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miércoles, 24 de abril de 2024
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El Centenario de las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado en el Hospital

Escribe Walter D’Aloia Criado.

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Por Walter D’Aloia Criado

En 1921, el Hospital Público de Bolívar, que contaba solo con 16 años, ya que había sido inaugurado en 1905, se encontraba sin administración eficiente “por despido del administrador anterior” y estaba en manos de enfermeros nuevos e inexpertos. Fue así como el Cuerpo Médico integrado por los Doctores José Fabrés García, Joaquín Salces, Rogelio Solís y José Fabrés (h), ante la urgencia del caso, pensaron en traer religiosas para cubrir tan importante carencia, así como una constante atención a los enfermos. No sería extraño pensar que la idea venía de sus esposas, que se destacaban en la vida religiosa y apostólica del pueblo, en particular doña Teresa Estruch de Fabrés García, esposa y madre de dos de ellos, que había presidido por años las Comisiones de Damas tanto de la Parroquia como del Colegio de Hermanas, habiendo sido una de las más entusiastas promotoras de la llegada de las Hermanas a Bolívar en 1893 y desde entonces una ayuda constante.

Por ello, al pensar en religiosas, lo hacen directamente en el instituto fundado por María Benita Arias, las Siervas de Jesús Sacramentado.

Por ello, al pensar en religiosas, lo hacen directamente en el instituto fundado por María Benita Arias, las Siervas de Jesús Sacramentado.

Así, por nota del 31 de julio de 1921, José Fernández Marí y José Fabrés García comunican a la Rvda. Madre General de ese Instituto, M. Agustina Prieto que “la comisión directiva del hospital Público de esta ciudad, acordó solicitar a las hermanas que se hagan cargo de la administración del mismo con amplias facultades para poner la cantidad de hermanas que crean necesarias”.

La Madre General no tardó en contestar afirmativamente al pedido de los médicos y el 18 de agosto de ese año, estos comunicaron que en la sesión que se había celebrado el día anterior, la Comisión Directiva del Hospital había aprobado por unanimidad las condiciones que presentaron las Hermanas.

Dado ya este importante paso las Religiosas piden entonces la autorización de la Jerarquía eclesiástica para que la nueva comunidad al establecerse en el Hospital pudiera cumplir con sus obligaciones y fines específicos, tales como la Adoración del Santísimo Sacramento, principal fin del instituto. Así, con fecha 25 de agosto de 1921 el Secretario General del Obispado de la Plata, J. Cruz Munirroz, por orden del Ilustrísimo Sr Vicario Capitular, comunica a la Rvda. Madre Superiora General que “Su Ilustrísima ve con el mayor agrado que esta Congregación se encargue de la Administración del hospital y le concede la autorización solicitada para habilitar una pieza que pueda servir de oratorio para las Hermanas con facultad para tener reservado el Santísimo Sacramento, observando las condiciones que exigen los Cánones….”

Contando ya con la autorización del obispo de La Plata, diócesis a la que pertenecía Bolívar pues no se había creado aun la diócesis de Azul, solo bastó el tiempo necesario para los consabidos preparativos y trámites a realizar, los cuales se hicieron con una rapidez extrema, ya que el 14 de septiembre de 1921 las Hermanas ser encuentran ya en Bolívar y toman posesión de su nuevo cargo. Ese día, hace justamente hoy 100 años, se reunieron en el Hospital Local, la Comisión Directiva del mismo y las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado, que fueron acompañadas por la Comisión de Damas Cooperadoras de la Obra del Colegio de Jesús Sacramentado, según reza el acta de toma de posesión del cargo, además de otras personas asistentes que junto a las nombradas dejan la firma al pie del documento.

Con motivo de la fundación de esta nueva comunidad, viajaron desde Buenos Aires, la Rvda. Madre General, Hermana Agustina del Corazón de Jesús Prieto y la Hermana Acacia del Corazón de Jesús Novaro, que ese día estuvieron acompañadas de las hermanas Magdalena Vega, Clotilde Polmeth y Florencia García quizá pertenecientes a la Comunidad del Colegio.

Entre las damas presentes, se encontraban doña Teresa Estruch de Fabrés García, que fue por muchos años Presidenta de la Comisión Pro-Huérfanas del Colegio, con una destacada actuación en la Comisión Pro -Templo Parroquial y en la Comisión de Damas que gestionó la llegada de las Hermanas a Bolívar en 1891. Doña Teresa, que moriría justo ese mismo año, había sido madrina en la inauguración del Hospital y del Coliseo Español y había sido un apoyo incondicional de las Hermanas desde el primer momento, con lo cual, no es raro, siendo esposa del reconocido médico del pueblo, que haya sido la promotora de la llegada de las Hermanas al Hospital. Junto a ellas estaban las Sras. Angela Basaldúa de Solís y Margarita Galvagni de Salces, esposa de los otros dos médicos, Teresa K de Lautre, esposa de Don Antonio Lautre, vicecónsul de España , dueño del famoso Molino y uno de los hombres más importantes en el progreso del pueblo, Juliana A. de García, Paulina J. de Echarrou, María Delhez de Franchimont e Hipólita Iñarra de Jaureguízar, esposa del dueño del gran comercio “La Perla”, todas de destacada actuación en la vida social y religiosa del Bolívar de entonces. Entre los caballeros asistentes al acto, se encuentran el Dr. José Fabrés García, El Dr. Rogelio Solís, el Sr. José Fernández Marí, el Sr. Victorio Campo, el Sr. Antonio Lautre y don Pablo Arné.

La Comisión dio entonces a las Hermanas amplias facultades para la Administración del hospital, incluyendo el manejo del personal que allí trabajaba, y de acuerdo a las condiciones pedidas por la Congregación, “mientras no se establezca en forma regular el servicio religioso para las Hermanas, la Comisión pondrá a su disposición un coche para que puedan trasladarse diariamente a la Iglesia o para trasladar al hospital al sacerdote que ha de atenderlas en su propio oratorio, además de tener derecho de hacer llamar al Señor Cura para que preste los auxilios religiosos a los enfermos que los solicitaran”, dando también amplias concesiones respecto a vivienda, utensilios, etc. Por su parte la Casa Madre y muchas piadosas familias del lugar contribuyeron con muebles y otros elementos para la instalación de la nueva comunidad.

La Casa Madre envió entre otras cosas ornamentos litúrgicos, vasos sagrados, incensario, además del altar y un armónium. Se nos ocurre pensar que el altar venía de la Iglesia de San Miguel ya que en el libro de cuentas de la comunidad aparece una salida “limosna para la Iglesia de San Miguel para el altar” así como “afinación del armónium” gasto originado sin duda debido al traqueteo que había sufrido el instrumento musical en su traslado desde Buenos Aires.

Así, con casa, oratorio y un enorme trabajo para realizar, quedó constituida la primera Comunidad de las Siervas de Jesús Sacramentado en el Hospital de Bolívar, integrada por la Superiora Hermana María del Tránsito Sánchez y las Hermanas Florencia García y Gregoria López, quienes , según consta en el libro de cuentas, se proveyeron de libros de meditaciones, capas de agua y paraguas, rosarios y medallas que seguramente repartirían entre los enfermos, que eran por entonces de cincuenta y cinco a sesenta diariamente.

La labor había comenzado. Las Hermanas, desde el primer día se entregaron con gran abnegación a su trabajo, que tenía un amplísimo campo, ya que iba desde la Administración general del Hospital, hasta los trabajos de cocina, además de la atención espiritual de los enfermos. La labor con los años se iría incrementando y sería cada vez más amplia y más profunda. En 1926 arreglan la ropa de los enfermos, atienden las salas, ayudan a los médicos en su tarea. En 1931, ya participan como ayudantes en las operaciones. En 1939 tienen a su cago la Maternidad que había donado la Familia Salazar y el pabellón de Infecciosos.

La labor apostólica de las Siervas es a través de los tiempos grande y fructífera. Su silencioso trabajo en medio del dolor es siempre acompañado por la ayuda espiritual a los enfermos y su familia. Con los sacramentos, con su palabra, con su compañía silenciosa y eficaz. Los libros de la Comunidad nos dan cuenta, aunque sea en fríos datos, de esa tarea, que excedió sin duda las cifras y las formalidades de la época. Pero así sabemos que en 1923 son muchos los enfermos que reciben los Sacramentos antes de morir y un grupo numeroso hace la Primera Comunión. En 1930, las hermanas, no conformes con el apostolado realizado dentro del hospital, reúnen en un local próximo a 130 niños para instruirlos en la doctrina cristiana y prepararlos así para recibir la Comunión. En 1946 realizaron en el Hospital 110 comuniones, 8 casamientos, 79 extremaunciones y dos bautismos.

Desde los primeros días, las Hermanas recibieron la valiosa ayuda por parte de la Comisión de Damas que no solo preparó su llegada, sino que acompañó su labor apostólica. Por entonces esa Comisión se llamaba curiosamente “Comisión de Damas Pro-Hospital y Niñas Huérfanas”, uniendo dos instituciones absolutamente distintas e independientes, como eran el Colegio de Hermanas y el Hospital. Solo el conocer a sus protagonistas da sentido al nombre. En la década de 1920, el Doctor Fabrés García, habiendo muerto ya su esposa y eficaz colaboradora doña Teresa Estruch, llamó a la Sra. Doña María Salazar de Vivanco para presidir una Comisión de Damas para el Hospital y se encargara de colaborar con las Hermanas. La Señora de Vivanco, aceptó el ofrecimiento, con la condición de que esa misma Comisión ayudara al sostenimiento del hogar de Niñas Huérfanas que las Hermanas tenían en el Colegio y del que ella era también presidenta. Así la Presidencia de la Señora de Vivanco dio por muchos años brillo a esa Comisión que reunió fondos realizando kermeses en la Plaza Alsina, en el Prado Español, veladas musicales en el Teatro Coliseo y numerosas colectas y donaciones. Doña María Salazar, era esposa de Don Ángel Vivanco, dueño de uno de los comercios mas importantes de toda la región y pertenecía a la familia que se destacaba por su generosidad y piedad desde la fundación del pueblo, hija de Don Daniel Salazar, donante de la Maternidad del Hospital, y hermana de doña Nicolasa Salazar de Otero, donante con su esposo de la Iglesia de la Santísima Trinidad y de otras casas religiosas en España.

 A doña Maria Salazar de Vivanco la acompañaron sus hermanas Catalina Salazar de de la Hera y Carmen Salazar de Campo, además de María Isolina Carminatti de Vignau, esposa del médico, sabio y poeta Dr. Pedro Vignau, Angela Basaldúa de Solís, esposa del Dr. Rogelio Solís, médico, Diputado, Intendente de Bolívar y uno de los factores más importantes para el progreso de la ciudad, Carmen Basaldúa de Arenarez, Margarita Galvagni de Salces, María Luisa Bedatou de Vacarezza, Raquel Vellansd de Hunter e Hipólita Iñarra de Jaureguízar, esposa del fundador de “La Perla”. A ellas se sumaron un importante numero de señoritas que colaboraban en los beneficios que se realizaban para la ayuda del Hospital y su comunidad de Hermanas.

Un acontecimiento importante en la vida de aquella comunidad fue cuando en 1939 por orden de la Madre General, la Visitadora dejó uniformadas a las Hermanas con el delantal blanco para la atención del Hospital. El 6 de enero de ese año, las Hermanas estrenaron sus delantales “con el aplauso y felicitaciones de los Sres. Médicos que hacía mucho tiempo querían verlas con guardapolvos blancos” dice la Memoria Anual.

Con los años las actividades fueron cambiando y ampliándose. Las Hermanas llegaron a ser encargadas de la Administración total del Hospital, de los empleados subalternos, de numerosas salas, de la Farmacia… sin dejar de cumplir con el carisma del instituto, realizando la adoración del Santísimo diariamente y nocturna dos veces por semana. Desde el principio, prepararon la Comunión Pascual, el rosario en honor a la Virgen del Carmen en julio y el Mes de María en noviembre, contando con la asistencia de los Padres Trinitarios o de la Parroquia que celebraban diariamente la misa en la Capilla de las Hermanas. Por allí pasaron el P. Tomás Espina, el P. César Pasquali, el P. Alfredo Acevedo, el P. Qüin, y el recordado Padre Palazzolo, que fue por largos años capellán del Hospital, entre otros.

A partir del Concilio Vaticano II, en los años 60, la tarea de las Hermanas se fue integrando a las actividades apostólicas de la Parroquia, ocupándose de la catequesis, la preparación de los enfermos para las grandes fiestas litúrgicas del año y ocupándose durante largos años del lavado y planchado de los ornamentos tanto de la Parroquia como de la Iglesia de los Trinitarios, estando al frente también del Ropero Trinitario durante algún tiempo. Entre todas estas actividades merece un lugar destacadísimo la participación en la liturgia parroquial, dirigiendo durante largos años el Coro Santa Cecilia, que dio brillo a las celebraciones religiosas durante muchos años, llegando a ejecutar obras de envergadura como la Misa Criolla de Ariel Ramírez, y la preparación del Te Deum del Centenario de Bolívar, además de las celebraciones de Semana Santa y Navidad, dirigidos por la Hermana Amelia Bogarín, dotada de una voz excepcional y grandes cualidades musicales. Desde su llegada al Hospital hasta los años 80, la Comunidad de Hermanas vivió en la planta alta del Viejo Hospital de Bolívar, donde hoy se alza la Terminal de Ómnibus, y construido el nuevo hospital, ocuparon una casa anexa desde donde siguieron realizando su labor tanto en el Hospital como en la Comunidad Parroquial, participando activamente de la vida religiosa y social de la ciudad. Largo sería enumerar las Religiosas que pasaron por el Hospital de Bolívar en estos 100 años, pero si podemos recordar a muchas de ellas, que, con su labor silenciosa, transitaron durante este siglo sus pasillos, sus salas, su capilla. Algunas de ellas fueron las Hermanas Florencia García, primera superiora de la Comunidad, Gabriela Rodríguez, Petrona Arrúa, Angela Kauffman, Teresa Robaina, Eloísa Cortés, Adela Olmos, Celestina Gianriracusa, Magdalena Pinto, Olimpia Chávez, Cirila Leyte, Marta Armendáriz, Blanca Diaz, Ilma Da Rosa Isabel Hernández Borge… Entre todas ellas, destacan por su prolongada actuación por mas de 50 años, de las Hermanas Elba Berthelot, recientemente fallecida, y Amelia Bogarín.

Consustanciadas con el Hospital desde su juventud, han dado allí lo mejor de su vida y de sus ilusiones, sus esfuerzos, sus sacrificios, sus alegrías, toda una vida de entrega junto al Sagrario y a los enfermos, que hace que sean para todo un pueblo “las Hermanas del Hospital”.

Hoy, en este Centenario, reciban ellas y quienes las precedieron el homenaje agradecido de un pueblo que supo de su labor y su ejemplo, de la blanca presencia silenciosa de las Hermanas en las horas de dolor y de gozo, en los partos y en las agonías, en el sufrimiento y en la alabanza. 100 años de la presencia de las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado en el Hospital de Bolívar, que han permanecido allí hasta el final de sus fuerzas y que hoy, cierran así un capítulo de entrega y amor, diciendo en palabras de la M. Benita Arias : “Obra de Dios y no mía”.

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