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domingo, 12 de mayo de 2024
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Dos mujeres en el último lugar de un mundo apocalíptico

Esta noche se estrena Las Vecinas.

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Lxs que vieron El duelo encontrarán guiños (objetos que vuelven a estar) y algún punto de contacto, pero Las vecinas es una obra más “ácida”. Lo dice su autora y directora, Lorena Marisol Mega, acerca de la pieza protagonizada por Nadia Marchione y Bettina Garayalde que será estrenada esta noche a las 20.30 en la isla del parque, con entrada a la gorra. Esperar, desesperar o simplemente sobrevivir, he ahí el meollo convocante.

¿De qué trata Las vecinas?

Lorena Mega: – Son dos mujeres que están en un lugar, rodeadas de cosas que durante el transcurso de la obra puede pensarse que son cuestiones que las aterran del mundo de afuera. Podemos pensar que las están buscando, que están encerradas porque quieren o porque las encerraron allí. Uno de los personajes es más hosco y reflexivo, el otro es como una ‘campanita’, vive el hoy, con el criterio de que todo pasa. (Una de las dos habla en lenguaje inclusivo, “casi hasta el abuso”, avisa la autora. La otra no, “podemos ver que es casi su opuesto”.)

¿El espectador debe imaginar ese lugar en el que están?

– Puede ser el afuera de algo, o el afuera del adentro de una sociedad. Están rodeadas de agua, de gente que pasa. Han tenido que apropiarse del espacio y a cada sonido o distracción del afuera deben hacerlo propio, incorporar eso a la pieza, lo cual torna mucho más rico al trabajo de las actrices, ya que deben estar disociando constantemente entre lo que sucede allí y afuera. Ningún sonido puede pasar desapercibido para ellas, porque las involucra, porque pueden venir a buscarlas. Hay un juego permanente con el afuera.

Yo diría que esta obra pertenece al género del absurdo. Está despojada de todo, solo hay dos elementos con que las actrices trabajan durante todo el espectáculo. Ellas van construyendo diferentes propuestas de juego, que provocan que esa espera sea más llevadera, o sea su propia cotidianeidad.

Imagino que tampoco se sabe qué esperan.

– No. Lo pueden decir al final de la obra. O si quieren eso que están esperando que llegue. Eso está denunciado, si desean o no ser encontradas. Esperan ser encontradas, ¿pero lo quieren? ¿Por qué? ¿Por quiénes? Jugamos con la idea de un mundo apocalíptico, en el que no quedó nada, y quizá ese sea el único lugar posible, aún habitable. Ese sitio donde las rodean cadenas, fuego.

¿Por qué en la isla del parque?

– La idea de trabajar en espacios no convencionales sigue caminando en mi cabeza. Esto de no jugar con la comodidad de un espacio convencional. En principio, pensamos en un vagón abandonado. Después no me convencía, por una cuestión de funcionalidad: no ‘veía’ a la puesta allí. El vagón me parecía un lugar bellísimo, porque además está detrás de la vía si se mira desde el centro de la ciudad, y pensé que era interesante que en ese sector, en el que no hay nunca un festival o propuesta artística, sucedieran también este tipo de cosas. Pero no podía cerrar la idea, no me convencía. Hasta que Horacio Zárate (el asistente técnico del espectáculo) sugirió la isla del parque. Y funcionó: con el entorno, con la escenografía natural de la isla; las palmeras, los pájaros posados allí, la luna, la poca luz. De hecho, hemos recurrido a luces de emergencia, de modo que no dependeremos de la energía eléctrica, son luces LED de recarga solar. El sonido también será artesanal, no usaremos energía del lugar. Fue por elección. También iluminaremos con fuego. Forma parte de la escenografía, pero además iluminará. O sea que calor y humo también habrá (risas).

Las funciones serán este jueves y viernes, y los mismos días de la semana que viene, a la misma hora y a la gorra. En adelante, proyectan funciones en el auditorio de la biblioteca Rivadavia, donde estuvieron ensayando antes de recalar en la pintoresca isla de Las Acollaradas, y en los patios artísticos de verano que se abran en la ciudad, si la pandemia, que no se extinguió aunque parezca que sí -hablemos del mundo-, se apiada.

Chino Castro

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