Mamba Negra, Tupá Gruv, Interior Profundo, Los Cohetes Lunares y La Destilada Evolution dieron forma a una cumbre rockera para celebrar los instrumentos Misil, de fabricación local y en vías de expansión. Fue el sábado, en Club Río, en lo que se constituyó en una suerte de Rock in Río si bien no estuvieron presentes todas las bandas que nutren el hoy intenso circuito bolivarense. Organizaron Hernán Moura y Juani Martínez, los lutieres de Misil, que además tocan en la Tupá, uno de los combos participantes. Acompañó una discreta cantidad de público, el volumen de la juntada merecía más. Es como si el rock bolivarense transitara una etapa en la que les habla a los propios, es decir que ha fidelizado una base de público pero no consigue perforar ese umbral que se está pareciendo a un techo, ya que las bandas se multiplican y desarrollan ‘musculatura’ artística pero se enteran pocos.
En un encuentro que fue de menor a mayor, Interior Profundo se destacó como la propuesta más original y capaz de crear un atmósfera de nocturna e íntima celebración, ya consolidada con Eric Unzué Madueña en la batería, que vino a aportarle más sangre rockera al dúo original de Clara Tiani en voz y guitarra y Salvador Agustoni en bajo y voz. Hicieron su repertorio habitual conformado sólo por piezas propias que conjugan el oscuro postpunk ‘marca’ Agustoni con un más colorido indie en ‘clave’ Tiani. Volvieron a visitar, entre otros, Azul de Otoño, Ex hombre y Una vez lloré, y además ofrecieron el plus de estrenar una canción.
Interior Profundo fue el tercer grupo de una lista de cinco. Luego tocó la Tupá Gruv, una banda que está a punto caramelo y volvió a demostrarlo con un sólido set, también integrado por material propio al que sumó dos estrenos. (Eso creo. Al menos en Bolívar, ya no se ‘usa’ presentar las canciones. El que no conoce se jode, o que salga a averiguar después por las redes sociales. Lo malo del caso es que nos jodemos casi todes, ya que no estamos hablando de temas de Páez, por más que sean grupos que tocan casi todos los fines de semana.) Muchas perras, Disco Tupá y otras volvieron a sonar grooveras, frescas y potentes, con la imponente voz de Clara Tiani al frente, el filo de los guitarristas Nico Holgado y Juani Martínez, ubicados como carrileros de la formación, y la prestancia marcadora no exenta de sutilezas de la base conformada por Hernán Moura en bajo y Lolo Blandamuro en batería. En muy poco tiempo, con convicción y talento el quinteto pasó de versionar clásicos a trabajar exclusivamente composiciones propias y desarrollar una personalidad, lo que habla de un progreso que ojalá siga encontrando tierra fértil en una Bolívar que ya no es la gris planicie de hace veinte años, aunque ahora estemos -otra vez, y vos ya sabés por qué- en medio de una crisis que nos mutila los bolsillos y los platos, pero también las alas de soñar.
El cierre estuvo a cargo de Mamba Negra, vibrante colectivo de blancos que tocan como negros, apelando a bluses de la vieja escuela, funks y piezas de impronta jazzera. Con Juan Pedro Garavano haciendo de goma a la viola con encomiable versatilidad, Nico Álvarez aportando voladura desde el saxo y la relojera base de Bruno Irastorza en el bajo y el ya mencionado Lorenzo Blandamuro tras los parches. No hacen obras propias, pero las tocan con estilo propio, y eso es bastante decir. Incluyeron en el set una versión de Nueva disco, de Quique Ferrari Trío, que hemos degustado en la ciudad por sus autores.
PASANDO LA POSTA
La generación mayor de músicos del rock vernáculo tuvo a su cargo la apertura del encuentro, y de algún modo fue como si los históricos les pasaran la posta a los pibes, algunos ya con bastante experiencia a pesar de no tener más de treinta años. La Destilada Evolution abrió el fuego con su latin jazz que abreva en clásicos de Billy Cobham (en este caso Red Baron) y Spyro Gyra, entre otras firmas, una vez más maridado con el blues y el hard portado por la robusta voz del cordobés Eduardo Javier Gómez Haedo, invitado a cantar Layla, del bueno de Clapton, y el irrompible Smoke on the Water, de Deep Purple. Atenti que la convivencia entre canciones suele resultar algo forzada, como comer un asado con ensalada de fideos o tomarse un whisky en frasco, ahora que queda cool reciclar los envases de mermelada para bebidas espirituosas.
La segunda banda fue Los Cohetes Lunares. No aparecían en el flyer de difusión, pero terminaron subiendo a acompañar al anunciado Jorge Moroni, que apeló a sus amigos para ofrecer temas propios compuestos para la banda de la que es uno de los fundadores allá lejos y hace tiempo, junto al guitarrista Eduardo Real Ricardo y el baterista Jorge ‘Patita’ Suárez. La novedad es que tocaron canciones propias, entre las que picó alto Bruce Springsteen, la primera, un homenaje al ‘Jefe’. Interpretaron también Johnny Cash, en tributo a otro referente de la banda en general y de Moroney en particular, al tiempo que rescataron una vieja página, Después del camino, que ya fue grabada pero quizá sea regrabada en el siempre inminente nuevo disco ‘lunar’. Por esta vez, nos ‘salvamos’ de Come Together, de Los Beatles; de Another Brick in the Wall, de la época en la que Pink Floyd empezaba a desintegrarse por la voracidad controladora de un Waters que imponía su visión política sobre la estética menos comprometida en lo ideológico de David Gilmour, y de Juego perverso, del peinado y atribulado Chris Isaak.
Las bandas tocaron con instrumentos Misil, la fábrica local que a la par de fortalecerse en la ciudad está abriendo fronteras, ya que acaba de construir con diseño propio un bajo para un músico platense y quién sabe ello implique un nuevo horizonte laboral, impensado hace sólo unos meses.
Fue parte de la movida Don Maltus, fábrica local de cerveza artesanal, que puso sus ricas variedades a disposición de la feligresía rockera.
Chino Castro
