No importa casi como se llama. Todos lo conocemos por su pseudónimo de “Tarugo” y casi conocemos tan bien a él como a su bicicleta, que todas las madrugadas lo acompaña en la esquina del Hotel San Carlos. Ese es su reducto, su delimitada comarca laboral, el espacio que le permite ganarse dignamente la vida.
Tarugo es uno de los canillitas principales del diario La Mañana. Hace muchos años (hemos perdido la cuenta ya) que nos acompaña ejerciendo un puñado de valores que todos elogiamos y que lo pintan de cuerpo entero como persona: su cordialidad proverbial, el respeto con el que se dirige a conocidos y extraños, el compromiso que asume en su labor, la honestidad a ultranza.
En su figura homenajeamos hoy en su día a todos los canillitas de este diario. Los que ya no están, los que fueron canillitas hace mucho y hoy son hombres y mujeres que abrazaron otros rumbos, a los que todavía defienden nuestra hoja simple y pueblerina que ciertamente es parte de la identidad de estos pagos.
Sin ellos, nuestro trabajo de cada día quedaría trunco. Faltaría la mano conocida que acerca el ejemplar al lector. No existiría quien conozca los secretos de cada uno de ellos. El rincón donde dejar el diario, la hendija en la puerta preparada para ello, la hora justa y puntual de cada uno.
Nuestro agradecimiento está implícito en cada gota de tinta, en cada pliego, en cada letra con la que construimos día tras día la edición papel. Hoy, además, les deseamos felicidades.
Foto: Javier Costa.
