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viernes, 29 de marzo de 2024
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El otro cambio

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Escribe: Mario Cuevas.

1973 fue un año especial. Mientras se producía la crisis del petróleo en Argentina se respiraba un aire esperanzador. En marzo el país volvía  a la democracia de la mano de Héctor Cámpora, tiempo después devendría su renuncia y el regreso de Perón a la presidencia luego de dieciocho años de exilio.Fue un año de gran efervescencia que se reflejó en todos los hechos culturales y el rock no fue ajeno a ello.

Ese 1973 debutaban en el disco León Gieco, Tanguito y David Lebón; el Flaco Spinetta firmaba como Pescado Rabioso el imprescindible “Artaud” y se despedía del grupo en “Pescado Rabioso 2”; los Sui Generis se ponían los pantalones largos con “Confesiones de invierno”; Moris confirmaba su costado urbano en “Ciudad de guitarras callejeras”; y Pappo’s Blues, Color Humano, Alma y Vida, Vivencia y Vox Dei (por citar los grupos más representativos) afianzaban su periplo en el rock vernáculo.En semejante panorama musical apabullante también se destacaba LittoNebbia con una obra renovadora que decidió llamar “Muerte en la catedral”.

Ya había abandonado la comodidad de Los Gatos y luego de editar dos muy buenos primeros discos solistas, comenzó a diversificarse y crecer sin géneros ni etiquetas. Editó “Nebbia’s Band” (1970) donde desarrolló su faceta jazzística. Grabó ‘Vamos negro, fuerza negro’ y ‘El bohemio’, junto al percusionista Domingo Cura, ante la mirada y oídos impávidos de los rockeros y folkloristas fundamentalistas.

Luegoinició una época de experimentación con un trío integrado porJorge González en contrabajo y Néstor Astarita en batería, dos músicos provenientes del jazz. Permanecieron unidos por seis años y crearon álbumes indispensables como “Muerte en la catedral” (1973), “Melopea” (1974) y “El vendedor de promesas” (1977), incomprendidosen el momento de sus apariciones y años después reconocidos unánimemente (por esas cosas que generalmente los artistas están siempre un paso adelante al resto de la gente).

La ductilidad de González y Astarita estimulaba la imaginación de Nebbia que escribía canciones que poseían rítmicas y armonías complejas e inusuales para la época, un poco por la inquietud de los músicos y también por lo que le exigían las nuevas letras. “Lo bueno fue que yo no tocaba jazz ni ellos tocaban rock, y armamos una nueva manera de improvisar – reconoció Litto en la Rolling Stone – Algo muy avant-garde, pero lo raro era que tocábamos en lugares muy populares para la pendejada que bailaba y cantaba y eso que era un quilombo de arreglos y cambios de ritmos.”

“Muerte en la catedral”, grabado entre mayo y junio de 1973, se editó con una portada pintada por Pérez Celis y con la participación de varios músicos invitados: Roque Narvaja, guitarra eléctrica en ‘El revólver es un hombre legal’; elex gato Ciro Fogliatta, teclados en el tema que titula el disco; otro ex gato, Oscar Moro, estuvo presenteen batería en la bella ‘Dios es más’; Bernardo Baraj en saxos y Gustavo Moretto en trompeta le dieron coloraturas a los temas; y Rodolfo Alchourrón arregló y dirigió las cuerdas junto a Nebbia.

Las letras del disco están a la altura del desafío musical. Es indudable la influencia de Mirtha Defilpo, pareja de Litto en esa época. La poetisa colaboró con dos letras en ‘Mendigo de la luna’ y en ‘La operación es simple’, además fue la autora de la mayoría de las letras del siguiente álbum de Nebbia, el fundamental “Melopea” (1974).

Litto no era un improvisado en cuanto a la lírica de sus canciones, ya había editado un libro de poesías al mismo tiempo que perfeccionaba su labor de letrista. Las lecturas de AntoninArtaud, André Breton, Cesar Vallejo y de Fernando Pessoa le ayudaron a poseer un mayor vuelo en su escritura.“Muy pocos músicos leen – le cuenta Nebbiaa Daniel Grigueraen su autobiografía ‘Una mirada’ (2004) – entonces no manejan bien el lenguaje, y muchas asociaciones metafóricas no tienen el vuelo mágico que esa forma te posibilita. Quiero decir que escucho letras por ahí, que me doy cuenta que tratan de ser raras, pero no pasa nada.”

Desde su comienzo, la audición de “Muerte en la catedral”es más que grata. ‘Vals de mi hogar’ es una hermosa oda a la poesía y al refugio del músico. En ‘Mendigo de la luna y ‘La operación es simple’, con letra de Defilpo, se preanunciaba la futura producción de la dupla. ‘Señora muerte’ y ‘Dios en más’ mostraban el crecimiento en las composiciones del autor. ‘Muerte en la catedral’, el tema que titula al álbum, es una obra de vuelo ambicioso con Littocantandoen su primera estrofa: “La gente protege su vida siempre en nombre de Dios / Y el pájaro negro anuncia en su vuelo un tiempo de tormenta / Dicen que ayer alguien murió en la catedral ¿Cómo harán esta vez? ¿Cómo harán esta vez?” presagiando el futuro negro que acechaba nuestro país. Durante los poco más de ocho minutos que dura el tema, la arquitectura musical va envolviendo la letra hasta desembocar con el trío, más teclados y vientos acentuando dramáticamente la pregunta final: “¿Cómo haremos?”

“Tanto ‘Muerte en la catedral’ como el del siguiente año, ‘Melopea’ son discos muy maduros, en los que planteo compositivamente una ruptura con lo que en ese momento se denomina rock – cuenta Nebbia en ‘Una mirada’ – Yo no tengo ningún problema con los géneros y nunca le puse un mote a la música que escribo. Pero en ese momento tenía la preocupación de que quería hacer otra cosa, y me enfrentaba contra la identificación masiva que la gente tenía por lo anterior. Cuando sucede esto de que sale la cosa nueva, la gente cree que vos perdiste algo. Lo que estás haciendo quizás es mejor, pero en ese momento no te comprenden y no tiene aceptación.”

Uno de los grandes clásicos del disco que captó rápidamente la atención de los oyenteses ‘El otro cambio los que se fueron’, escrita bajo los influjos de RobertoArlt.El tema se iba a llamar ‘Tiempo de Arlt’ pero en Sadaic le rechazaron el título al no poseer la autorización del escritor, algo virtualmente imposible, Arlthabía fallecido treinta años antes.

Escrita e interpretada desde el piano, ‘El otro cambio’ es 100% Nebbia, con una melodía imbatible, el fraseo característico del rosarino, con sus acentuaciones irregulares. Ahí están su voz, su piano, una sección de cuerdas dirigidas por el violinista Antonio Agri, más un corno y un arpa; todo dirigido por el compositor y arreglador Rodolfo Alchourrón.

Dice Sergio Pujol en su ‘Canciones Argentinas, 1910-2010’: “La apelación a personajes de lo cotidiano que ya no están – más adelante se menciona a un tal ‘viejo Luis y su poesía rata’ – es una marca de tango. De cualquier manera, no faltan aquí elementos ajenos al universo de la canción porteña tradicional. Por ejemplo, el coloquialismo del comienzo se independiza de las imágenes de buena parte de los tangos. Eso de ‘vamos hasta la esquina a ver qué pasa’ convive mejor con las letras de Manal que con las de Contursi.

Por otra parte, la sentencia del estribillo no parece tributaria del ‘ethos’ melancólico del tango. Supimos entonarla hasta el cansancio, pero sin saber con exactitud su significado: ‘Si algo ha cambiado, eso es nosotros / el otro cambio los que se fueron…’ En el tema de Litto las cosas no envejecen; la ausencia es un hecho mental, completamente inmaterializado. ‘Todo está en orden, como es costumbre…’ ¡Qué inquietante ese verso! Según me explicó el propio Litto, su intención fue reflejar a esa gente que no cambia, de hábitos más bien conservadores, típica de cualquier barrio en cualquier ciudad.”

 

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