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De esto y aquello

Nota 1527 - (4ª Época).

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Por Felipe Martínez Pérez.

Este es el país de la debilidad. Todo es débil y además chabacano, ramplón, ordinario y por si no bastare se trata de una debilidad de cuarta, suponiendo que tal entelequia exista. Alberto es débil con una manera descarriada de hablar que ya nadie sabe que pensar, la señora es debilísima y con miedo y no sabe que inventar para romper el radicalismo que puede y debe ser la fuerza que comande la salida dentro de meses pues así se lo han prometido a ellos mismos. Y los peronistas no aciertan con su debilidad tratando de salvar algún nicho de gente más o menos como para salir a lidiar en el momento oportuno. Por su parte los de la oposición parecese hacen eco del viejo refrán que a río revuelto ganancia de pescadores. Y es de esperar resulte porque no deja de ser una chapucita, esperar que el otro se caiga, porque hay que tener cuidado. 

Por ahora al desgobierno no le salen bien ni las chapuzas. Lo cual ya es grave y de terapia intensiva, pues espanta haber llegado a semejante extremo. Que todo lo débil siga igual hasta dentro de más de un año. Es espantoso y que cada uno de los argentinos tenga que aguantar eso, es para llorar o para irse como es la tendencia. Pero sucede que los países ya están hechos y les quedan pocos resquicios. No es fácil la salida. Y no queda otro remedio que apechugarla hasta que se vayan o los vayan; con las urnas, claro. Porque esta gente creída de sí misma aguanta hasta el día del juicio final si los de enfrente no se mueven, porque sucede que los engreídos nunca acertarán con el ojo de la cerradura.  

Sin embargo, cuando acaece tanto desamparo se cae en la cuenta que después de todo, se vive en un país donde alrededor de la debilidad crece desde siempre la fortaleza que dan su campos, sus ríos sus cielos y lo que la tierra esconde, que me parece hace rato es de otros, pero algún día cambiará, y sobre todo sus hombres y mujeres que dentro de un año sabrán de una buena vez que se sale o se hunde. Y no hay otra. En una palabra que la debilidad está en los cerebros de quienes suponen, todavía, y después de lo que está pasando, que trabajan por la patria. Algo que hoy se espera, porque en realidad en este momento y desde los niveles políticos, solo trabajan por ella dos docenas y esperan prosperen y al cabo den en el clavo; y tener mucho cuidadode algún pillo se los saque cuando está por dar el martillazo. Que hay muchos, y en todas las veredas. Leía hace días que el famoso neurocirujano que nadie sabe por qué está donde está decía que “esto no lo cambia alguien del sistema, creo que en 2023 se va a votar entre lo nuevo y lo viejo”. Desconozco donde está él pero no me cabe duda que deberá estar algún viejo del sistema para extirpar lo viejo y espero sea de Mendoza y se llame Cornejo.

Y sucede que en el sistema siempre anda lo nuevo y lo viejo, el problema pasa por los porcentajes, pues esas dualidades siempre existen, como subsiste el ya viejo civilización y barbarie y sin embargo abunda en el sistema, porque no hay más que ver a los políticos y politiquillos del oficialismo para tomar conciencia que muchos de ellos, el trabajo que han hecho y a destajo, no ha sido otro que el atenidoa las viejas maneras de un tal Atila. Basta salir a la calle.

Y por si fuera poco al costado de la debilidad mantienen joven el desaire. Nadie ha manejado mejor el desaire que buena parte de los intrusos del Gabinete y buena parte de los obtusos de las Cámaras Y aquí estamos. Un país fracasado porque fracasa una pareja argentina, o sea un hombre y una mujer y no precisamente aquellos de la famosa película; y los aplaudidores siguen aplaudiendo cada cual a uno de ellos, y consecuentemente a parcelas de entre los de él, o los de ella. Y esa es la Argentina. El cable famoso, ¡aleluya! ha pasado la carretera y ya tenemos la luz encima, pero en la letra chica que con suerte a fin de año. Y así está todo incluido lo más importante del todo.

Ahora resulta que la guerra en otra parte es la maldita causa que nos trae la inflación y con ella los millones de pobres que los desgobiernos han sabido conseguir; y nadie como estos. Es harto sabido que las guerras siempre hacen bien al que está fuera de ella y tenga algo que vender; y sobre todo les hace mucho bien y les pone felicísimos a quienes las han armado y curiosamente, no están en el frente de batalla, y a veces como ahora separados por océanos. Lo cierto es que un argentino, hoy, no puede cambiar un neumático o sus máquinas están paradas por un simple tornillo; y no es por la guerra en Ucrania, sino por la guerra que desde hace un cuarto de siglo libran los argentinos contra la Argentina y sobre todo por aquellos que los vio nacer en ella y olvidan que la patria, su patria, aunque la desconozcan, fue grande cuando trabajaban sus padres o sus abuelos. Hoy desde una galletita hasta un simple lácteo está producido de cualquier manera; y por arte de magia los tres cuartos de cualquier bebida se han achicado e incluso hasta los palillos tienen menos madera. Y arriba, tan campantes, chupando de las enormes tetas del Estado. Que viene a ser el lento suicidio nacional desde que TODOS y TODAS, echaron a Illia por la simple razón de tener un plan nacional. Lo que ha venido después entre regular y malo, y esto detestable. Estaba escrito. No es por la guerra. Si continúan jugando al suicidio, donde se descuiden, se van a cortar las venas de verdad.

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