Este sábado, la Selección Argentina de vóley masculino repetirá uno de los resultados más importantes de su historia olímpica. Si gana, tendrá su segunda medalla de bronce tras Seúl 1988. Si pierde, repetirá el cuarto puesto de Sidney 2000.
Para semejante logro se pueden buscar muchos responsables en el actual plantel pero hay todo un proyecto que empezó hace muchos años en la ciudad de Bolívar, provincia de Buenos Aires, y en las oficinas del cuarto piso de Olleros 3551, la productora de Marcelo Tinelli. Allí se armó en tan solo 17 días un equipo de vóley, luego franquicia, que buscaba sacar de la calle a los jóvenes de su pueblo natal y competirle mano a mano al campeón reinante Rojas Scholem en el que brillaba el hoy comentarista –y papá orgulloso- televisivo Hugo Conte.
Muchos dudaban de que Tinelli lograra el título nacional pero mucho más de que mantuviera su apoyo por el deporte por un largo tiempo, dado que el vóleibol sabía de capitales golondrina. Sin embargo, Bolívar ganó ese campeonato y mientras levantaba la copa ya cimentaba un proceso que cambiaría la historia del voleibol argentino. Marcelo tomó las riendas de un deporte que se caía a pedazos organizativamente, le aportó su fuerza mediática y comercial para apuntalar la Asociación de Clubes de la Liga Argentina de Vóley (ACLAV) que rige los destinos de los clubes desde entonces.
En 2004, mientras ponía la piedra fundamental de un complejo deportivo único en Sudamérica en Bolívar, siguió el consejo de Daniel Castellani y armó un plan nacional de captación de jóvenes talentos entre los que aparecieron Luciano De Cecco y una decena de jugadores que, tras estudiar y vivir en Bolívar, se formaron como profesionales para luego vestir la camiseta del seleccionado.
De la mano de los triunfos de su equipo, las Águilas abrieron mercados compitiendo primero en Brasil, Estados Unidos y luego haciendo giras por Europa, algo que los clubes argentinos no habían podido hacer desde hacía 20 o 30 años y que funcionó para generar nuevos lazos que le dieron un salto de calidad al voleibol argentino y le abrieron las puertas de los grandes equipos a muchos jóvenes. En 2008, logró que vuelva el Campeonato Sudamericano de Clubes y Tinelli se entusiasmó: armó un mundialito en la provincia de Santa Fe, que fue el antecedente del regreso del Mundial de Clubes organizado por la Federación Internacional.
En la Liga, aparecieron varios equipos fuertes que siguieron la línea de Bolívar, como UPCN de San Juan, la Unión de Formosa, Gigantes del Sur de Neuquén o Buenos Aires Unidos de Mar del Plata que apostaron a la contratación de grandes figuras nacionales y extranjeras que hubiera sido una utopía imaginarlos antes en las canchas argentinas.
Ya con Javier Weber (otra gloria nacional) habituado a ganar títulos nacionales, Tinelli llevó su proyecto a la Federación Argentina para ser parte del proceso que le permitió a la Selección volver a los primeros planos y que derivó en un 5to puesto en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Con esa base de jugadores, Julio Velasco repitió el rendimiento en 2016.
Años después de alejarse de la ACLAV y de la Federación de Voley argentino, Bolívar –que siguió compitiendo con jugadores bolivarenses surgidos de las divisiones inferiores y con mega estrellas como el brasileño Giba- se tomó un descanso en la Liga Nacional durante la pasada temporada en la que la pandemia afectó la inversión y sólo jugaron 7 equipos.
Que quede claro: Argentina no podría haber repetido 21 años después un logro como el que conseguirá este sábado sin aquella primera reunión en las oficinas de Ideas del Sur, sin ese impulso que Bolívar y el vóley argentino recibieron de Marcelo. En tiempos donde se nota la ausencia del apoyo a los deportistas y los proyectos a largo plazo escasean, vale la pena reconocer la marca indeleble de Tinelli en esta disciplina.
