16 de septiembre de 2023

Opinión

Opinión. El día que la política fue tan importante como el toro campeón


Qué lo tiró cómo está el león de bravo! Anduvo con la motosierra en Olavarría según publicó usted en su diario aprovechando que el intendente estaba merodeando la exposición en Bolívar donde, también según La Mañana, se reunió la cúpula misma de los rejuntados que andan con ganas de hacer desaparecer del mapa a los muchachos del bombo, no sé si me explico.





Le voy a decir la verdad: yo ayer me filtré en la Rural y estuve bien cerquita de la Pato Bullrich. Me sorprendió, honestamente. Yo la veía en la tele y me parecía que era una mujerota grande, tipo cocinera de estancia. Pero no. Es cortita como viraje de laucha. Quién iba a decir que con ese fisiquito la piba tenga, según dicen, tantas agallas. Yo me acuerdo cuando se la agarró con Moyano y lo hizo recular como treinta pasos para atrás y eso que el Hugo no es de arriar con las riendas sueltas. Vino con el gran Alfredo, tipo al que yo admiro desde que se enculó allá por el 2008 y le armó un quilombo de aquellos a la Cristina que tampoco es mansa como para acollararle un arisco. Andaba a los gritos como sordo en una feria y se le arrimaba a cuanta dama se le cruzaba en el camino. “¿No te duele la cabeza?”, le preguntó a una cantora de nombre Sandra. “Por lo mucho que te estoy pensando”, le agregó. Yo digo que este tipo está más peligroso que Milei con la motosierra, a quien ya mencioné y que, a propósito, casi le corta la cabeza a la candidata a gobernadora en un arranque de los suyos.





Y ya que estamos. ¿Qué opina usted de este tipo? ¿Está loco, se hace, o somos nosotros los que no lo entendemos? Cuando digo nosotros me refiero a mí, claro está. ¿A usted le parece que vale a la hora de votar desenchufar la heladera y que se pudra todo? Porque algunos pibes que he escuchado me dicen eso, que va siendo hora de que todo vuele por el aire y empezar de nuevo. Claro, ellos pueden decirlo porque tienen tiempo de aguantar y si no se arregla se toman un avión y a otra cosa. Pero nosotros, los viejos, ¿cuánto tiempo tenemos para esperar? Y a dónde nos van a recibir si tenemos que emigrar. Para colmo, si queremos vender los órganos para pucherear, al menos a mí me faltan varios y los que tengo están bastante jodidos.





¡Qué se yo! Si quiere me contesta y sino es lo mismo porque me imagino que usted debe estar tan confundido como yo. Quizás lo vote al Presidente actual que va por la reelección y listo. Porque al final es malo pero conocido, como mi vecino El Cholo, allá en Santos Lugares, que me roba cada tanto algunos huevos del gallinero; pero yo ya sé que es él y me quedo tranquilo. Usted dirá que me estoy equivocando porque Alberto no reelige, pero no. Si el Presidente es Massa guste o no. Alberto está para juntar la ropa seca, sacar la basura de Olivos a las 19 en punto y de tanto en tanto hacerse algún viajecito a Cuba, China o esos lugares donde es bien recibido.





Ya sé que me metí en una temática que a usted no le gusta mucho que yo aborde, seguro porque le traigo algunos problemas ya que soy medio bruto y digo las cosas tal como las pienso. Tenía ganas de contarle algunas otras cosa que pasaron en la exposición pero le aseguro que la caravana de políticos la copó totalmente. La gente corría adelante y atrás de ellos, la Pato se les estacionaba en cuanto stand le abría las puertas, un par de viejas de mearon de la emoción y el barullo fue generalizado. Yo estaba hablando con un pelado y le comentaba mis pareceres. El me escuchaba muy educado. “La gente está loca corriendo para conseguir una foto”, ¿no le parece? El pelado no me contestó. “Yo creo que lo mejor sería no darles tanta pelota porque después, si ganan, los que no nos van a dar bola son ellos”, insistí y el pelado ni se inmutó. Pleno silencio. “La verdad es que hasta hoy tengo dudas pero me gusta la Pato. En Bolívar no voto porque no cambié el domicilio y en la provincia Kicillof me parece buen candidato”, le agregué como para obtener una respuesta. El tipo me miró fijo con unos ojos celestes fríos como el hielo y se fue sin siquiera saludar. Pregunté y me dijeron que es un tal Grindetti que venía con la delegación. ¡Andá a saber porqué le caí tan mal!


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