La madrugada de este martes trajo consigo otro hecho histórico para el voley nacional. La Selección Argentina le ganó 3-2 a su par de Italia y se metió en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Tokio. Para muchos bolivarenses, este acontecimiento nos trajo una mezcla de sensaciones: alegría, por la victoria ante una potencia mundial, que se preparó exclusivamente para obtener una medalla en estos Juegos. Emoción, además, por la forma en que se consiguió, en un partido definido recién en el tie break, luego de un cuarto set muy adverso para el elenco nacional, que supo sacar su carácter por encima de ese mal pasaje del encuentro y en base a un juego muy sólido consiguió imponerse y llevarse este triunfo. Y también nos dio nostalgia; cuando todo era felicidad en suelo japonés, por estos lares algo de ese sentimiento también nos invadió. Por lo que supo ser y ya no es el voley en Bolívar. Porque la mayoría de los muchachos que ayer le ganaron a Italia, en algún momento vistieron la camiseta de las Aguilas o bien visitaron el Complejo para enfrentarlas. Porque los tuvimos acá, porque los conocimos, interactuamos, y hoy sabemos que todo eso forma parte del pasado.
Preferimos quedarnos con la alegría por sobre todas las cosas. Porque ganó la Selección, porque ya dejó en el camino a Francia, Estados Unidos y ayer a los italianos. Enorme campaña del equipo de Méndez, con Facu Conte como abanderado, “Cachete” De Cecco, Seba Solé, Bruno Lima, Agustín Loser… Un grupo que se afianza partido a partido y que ha demostrado juego y carácter para hacerle frente a lo que venga y a quien venga. Ya no importan los resultados; ganó por méritos propios -en el voley siempre es así- el derecho a jugar dos partidos en busca de una medalla, pero lo hecho hasta ayer a la mañana es magnífico. Dejamos atrás esa nostalgia que a veces nos invade cuando observamos esas caras que en algún momento vimos acá en nuestro Complejo, y nos aferramos a la satisfacción de tener un equipo que representa el espítu argentino en el deporte.
S.M
