Cuenta la historia que en una localidad de la provincia de Buenos Aires viviría una familia (que tendría por apellido el nombre de una provincia argentina) que se dedicaría al servicio de taxis, remises y mensajería.

En esa ciudad residiría también una abuela de 91 años (llamémosla Coca) que hacía uso de los servicios que esta familia prestaba desde hace más de 30 años.

Obviamente se estableció un vínculo de afecto entre Coca y esta familia; por lo menos era lo que le  hacían creer a la abuela. A Coca se le cayó la venda de los ojos cuando comprobó que en sus resúmenes bancarios (jubilación y pensión) figuraban extracciones de dinero que nunca llegaron a sus manos. Dichas extracciones coincidían con la entrega, de parte de la abuela, de sus tarjetas de débito y contraseñas a este servicio de mensajería para el pago de medicamentos extraídos oportunamente.

Ruego a Dios que esta historia no ocurra en Bolívar. ¿O ya habría sucedido?