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Dicen que bailando se fortalece el corazón

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Luego de casi cinco años de un silencio público motivado por problemas de salud (desde finales de 2014), Verónica Acosta Molfese vuelve a bailar.

Así lo anunció en diálogo con este diario la integrante de Folclore en Movimiento, que en esta nueva etapa se lanzará por las suyas a enseñar y aprender, al frente de Danza Despierta, el espacio que acaba de fundar y que tiene sede en Necochea 279, su hogar.

Hace tres miércoles Acosta Molfese coordinó la primera juntada con interesados en general, y esta semana comenzará dictar clases de dos talleres.

Una suerte de ‘prueba piloto’ que ella misma se impuso para ‘medir’ sus posibilidades con vistas al regreso fue la que realizó el año pasado, como miembro del staff de bailarinas y actrices que nutrieron MiMa, el espectáculo que, con varias funciones agotadas, Lucía Asín Vicente ofreció durante diciembre en la sala El Taller, de Artecon.

Estás retomando tu vínculo con la danza en lo relativo a lo público. Seguramente no lo habías abandonado en lo privado, pero no se tenían noticias tuyas desde hace casi cinco años.

-Incluso en lo privado lo había perdido. Me había desvinculado bastante, por una cuestión de salud. Desde la cosmovisión de la escuela Folclore en Movimiento, resolví no retomar el vínculo, porque pienso que tiene que ver con una dimensión grupal, colectiva. Ahora lo estoy retomando también para mí. Sí este parate me permitió incursionar en otro tipo de danzas, como afro y contemporánea, lo que estuvo bueno porque me habilitó a otra manera de bailar, a otras partes que no conocía de mí, y también me dio una seguridad respecto de mi estado físico y mis posibilidades en la materia. El año pasado fui parte de una obra de Lucía Asín Vicente, y eso me permitió sostener todo el año un compromiso y un trabajo grupal, lo que también me fortaleció en animarme ahora a coordinar grupos, que es un rol diferente al de ser parte de algo como bailarina.

Alguna gente se reencontró con vos cuando te vio en MiMa…

-Sí, incluso yo misma (se ríe). De todos modos, a fines de 2015 volví a bailar, pero para mí. Fue en Buenos Aires, donde retomé el estudio, el contacto conmigo, y empecé a recuperar la salud. Pero ahora ya me siento muy bien. Fue un parate intempestivo, me replegué a ver qué pasaba y a esperar sentir que maduraba el momento de volver.

Tras el encuentro de hace tres miércoles, surgieron dos talleres, de régimen semanal: danzas folclóricas y conciencia corporal, un trabajo que nuclea lo físico, lo psíquico, lo espiritual y lo emocional, en pos de “conocer nuestras posibilidades corporales, de registrar la imagen que tenemos de nosotros mismos y a partir de ahí, expandirla. Un proceso fundamental para llevar al baile, porque habilita otra parte de uno mismo”, afirmó VAM.

Acerca del mencionado encuentro, remarcó que “fue muy lindo para mí, significó un reinicio, una reconexión, porque además las devoluciones me resultaron muy interesantes y altamente nutricias”.

Las clases de danzas folclóricas serán los lunes (desde hoy), de 19.30 a 21, y las de trabajo corporal, los miércoles, de 14.30 a 16. “Y me gustaría anexar movimiento expresivo, pero lo iremos viendo durante el año. Trabaja con los centros de energía, desde el movimiento, es más libre, lo hemos hecho en Bolívar con diferentes grupos de personas en reuniones y diversos ámbitos, siempre con resultados muy buenos porque te permite trabajar desde la espontaneidad y sin una forma fija como en las coreografías de una danza folclórica”, lo que convida a participar a gente sin ninguna experiencia en la materia y de un modo totalmente desestructurado.

 

INCORPORAR EL CANTO, QUE “ES SANADOR”

De momento, Acosta no brindará clases de danzas afro (el año pasado, Laura Rabinovich dictó un taller en el actual Danza Despierta, que se llamaba La Sala del Sol, del que participó como alumna la propia Verónica).

En esta etapa, sin renunciar a los diseños estructurales que fija Folclore en Movimiento, escuela de la que sigue siendo parte, la formadora, que también es una afinada cantante aficionada, quiere “incorporar otras cosas”, no sólo “otras técnicas de trabajo corporal y de danzas”, sino su faceta musical, puntualmente el canto y la audiopercepción. “Dicen que el que toca nunca baila, y los que bailan suelen decir que no tienen oído y no pueden cantar nada. Yo creo que debe haber una flexibilidad, porque el instrumento para bailar, que es el cuerpo, también incluye la voz, un gran centro de energía”, explicó. Cantar “es sanador, contempla la respiración, la flexibilidad del cuerpo. Está todo íntimamente vinculado, los niños bailan y cantan, no hacen esa disociación”, completó.

Acosta proviene de un ‘hogar musical’, en el que bailar y cantar junto a sus padres, sus hermanas y quien cayera por allí fue un recorrido natural, al punto que no tiene registro de cuándo comenzó a experimentar las que quizá sean su dos grandes pasiones. Fue como caminar: un día se vio corriendo. Esa experiencia quiere transmitirles a sus alumnos, de modo que “canten y bailen así como leen y miran la tele”. Para que, sencillamente, mejoren su vida, sin ningún fin utilitario, con un enfoque más lírico o romántico que pragmático. Y mejorando su vida, contribuirán en mejorar la de quienes les rodean. “El baile y el canto, per se, son sanadores”, subrayó durante esta entrevista la instructora, que también dicta clases en jardines de infantes de la ciudad.

 

VIEJOS CON NIÑOS

Otro imperativo para sus clases hoy es “integrar a los niños con los viejos. Veo que los niños están solos, que desde que nacen su educación y su vida son cada vez más tercerizadas, y los viejos también están solos. Quiero unirlos, crear los espacios para que suceda ese encuentro. He visto en otros lugares experiencias como la que pretendo desarrollar, y la música y el baile son nexos excelentes para eso”, puntualizó.

En síntesis, Verónica apuesta a que Danza Despierta incorpore “lo mejor de F.E.M. y lo mejor de otras experiencias”, al tiempo que la invite a ser ella misma en libertad. 

 

“SI NO ENCUENTRO EL LUGAR QUE ANHELO, DEBO CREARLO”

¿Qué aprendiste en estos casi cinco años sin dar clases ni coordinar grupos, modificó tu mirada ese período de alejamiento?

(Piensa unos segundos, clava su mirada en el pocillo de café, aún sin terminar). –Creo que se trata de ir paso a paso. Que me despertó el deseo de reencontrarme con este espacio y conmigo. Yo iba a tomar clases y hacía cosas en este período, pero me faltaba este espacio. Entonces entendí que no debo perder el tiempo quejándome, o pretendiendo que se hagan determinadas cosas, sino hacerlas yo. Un poco de eso que deseaba lo experimenté en Buenos Aires, pero vivo en Bolívar. Si anhelo un lugar y no lo encuentro, no me queda otra que intentar crearlo. Y desearía que sea un espacio lo más horizontal posible, ese es un desafío para mí, porque no lo he visto como para copiarlo. Es otra cosa que deberemos crear juntos.

Chino Castro

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