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martes, 23 de abril de 2024
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Decir con otros para decir mejor

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Valeria Inés Bayala es de Olavarría y dirige el Coral San Carlos hace seis años. Un coro de casi treinta años que hoy resiste con sólo once integrantes, con el que sin embargo hay mucho y bueno por hacer, según remarcó la directora: “Tienen experiencia, y eso te da sabiduría y ganancia en cierta dinámica. Cuando no estás acostumbrado al trabajo colectivo se nota mucho, ellos hace mucho que cantan juntos y eso determina que haya cosas ya resueltas, así yo me puedo enfocar en otras”, explicó.

¿Qué está resuelto y en qué te podés enfocar vos?

-Que ellos puedan cantar a distintas voces. Armamos cuatro, otros coros lo hacen al unísono por más que sean voces masculinas y femeninas y haya una división octavada de eso. Acá logramos hacer cuatro. Eso provoca que cada voz pueda estar más cómoda en su registro. Es un punto resuelto, pero es todo un tema cantar una línea melódica y que otro te esté cantando otra cosa al lado. Es difícil, pero cuando te vas acostumbrando ter abre la cabeza en lo armónico. Entonces yo me puedo concentrar en el sonido general. Si estamos haciendo un tema popular, tendrá un determinado sonido, no lo cantaremos colocado como si estuviésemos en una iglesia. Hay cierto repertorio que requiere otro sonido en relación al popular, que es el que está al alcance de todos. Me enfoco en eso y en los matices, que son los más difíciles de lograr: acá cantamos fuerte, acá suave, eso es lo más arduo de conseguir. Me gusta buscar todos los recursos posibles que puedan expresar de manera cantada lo que estoy contando.

Como muchos coros (¿la mayoría?), el San Carlos adolece de voces masculinas. Bayala invita a sumarse, destaca que el repertorio del conjunto es “popular y accesible”, lo que incluye al rock, el género del que más cerca está por la generación a la que pertenece (tiene 36 años). “Hacemos Muchacha, de Spinetta. Pero también pasamos por el folclore, que creo que es nuestra música, a la que hay que reivindicar, revalorizar y recrear. Hay versiones que están hechas hasta el hartazgo, a mí lo que me gusta es darles una vuelta artística a las obras conocidas para que podamos escuchar algo nuevo”, afirmó.

¿Cómo ha sido el año que termina para el San Carlos?

-Diferente y muy productivo. Hemos tenido hace poco un encuentro muy lindo, que nos ha sorprendido a todos porque fue una experiencia diferente, signada por la participación de coros de un nivel exquisito. Fue en Las Flores, en un encuentro que se hizo por quinta vez, y que se despliega en tres fines de semana en distintos momentos del año. Cuando fuimos nosotros (6, 7 y 8 del corriente), éramos seis coros cantando los tres días en diferentes lugares, por ejemplo una iglesia, y también una sociedad de fomento en un paraje de la ciudad (Las Flores tiene tres) en el que antes pasaba el tren y ahora ha quedado un pueblo que resiste y espera con pasión a los coros para vivir una fiesta, es una gente hermosa que se ocupa de todo, nos prepara la comida, etcétera. Pudimos escuchar coros de un gran nivel, que de otro modo no hubiésemos accedido, además que verlos en video es muy diferente a verlos en vivo.

¿Se aprende de escuchar a un coro, es como una suerte de cátedra rápida o concentrada en tres días?

-De escuchar y de ver se aprende. Sí. Por ejemplo los varones, ver a otros varones que se mandan los desafía, en el mejor sentido de la palabra, los incentiva y motiva.

El Coral San Carlos cerró el año el viernes pasado, en el marco del encuentro organizado por su par Il Fior di Maggio, de la Sociedad Italiana, en la parroquia. Tras un 2019 con poca actividad en Bolívar y bastante en la zona, y la organización de un encuentro como locales que quedó pendiente, en 2020 comenzarán a ensayar la primera semana de marzo, como siempre (este año lo hicieron en la casa de una coreuta, pero buscarán otro lugar). “Y con un repertorio nuevo, además de seguir sosteniendo el material que venimos haciendo, porque cuando no se canta algo durante dos meses, se cae”, advirtió la música, que da clases en el conservatorio de Olavarría y también integra agrupaciones corales.

Acerca del ítem repertorio, Bayala señaló que suele ocurrir que el director lleva al coro una pieza que no cae en el momento apropiado, por distintos factores: “Puede que se dé un desfasaje en lo rítmico, que los coreuta no sientan esa canción en ese momento, no se vean reflejados. Y se nota… Imaginate que si somos tres por cuerda y uno canta sin ganas, afecta al sonido general”. También sucede al revés: cuando hay ganas, empatía con la canción propuesta, todo fluye y el coro respira y celebra, añadió la directora.

 

“SI UNA CANCIÓN ME GENERA ALGO, VA. CASI SIEMPRE ENTRA POR LA MELODÍA”

¿Ya pensaste qué temas incorporar el año que viene?

-No, yo escucho una canción y si me genera algo, va. Generalmente entra por la melodía, porque soy cantante. Y después hago el trabajo de arreglar, que me ha empezado a apasionar. No todos los directores arreglan. Yo me animé creo que de cararrota, se me pone algo en la cabeza y pruebo. Y ellos, pobres, son los conejillos de Indias… En rock argentino, por ejemplo, no hay arreglos corales, y si hay de otros directores son para grupos determinados. Yo tengo el mío, y mi arreglo debe ir en función de lo que tengo. No es sólo si te gusta el tema, si no si va para tu grupo.

Más que buscar canciones, veo que lo que hacés es estar abierta a que la canción te encuentre, que es al revés.

-También. También. En nuestro repertorio hay murga también, cosas de Magdalena Fleitas, que es la María Elena Walsh del momento. Hacemos Amándote, que es un candombe. Y zambas, huyanos…

 

UNO PARA TODOS, TODOS PARA UNO

Marcela Blanco, una histórica del Coral con más de veinte años de participación, aprovechó esta charla periodística para convocar a los interesados e interesadas en sumarse a un grupo que necesita más voces. “No es necesario saber música, sino que les guste cantar y compartir su canto con el de los demás. Es lindo darse la oportunidad, insistir algunas veces a ver qué pasa, como hice yo y han hecho tantos”, expresó la coreuta. Quienes deseen probar, deben pasar por Casa Carlitos (en calle Alvear, al lado del Banco Galicia), donde encontrarán a Marcela. “Se logran cosas lindas juntos, pero lo más lindo es la amistad que tenemos, somos un grupo tipo familia ya”, destacó. “El canto refleja cómo estás, te expone los sentimientos, no es hablar, algo a lo que estamos más acostumbrados: si estás triste se nota, si estás alegre también. Uno dice mucho, pero si lo dice con el otro es más fácil, y lo dice mejor. Hay que quebrar ese punto de timidez o autoexigencia para darse cuenta que podemos hacer un clic y liberar el sonido y el corazón, aunque no hayamos cantado jamás”, completó Bayala.

Chino Castro

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