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sábado, 20 de abril de 2024
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De esto y aquello

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Por el Dr. Felipe Martínez Pérez

He escrito en varias ocasiones, que de elegir en octubre la catástrofe, o sea, algo parecido a un suicidio colectivo que mucho gusta por estos lares, el presidente actual iría a la cárcel por haber trabajado cuatro años para la señora olvidando el llamado de los votantes. Y esta señora se tomaría la revancha. Y al respecto he  puesto en varias ocasiones, no ahora, sino hace meses y meses la famosa revolución francesa que terminó en la guillotina el que de verdad era revolucionario. Y no lo voy a repetir otra vez. Pero la actualidad da para esos pensamientos. Por ello no está demás traer a colación que en estas semanas de mar de fondo, mal no estaría que a pesar del tremendo oleaje se pongan las ideas de una buena vez y no sigan con las chorradas habituales. Porque cuando hay por todos los estratos de la nación unos cuantos miles de personajes y personajillos, hombres y mujeres, que irían a la cárcel,  si este presidente quisiera, amén de la ingente cantidad de dineros a devolver si este presidente quisiera, pues se cae de maduro, conociéndolos, que no habrá paz mientras la acechanza continúe.

     Por lo que sea visto de forma cotidiana, esas pobres víctimas son capaces de cualquier cosa, incluso lo que usted lector piensa, con tal de zafar. Y en ello reside el problema. Semejante oleaje a la manera de los maremotos es traído para poder zafar; lo que no quiere entender el gabinetillo es que si ellos zafan, será el presidente quien encalle en Ezeiza. Por traición, lo mismo que él no puso en valor o sobre la mesa horas después de asumir la presidencia. Porque curiosamente lo de él sobrevendría por ausentarse del problema en su momento. Y se le volverá como un bumerang. En el suplemento IDEAS de La Nación, el autor, no se refiere a la revolución francesa, pero finaliza su artículo titulado “La parte y el todo” con un presagio que a mí no me llama la atención por escrituras obvias;  “crece un presagio brutal: quien gane irá a la Casa Rosada y quien pierda, al penal de Ezeiza”.

     O sea, tremendo. Y lo más tremendo es que a esta altura sigamos como siempre y peor, por dárselas de príncipe que en su momento despertó con un beso a la princesa dormida en los bosques del sur. Es todo tan extraño, tan sin asidero, tan imposible de pensar allá en la lejanía de no cumplir con el mandato del votante que ahora es dramático pensar que  toda la tortilla pueda darse vuelta. Deja sin resuello, el solo hecho de haberlo visto trabajar sin desmayo, durante cuatro años para la señora, la cual, podría por cuestiones por demás previsibles que hasta si ella gana, por lo menos hacerlo pasar por los tribunales de continuo. Y el único aliciente, digno de tener en cuenta, pasa por el hecho de que los peronistas no quieren ni pensar en qué podría quedar todo. Y sin duda quieren iniciar otro camino. Lo cual es importante, pero la cantidad de personajillos que entrarán a las cámaras nacionales y provinciales y hasta municipales, hará que en conjunto se vea poco futuro. Sin embargo, importa el poco futuro que siempre es más que sin futuro.

     Han llegado a un estado de caos de tal magnitud que no aciertan a salir porque desconocen la llave mediante la cual abrir la puerta y salvarse. Debe haber algunas llaves, pero no muchas a esta altura, y pasa por el dinero, el que a manos llenas dirigen donde no deben y se podría enderezar a donde importa.  Hay una forma de salvarse, me parece, y es darle al jubilado la importancia que debiera tener. Y digo debiera, porque desde hace años y años todos se olvidan de él, del jubilado; total se muere. Y eso es lo que piensan todos los gobiernos ante los juicios que se hacen contra el estado. Un estado que supone no hay que apurarse porque se mueren en la cola. Sin embargo, el señor presidente y su soberbio asesor deberían salir a la calle para tomar conciencia que hay un dato etario que aun dudando le darían el apoyo, porque la experiencia pesa; y no lo quieren entender los políticos, que les gusta la juventud o el olvido. La experiencia que da la vida de trabajo, no de la corrupción o del puestito por ser correligionario o amigo del sobrino del tío. Pues de cincuenta y cinco para arriba una gran mayoría, hasta podrían darle el voto por miedo, no por buenos. Por miedo al descalabro de sus hijos y nietos.

Es decir que debería acordarse de los que trabajan y de los que han llegado exhaustos a la jubilación, en vez de jugar eternamente con el dólar que da pingües beneficios a los que ahora quieren zafar y a extraños. Unos iluminados que de forma reiterada  le hacen el mal al que trabaja, no queda otro remedio que pensar  que lo hacen adrede. O sea, que hay que esmerarse para pasar el tifón. Es cuestión de brújula, sextante y buenas velas buscando el barlovento. No les veo. Pero les tiro una llave. En Argentina hay más de seis millones de jubilados, pues bien deles por decreto, una cifra entre tres mil y cinco mil para siempre. Que ninguna jubilación baje de quince mil. Y de ahí lo que después venga y dejarse de joder con el 10 por ciento, que mengua más el triste acto. También alguien podría decirle al señor presidente que un jubilado no puede entrar en el geriátrico más barato. ¡Que se dice pronto! Que UNA simple ampolla para su bronquitis le lleva más, mucho más, que los trescientos que le toca por día. O sea, apunte a una cifra que aliente el espíritu, en vez de las continuas humillaciones y tiene tres millones de votos por lo menos, y a otra cosa mariposa y mata dos pájaros de un tiro; el suyo y el de los otros.

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