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miércoles, 15 de mayo de 2024
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De esto y aquello

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Por el Dr. Felipe Martínez Pérez

Muchas idas y muchas vueltas, y muchas bravuconadas, y muchas propuestas para enfrentamientos, y muchas actitudes desgreñadas, que la gente debería interiorizar, porque cuando todo lo dicho grane, que en eso están y puede suceder, ni habrá retorno, ni habrá patria, y la nación y el país se irán al garete. Demasiados malversadores de ilusiones, demasiados correctos que solo atinan a romper y ganan muy bien, demasiados estúpidos y necios rompiendo el pasado o el lenguaje o aplaudiendo a los indios del sur que no existen y olvidando a los del norte que si son verdaderos. O sea, siempre nadando en aguas cenagosas pero no curan los ríos, siempre moviéndose en lodazales a imagen y semejanza de sus horizontes. ¡Qué difícil se ha vuelto vivir y morir en Argentina!

Qué difíciles de entender y aceptar los meandros cerebrales de los políticos, de los baradeles, de los jueces, de buena parte de la gente. Qué ralea de ineptos desde aquella borrachera nacional tirando a Illia que hasta los niños de pecho participaban del suicidio. Ese fue el punto a partir del cual todo se vino abajo. Después han ahuyentado a los actores porque sea arreglan con figurantes. Sesenta añitos de figurantes. Sesenta años los listos en manos de los tontos y los tontos atentos al bolsillo; y los listos sin bolsillo. Y de esos, treinta años insultando a Sarmiento, insultando a Roca, insultando a Avellaneda y curiosamente enamorados de Belgrano, pero odian la bandera. Ven dos banderas juntas y huyen escaldados; mientras tanto flirtean con Rosas.

Por otra parte, los blandos que deberían frenar semejante marasmo y desconcierto, una vez avanzada la faena no los van a llamar a colaborar como primeros actores. La destrucción no requiere actores, se arreglan con las comparsas y no otra cosa se ve en la actualidad en los niveles de los tres soportes de la nación. Solo comparsas y malas, con malos instrumentos y mucho sabañón en las neuronas. Incluso es hora que la oposición deje de caricias entre ellos; y los radicales de una buena vez planten cara como partido a esta faena que atenta contra la democracia, Por lo que se ve, a la democracia le cuesta demasiado desprenderse de la antidemocracia. En esta “nuevas normalidad” de la que hablan pensadores universales, o sea, en estas nuevas chorradas universales, se gasta más, mucho más, en romper mediante grupúsculos que en hacer carreteras y puertos y rieles y barcos.

En romper y atontar se gastan miles de millones de dólares. Como la cantidad de dólares que se han perdido jugando a paliar la deuda, a la vez que se producían los cotidianos enfrentamientos, distintos y distantes de lo que espera la sociedad. Es todo tan ridículo y amañado, que algunos, pocos, hablan del gran triunfo del gobierno. Sin embargo, no es otra cosa y a destiempo que un triunfo a lo Pirro del economista de turno, que ya a estas alturas es incapaz aunque quiera producir ilusiones. La deuda en un país como Argentina se paga en meses y si sucede lo contrario como es habitual es que los que vienen mandando parlotean como si supieran de la crisis.

 

Que el suelo argentino es amplio y feraz y el subsuelo incalculable en riquezas. Ni sabemos que hay o si lo saben los que se lo llevan y poco dejan. Todo es feraz menos los cerebros de los que mandan, que parecen de corcho.

Todo lo anuncian como la nueva normalidad y cansan con lo correcto, que hay que embromarse, los desnortados hablando de corrección. Para que te quedes en casa, para que no hables verdades incorrectas, para que hables en jerigonza, para confundirte y andando camino hasta te den asco tus abuelos. Es hora de dejar a un lado a todos estos gurúes que lanzan frases muy bonitas que te llevan de la mano a lo peor, y de la mano, te aíslan de lo mejor. Es hora que los políticos y la gente sean incorrectos, a ver si de una vez se eleva la pasión por el trabajo y la vida. Porque buscan la bancarrota de la gente, aislándola del trabajo, pero sucede que el hombre trasciende por lo que hace. Y confinado no hace nada, O hace lo contrario, padecer por no trabajar, A la vez que afloran ansiedades y depresiones que al día de hoy tanto afectan a los argentinos y de buena parte del mundo.

En Argentina siempre hay crisis pero nadie se cae del caballo y se despierta, y eso que les da por ir a sitios aledaños a Damasco, me refiero metafóricamente a Pablo por las dudas, claro. Eso sí, el Calvario nos lo tiran a nosotros. Mientras ellos a estilo Pilatos, siguen viviendo bien y tirando manteca al techo en vez de trabajar. La mayoría nunca ha trabajado. Y la chulada al extremo, se pasean alrededor de quienes les votan para que vean que les importa tres pimientos la reciprocidad. Lo vemos, que por ahí andan sin necesidad de hacer muchos kilómetros. Cuanto tiempo hace que no trabajan para los argentinos. En una palabra el aprendiz de brujo de la economía ha tirado el asunto para adelante. Y como decía mi madre, el que venga atrás que arree.

Y así llevamos más de medio siglo que se dice pronto. Solo con imaginar la cantidad de gente que no ha podido ser feliz en consonancia con sus trabajos, gracias a tahúres de distinto pelaje y a jodidos netos y natos. Causa un displacer asumir cómo cien personas y no más, han sido capaces en cincuenta años, más los lóbregos meses actuales de hundir la Argentina, ante el asombro y la apatía de la población. Causa estupor que un enorme país deshabitado y con la riqueza de un montón de países juntos, no tenga una renta per cápita de treinta mil dólares. Causa asco cerciorarse que unos pocos y de lo peor, se han llevado miles y miles de millones de dólares y solo han sabido y saben dejar dolores tras sí; a la manera de cagarrutas de oveja.

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