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martes, 23 de abril de 2024
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“Devolverles la dignidad para que puedan tomar sus propias decisiones”

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Sebastián Traficante es un urdampilletense de 36 años que viaja por el mundo, pero no haciendo turismo por donde van todes con sonrisas y cámaras sino al revés, recorriendo los sitios que la industria del turismo esconde, postergándose para meterse en el problema del otro.

Ayuda a pueblos arrasados como integrante de Médicos Sin Fronteras, una organización médica y humanitaria internacional que auxilia a las víctimas de desastres naturales o humanos y de conflictos armados, sin discriminación de raza, sexo, religión o política. Descubrió su vocación tras una intensa etapa como contador en las áreas de Finanzas e Impuestos en el sector privado, particularmente en una petrolera de las más grandes del país, que lo empujó al borde de sí mismo y lo sometió a fuertes replanteos que derivaron en un reperfilamiento (¿te suena?) de su vida.

Se sumó a Médicos hace poco más de tres años. Antes, mientras trabaja como contador y le iba muy bien en lo económico y lo profesional, realizó algunos voluntariados que operaron como válvula de escape del insensible mundo de las finanzas en el que se movía, flotando como flotan los que nada se preguntan. Le tomó el gusto a ayudar, y el paso siguiente fue sumarse a la organización, con la que “nos elegimos”, define. “Cuando decidí que quería esto estuve viendo qué hacían diferentes organizaciones. Y soy muy afortunado de integrar Médicos Sin Fronteras, porque respeta muchos criterios en términos humanitarios y sus propios principios, y tiene una independencia y neutralidad en sus intervenciones que una gran parte de otras organizaciones no. Un ejemplo es cómo elige los fondos”, recibiendo mayormente de privados y nunca de gobiernos que intervengan militarmente en otros países o sean pasibles de cuestionamientos éticos o en materia de derechos humanos.

Traficante volvió a Bolívar para compartir las Fiestas con su familia, y en los primeros días de enero regresó a Colombia, a una misión de Médicos que ya lleva seis meses. En esos días aquí recibió en exclusiva a este diario, con el que charló café de por medio en Miró en una mesa junto a las hermanas Mariana y Liliana Coviella, que conocen a su familia en Urdampilleta, y el titular del reducto, Martín Berreterreix.

Médicos Sin Fronteras posee cinco centros operacionales en el mundo: España, Francia, Bélgica, Suiza y Holanda. Traficante forma parte de la sede España, con oficina de reclutamiento de personal y recaudación de fondos a nivel Latinoamérica en la ciudad de Buenos Aires. Interviene según las necesidades que vayan surgiendo en el mundo. Un criterio central es acudir allí donde nadie más va. La ayuda que se brinda es principalmente de tipo médica, aunque no sólo médicos y agente de la salud forman parte de la organización. “Está la atención directa, la asistencia, pero se requiere un componente más amplio para que la labor funcione: me refiero a las áreas de logística, de recursos humanos, finanzas”, dado que también hay que “abrir cuentas de bancos para recibir ingresos en países que quizá no tengan estructura financiera”, y es menester recular personal para realizar el trabajo. Los recursos humanos a los que apela la organización son en un ochenta por ciento del país donde se interviene, lo que incluye a los médicos, estima Sebastián.

En estos tres años estuvo más de un año en Sudán del sur; en Bangladesh, en la crisis de refugiados; en Afganistán, en el conflicto interno armado, y hace más de seis meses permanece en Colombia asistiendo a inmigrantes venezolanos. “Se trabaja por contrato temporario, y luego uno expresa cuánto tiempo necesita descansar para estar disponible otra vez”. Ese período de descanso, según una suerte de código no escrito o compromiso ético, no puede ser mayor a unos tres meses, redondeando. A quien se toma demasiadas atribuciones en la materia, no vuelven a convocarlo.

 

¿Advertís cambios en vos, cómo ha sido el proceso de estos tres años?

-Es extremadamente gratificante poder trabajar en una organización en la que uno reconoce una seriedad muy grande y unos criterios muy interesantes. Eso te deja un caudal de enseñanza, te lleva a conocer muchas necesidades que hay en el mundo que no conocerías si no fuera por esta actividad. Me refiero a países, a zonas y situaciones específicas. Vamos donde están los cuadros más complejos. Eso te hace crecer.

 

Y si bien Médicos deja el país, verán también los logros, el resultado del rescate…

-Sí, estamos hablando de salvar vidas. Nuestra intención es devolverles la dignidad a las personas para que tomen sus propias decisiones. Una persona enferma o con necesidades tan básicas como el acceso a la salud, va perdiendo la capacidad de decisión. Por eso nosotros intentamos brindar un servicio humanitario básico que por derecho internacional todo el mundo merece tener, para restituirles la dignidad y que puedan tomar sus decisiones.

 

En un mundo cada vez más convulsionado. Vos lo sabrás bien.

-Sí, claro, uno es testigo de situaciones en las que cada vez más parece ir disminuyendo la empatía por el otro, por la misma sociedad. Yo no hablaré de quien es culpable y quien no, no tengo la capacidad de ver eso ni soy nadie para hacerlo, ni tampoco es el trabajo de Médicos Sin Fronteras. Lo que sí hacemos es comunicar que es muy importante para la sociedad y principalmente para quienes pueden tomar decisiones, a niveles gubernamentales quizá, generar este conocimiento de qué sucede y las necesidades que existen, para que las decisiones del futuro se enfoquen más en cubrir esas carencias básicas, habiendo tantos recursos disponibles en el mundo.

 

Recursos que en algunos casos se van agotando: el agua, el petróleo. Hoy se ve un crecimiento de la conflictividad y de la violencia de las grandes potencias que quieren apropiarse de eso como sea.

–Sí, es probable que tengan que ver con eso algunas cosas, pero sin dudas hay necesidades muy básicas que están invisibilizadas, y es muy importante que como sociedad nos pongamos en el lugar del otro y pensemos que todos nuestros actos deberían primero tratar de solucionar esa situación. Muchos podemos comer todos los días, ir a un médico y a la escuela, ni pensamos en eso porque lo tenemos, peo hay una cantidad muy grande de personas en el mundo que no poseen acceso. Viene sucediendo hace mucho tiempo, pero es hora de que todos paremos la pelota y nos pongamos a pensar en ello, en definitiva se trata de las cosas realmente importantes.

 

“LA DEFINICIÓN SOBRE QUÉ NECESITA LA GENTE DEBERÍA VENIR DE LA PROPIA GENTE, NO DE MESAS PEQUEÑAS”

¿Cómo dominás tu ego? En mundo egocéntrico, en el que mandan la imagen, el individualismo y el exhibicionismo, sos parte de una organización de la que no se conocen sus miembros, ya que lo que importa es Médicos Sin Fronteras.

.Tenemos un lema interno que me gusta mucho: no idolatramos a la organización, nuestro objetivo es la gente, y nuestra guía de trabajo de cada día. Nosotros no decidimos qué es lo que más necesita la gente, eso proviene de un análisis de la propia gente a la que vamos a atender, y nos ponemos al servicio. Es un mensaje que aplicaría en muchos aspectos, para quienes pueden tomar las decisiones. La definición sobre qué necesita la gente no debería venir de mesas pequeñas, sino de la misma gente a la que uno le quiere brindar el servicio. Por eso es importante ir y meterse, estar en el lugar del problema, hablar, preguntar. Ahora podemos discutir en esta mesa qué necesita un país como solución, pero si uno no es amplio y no lo recibe de la propia sociedad, probablemente tangamos una intervención equivocada.

 

Que puede resultar peor que no intervenir.

-Exactamente.

 

¿Qué le dirías sobre Médicos Sin Fronteras a alguien a quien le duele cómo está el mundo y quiere hacer algo?

-Creo que hay muchas maneras y diferentes posibilidades de hacer un trabajo con un impacto en la sociedad. Me gustan las actividades que promueven la empatía con el otro, con la sociedad que necesita nuestra compañía, comprensión e intervención cuando tenemos la posibilidad. No pienso que todo el mundo debería ser humanitario, pero sí comprometerse con una reflexión sobre lo que nos rodea, lo que sucede en el mundo, para primero ponernos en una mejor dimensión acerca de la situación en la que estamos y lo que tenemos. Desde ese punto de vista, el que pueda ejercer una actividad con un impacto directo, absolutamente bienvenido será.

 

En lo cotidiano cualquiera puede cultivar un perfil así sin ser parte de una organización humanitaria, porque hasta quizá sin saberlo o sin proponérselo deliberadamente, y sin realizar acciones impactantes, estará contribuyendo a que las cosas cambien.

-Sí, claro… Y personalmente pienso que quienes ven a gente que sufre necesidades no deberían creer que con darle un dinero es suficiente, ya que pueden hacer más, o quizá algo mejor: dedicarle un tiempo a esa persona, sentarse con ella y escucharla, interpretar su problema y su necesidad, y luego asistirla a través de distintas ramas.

 

En cierta forma, quien le da un dinero y sigue se pone en una posición de superioridad. Sentarse a charlar es de algún modo situarse a la par…

-En algún sentido sí… Y esa persona puede llegar a valorar mucho más ese tiempo que le dedicás, que si le ponés cien pesos como si fuese un buzón y seguís andando.

 

EL CLIC

¿Qué te dolió lo suficiente como para activar tu cambio de perfil, tu nuevo rumbo en la vida?

-Estaba trabajando en una empresa petrolera muy grande (Exxon Mobil), en Buenos Aires, que era el lugar en el que pensaba que quería estar. Pasaba una persona y se fijaba la postura que tenías sentado, te acomodaban el monitor, no querían que dejes el cajón abierto por miedo a que tuvieras un accidente. Era una exageración. Pero los objetivos principales de las personas que trabajaban ahí estaban muy lejos de lo que yo consideraba importante. Hasta que un día, un grupo de personas que habían hecho un viaje a Estados Unidos dialogaban a ver quién pasó más horas en un shopping de Miami comprando regalos y cosas. Eso me produjo un clic en la cabeza. Me dije que no quería estar dentro de unos años hablando así, porque iba rumbo a eso. Yo respeto cómo quiere vivir cada quien y si disfruta de hacer compras, pero para mí no tiene ningún impacto, no me interesa en relación a lo que considero importante. Trabajaba muchas horas y ganaba bien, pero ya había empezado a realizar algunas labores con organizaciones solidarias, y me daba cuenta de que a esas poquitas horas las disfrutaba mil veces más que el tiempo en la oficina.

Chino Castro

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