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Destacan el rol de las plantaciones forestales para mitigar el calentamiento global

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La FAUBA y el INTA concluyeron las primeras mediciones de gases de efecto invernadero en forestaciones de Entre Ríos. Los resultados arrojaron valores hasta 23 veces más bajos respecto de otras actividades agrícolas.

Un estudio realizado por la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y el Instituto de Suelos del INTA Castelar midió por primera vez en la Argentina las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de las plantaciones forestales y estudió el rol del suelo como reservorio de carbono orgánico. La experiencia permitió obtener información inédita desde el punto de vista ambiental para nuestro país.

La investigación reveló que las forestaciones emiten poco óxido nitroso (N2O) -un gas de potente efecto invernadero-, incluso en comparación con el sistema natural y con situaciones agrícolas. Además, los sistemas forestales tendrían un gran potencial para fijar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera, lo cual ayudaría a reducir su concentración y potencialmente atenuar el aumento de la temperatura. La Argentina tiene potencial para aumentar su superficie forestal.

“Ambas líneas de nuestra investigación contemplan dos caras de la misma moneda: Por un lado, determinamos cuánto GEI emiten las forestaciones y cuál es su potencial para contribuir al efecto invernadero. Por el otro, analizamos el rol del suelo en ese tipo de producciones como fijador de carbono y la posibilidad de atenuar, de esta forma, el calentamiento”, explicó Helena Rimski-Korsakov, docente e investigadora de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA.

En este sentido, advirtió que en la Argentina hay escasos registros de GEI en general, y que hasta ahora no existían determinaciones en plantaciones forestales: “Los resultados que obtuvimos constituyen las primeras evaluaciones de emisión de óxido nitroso en sistemas forestales con bosques cultivados en la Mesopotamia argentina. Estos resultados se pueden tomar como valores de referencia o comparativos para nuevos estudios”, afirmó.

Asimismo, destacó la importancia del secuestro de carbono orgánico en el suelo y su capacidad para disminuir el aumento del CO2 en la atmósfera. En la actualidad, ambos procesos son tan importantes que uno de los puntos clave para mitigar el cambio climático se basa en fomentar las forestaciones, dijo Rimski-Korsakov, y recordó que en los últimos años, la capacidad de estos sistemas para fijar carbono despertó gran interés a partir del compromiso de países desarrollados de otorgar Créditos de Carbono o Bonos Verdes como una manera de compensar sus emisiones de CO2, de acuerdo con las bases del Protocolo de Kyoto de 1997.

Buenos resultados

Las investigaciones que realizaron desde la FAUBA y el INTA se financiaron con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a través de la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) de la Secretaría de Agroindustria de la Nación. Las mediciones se llevaron a cabo entre 2016 y 2018 en plantaciones forestales de Eucalyptus grandis en el establecimiento agrícola-forestal “El Potrero de San Lorenzo”, ubicado en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, con plantaciones de distintas edades, en diferentes tipos de suelos (arenosos y arcillosos) y en una situación de monte natural. Esta es la tercera provincia en orden de importancia en cuanto a superficie forestada (154.000 hectáreas), después de Misiones y Corrientes. El 70% de su superficie forestada corresponde a plantaciones de Eucalyptus.

Para avanzar con las investigaciones de GEI en la Argentina se midió la emisión de N2O, CO2 y metano (CH4). No obstante, los investigadores centraron sus esfuerzos en el N2O ya que su potencial efecto sobre el calentamiento global es casi 310 veces mayor que el del CO2.

Para obtener las muestras gaseosas emplearon una técnica que consiste en el uso de cámaras colocadas sobre una base de hierro enterrada en el suelo. Los gases se extrajeron con jeringas para luego analizarlas en laboratorio con un equipo especial llamado cromatógrafo gaseoso. Para evaluar el contenido de carbono en el suelo, el equipo de profesionales cavó pozos exploratorios -o calicatas- hasta un metro de profundidad en diferentes situaciones.

Según los resultados del estudio, a las emisiones de GEI se las calificó como ‘bajas’ y ‘muy bajas’, independientemente del sistema (es decir, vegetación nativa, bosques cultivados y tipo de suelo), y muy inferiores a las que se habían registrado previamente en nuestro país en situaciones agrícolas.

Las emisiones de N2O estimadas por hectárea y por año fueron casi cinco veces mayores en el monte que en los tratamientos forestales. En el monte se registró 0,7 kg N-N2O por hectárea y por año, mientras que en los tratamientos forestales fue de 0,13 kg N-N2O por ha y por año, en promedio. A modo de referencia, para suelos agrícolas de la Argentina, la estimación está en el orden de 3 kg N-N2O por ha y por año, según información de la Fundación Bariloche. Estas cifras indican que la agricultura estaría arrojando valores 23 veces más altos respecto de las plantaciones forestales.

El contenido de nitratos en el suelo fue la principal variable que explicó las tasas de emisión: a mayor contenido de nitratos, mayores emisiones. En cuanto al suelo como reservorio de carbono orgánico, se pudo determinar que se relacionó más con características de los suelos como, por ejemplo, su textura, que con las prácticas de manejo. Los suelos más arcillosos presentaron un mayor contenido de carbono.

Ampliar las investigaciones

Los datos obtenidos sirven para tomar decisiones de manejo productivo y ambiental. Además, se los puede usar para mejorar las estimaciones del inventario de gases de efecto invernadero del país, en el que también se podrá especificar cuánto aportan los bosques cultivados a las emisiones nacionales de GEI con datos medidos en condiciones de producción. Según el inventario nacional, que posee datos obtenidos en 2014, la energía contribuye con 53% de las emisiones de gases efecto invernadero, mientras la agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos de la tierra aportan 39%, y los residuos con un 4% (igual que los procesos industriales y usos de productos).

Según Carina Álvarez, docente e investigadora de la cátedra de Fertilidad y Fertilizantes de la FAUBA, que también participó en el proyecto, esta investigación es un punto de partida para continuar con las determinaciones en otras producciones forestales. Sin embargo, consideró que “los resultados no se deberían extrapolar, puesto que cada zona y cada especie forestal poseen diferentes características ambientales y productivas”.

“Nos gustaría seguir ampliando los conocimientos en esta área tan desprovista de información en nuestro país. El problema es que al ser investigaciones muy costosas dependemos de obtener subsidios para llevarlas a cabo”, lamentó.

En el trabajo participaron los investigadores de la FAUBA Esteban Ciarlo, Patricia Fernández y Haydée Steinbach, además de Álvarez y Rimski-Korsakov. Desde el Instituto de Suelos del INTA Castelar, el grupo estuvo integrado por Vanina Cosentino, Ana Lupi y Romina Romaniuk.

Ambos equipos tienen trayectoria en el estudio de las emisiones de N2O en otros sistemas productivos en la Argentina, tanto a campo como en laboratorio. También trabajaron en la medición del secuestro de carbono orgánico en el suelo asociado a distintas prácticas, como rotaciones, labranzas y cultivos de cobertura.

Por otro lado, la investigación fue un ámbito de formación para alumnos de grado y posgrado que llevan adelante sus trabajos de tesis, así como para una estudiante de intercambio francesa y una docente de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay.

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