aires. En esta oportunidad Jaco invitó a Pedro a zapar en su habitación del Hotel Bauen y allí le dio la bendición para que Pedro continúe con el sonido Jaco, claro que con su impronta personal, esa que Pedro Aznar  imprimió en SerúGirán en inolvidables canciones como ‘Eiti-Leda’, ‘Noche de perros’ o en ‘Paranoia o soledad’, de su autoría, en la que retrataba la mano asfixiante de la dictadura.

Para apreciar en su máxima expresión a Pedro Aznar como bajista, hay que recurrir, aparte de su papel en SerúGirán, a la versión que realiza de ‘El Tungue Le’, de Eduardo Mateo,en el álbum “En vivo” (2002); a la interpretación de ‘Alcira y la torre’, de Lenine y Lula Queiroga, en “Aznar canta en Brasil” (2005); y su actuación en vivo en ‘Encuentro en el estudio’ (2012), con su tema ‘Mientes’.

 

Pedro Aznar iba a presentarse el pasado de 2 de abril en Olavarría pero la pandemia del coronavirus lo impidió. Hace uno días el músico publicó una reflexión acerca de la situación que estamos pasando:

La pregunta permanece.

Miro las calles vacías en la tele con el alma enmudecida. Las ciudades parecen maquetas de una feria apocalíptica, de una guerra donde todo sigue en pie, pero no ha quedado nadie. Escucho los vecinos adornar la quieta inquietud como se puede. Mis amigos esquivan apenas la desesperación, cuidan o lloran a sus padres, no saben bien qué responderles a sus hijos. Compartimos listas d películas, recomendaciones de libros, frases inspiradoras, chistes y buenos deseos con una alegría a media asta, como esos saludos a parientes lejanos en la sala de espera de un paciente terminal.

Yo me duermo después de un par de vueltas al remoto, me pregunto, como todos, cuánto más. Me indigno ante el mal gusto de los aprovechadores que buscan un minuto de aire haciendo o diciendo tonterías demagógicas. Me enervo ante las bestias que inundan de falsas alarmas, me harto de escuchar siempre lo mismo y que no haya otro tema. Entiendo, acepto y cumplo con el gran botón de pausa que se le ha impuesto al mundo y me pregunto: si no podremos salir mejores al otro lado del miedo, pudimos hacer esto, pudimos para todo para no sucumbir. ¿Por qué no podemos parar, barajar y dar de nuevo en un mundo que corre atropelladamente al precipicio?

Los gobiernos salen ahora a sostener la economía, subvencionando, recortando impuestos, dando incentivos. ¿Por qué no lo han hecho para cambiar el nefasto paradigma y salir del descarrilamiento inminente en lugar de seguir apretando la garganta del planeta con una garra de mugre y avaricia?

No importa quién empezó la pulseada, si el virus fue plantado o no, la pregunta permanece. Cuándo todo esto pase, ¿vamos a seguir permitiendo que todo siga como antes?

 

 

 

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