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El error de la última bala: cómo llegó al final la famosa toma de rehenes en la EG3

En el año 2000, dos ladrones tomaron como rehenes a tres personas en una estación de servicio de General Rodríguez. Todo se siguió en directo por la TV. La masacre de Villa Ramallo aún estaba fresca en la memoria de los argentinos.

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Por Fernando Delaiti, de la agencia DIB

“Hagan las cosas bien si no quieren que pase lo de Ramallo”, gritaba Diego “El Sucio” Guardo, cuyo rostro desencajado mantuvo en vilo a todo un país durante tres interminables horas. “No me digan lo que tengo que hacer, que acá el delincuente soy yo”, desafiaba al mediador, mientras disparaba al aire su pistola. “Si quieren que su compañero siga viviendo, consigan un auto. Crónica, filmame las espaldas. No quiero matar a nadie, pero tampoco que me maten”, agregaba. Todo bajo la atenta mirada de los negociadores, la prensa que rodeaba el lugar a muy pocos metros y de millones de argentinos que hacían subir el rating como pocas veces desde sus casas.

La mañana del 14 de junio de 2000 había amanecido con la caída de una de las cruces de la Basílica de Luján, aunque la ciudad bonaerense ganó las primeras planas por lo que pasó horas más tarde: una de las tomas de rehenes más recordadas en el país.

A eso de las 11.30, tres delincuentes asaltaron la fábrica metalúrgica “El Quinto” de Luján y robaron unos 600 pesos. Pese a ser tiempos del “1 a 1”, un botín pobre. Escaparon en un Fiat Duna hacia el Acceso Oeste, rumbo a General Rodríguez, perseguidos por varios patrulleros de la Policía bonaerense. Tras chocar, uno de los malvivientes resultó herido y fue detenido, mientras que los otros dos se metieron en la estación de servicio EG3 de la Ruta 28 y Gaona, donde tomaron a un empleado, un camionero y un albañil como rehenes.

Mientras los efectivos empezaron a rodear el lugar, el camionero sufrió una descompensación cardíaca. Los ladrones lo “canjearon” a cambio de dos chalecos antibala. Curiosamente el encargado de alcanzárselos fue el fotógrafo del semanario El Civismo de Luján, Martín Filpo, mientras el cronista de una radio local retiraba al hombre descompuesto. Pero tras un “vos te quedás acá” de Guardo, el fotógrafo pasó a ser el nuevo rehén.

“El Sucio”, que tenía 23 años, rodeó el cuello de Filpo con la mano izquierda mientras con la derecha sostuvo el arma por más de dos horas apoyada sobre la nuca de su rehén. Cada tanto disparaba al aire. Adentro, Jorge Luis Martínez (39), el otro captor, negociaba vía telefónica con un mediador. 

¿Disparar o no disparar?

Los francotiradores estaban ubicados a unos 70 metros y esperaban una señal para disparar. Pero la orden del entonces gobernador Carlos Ruckauf, famoso por declarar que había que meter bala a los delincuentes, era que todos salieran con vida. El mandatario seguía los hechos desde Nueva York, donde estaba de viaje. La sombra de la masacre de Villa Ramallo, sin duda, pesaba aún sobre la sociedad.

El final se desencadenó a las 15.12. Nervioso, Guardo volvió a disparar al aire su Norinco, una pistola japonesa, lo que terminó siendo un error muy caro. La recámara quedó abierta, lo que demostraba que no tenía más balas. Esto lo advirtió un oficial del Grupo Halcón que se había disfrazado de camarógrafo. Pasaron pocos segundos hasta que los efectivos decidieron ingresar al lugar tras romper una puerta de vidrio de la estación.

“El Sucio”, que estaba en una ventana y ante la vista de todas las cámaras, miró para atrás y en ese segundo de distracción descuidó el frente. De un zarpazo, el oficial Daniel Abaca saltó por el ventanal y se abalanzó sobre Guardo. Disparos, corridas, gritos de pánico y el estallido de una bomba de gas terminaron de construir una escena de terror. Pero todo terminó bien.

Condena y vuelta al ruedo

Por ese hecho, a fines de 2000, Guardo fue condenado a 13 años por “encubrimiento agravado, robo calificado por el uso de arma, resistencia a la autoridad y abuso de armas, coacción agravada y privación ilegítima de la libertad”. Pero recuperó la libertad en julio de 2010 y volvió a delinquir.

En noviembre, un violento asalto a un blindado en Escobar puso en escena nuevamente a “El Sucio”. Allí al menos doce delincuentes que circulaban de sur a norte en cuatro autos interceptaron en el kilómetro 38 de la Panamericana un camión de caudales del Banco Provincia que transportaba 19 millones de pesos y 200 mil dólares hacia la ciudad de San Nicolás.

La banda mató a los dos policías que manejaban los patrulleros que custodiaban al camión de caudales, y luego encerró y disparó con dos fusiles FAL, un M-16 y pistolas 9 milímetros contra el blindado con la intención de robar el dinero, aunque huyó sin lograrlo. Allí “El Sucio” fue uno de los señalados como autor de esos dos crímenes.

Después de salvarse de un tiroteo con la Policía en diciembre y huir en una 4×4 robada, en febrero de 2011 un patrullero le dio la voz de alto. Iba con un cómplice y escapó en un Volkswagen Suran a toda velocidad por el partido de Malvinas Argentinas. Luego se bajó y corrió.

Parapetado detrás de un Fiat 147, disparó su calibre 49 y su 9 milímetros contra los efectivos que lo perseguían. Minutos después, se metió en la casa de un remisero que estaba arreglando el auto en el fondo. Lo tomó como rehén, como rememorando el hecho que lo había llevado a la fama una década atrás. Allí murió de tres disparos, con su cuerpo rodeado de al menos 25 vainas servidas. (DIB) FD

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