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viernes, 19 de abril de 2024
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De esto y aquello

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Por el Dr. Felipe Martínez Pérez

No anda bien el clima social. Corren vientos extraños y en exceso cambiantes. De las súbitas galernas a la calma chicha, que llama la atención, y suponen algo emboscado esperando el momento para saltar. Que por lo regular es casi cotidiano. Es habitual y se da por verdadero que algo se cocina, y unas veces se cuelan los olores, y en otras nadie se entera de la identidad del cocido. Y entonces todo hasta lo más mínimo llama la atención; y hasta la intención que en los últimos tiempos anda fuera de quicio. Ocurre que quienes insultaban de todas maneras posibles al Fondo desde veinte años atrás, ahora resulta que cifran sus esperanzas en el Fondo. Del go home al sorry. O sea, cosa de locos.

Por otra parte, daría la impresión porque a decir verdad nunca explican del todo, para los vencimientos con el Fondo, habría tiempo, y el asunto y problema son los acreedores privados que se les corría con la vaina y sin corbata y ahora resulta que hay que pedir ayuda al vecino incómodo para que arregle algo, sobre todo para la galería, izando algunas frases con cierta maestría y cautela, que aun escoradas se entienda. O dicho de otra manera para que la entiendan los acreedores, que se supone que son tan tontos que hace falta les expliquen. En cualquier momento piden ayuda a Trump, que la dará para que no fotocopien Venezuela.

Y mientras tanto es necesario el espectáculo, que es algo que está de moda en todos los niveles. No para el enfrentamiento entre los unos y los otros, que al día de hoy, éstos, suceden entre ellos mismos, Algo que sucede desde el principio; pero ahora a mansalva. Que en eso se han convertido las relaciones de los mismos, amén de enarbolar enemigos, como lo pide el espectáculo del relato. Que el infierno son los otros que ya lo dijo famoso intelectual. Es decir, el espectáculo para consumir sin entrar a hurgar que hay por las profundidades de tal faena, que tanto puede ser pura exhibición como puro circo; o llama la atención la intensidad de oferta para la función, cuando de verdad hay cosa más importantes para hacer.

Pero todo está pensado y muy bien pensado pues el espectáculo curiosamente tapa o desnaturaliza o deforma la exhibición; o simplemente lo reviste de una piel que hasta lo hace sensacional. Y tal rutilante puesta en escena se ha dado el lujo de sublimar el espectáculo que de verdad debía darse. Y mientras tanto, los mismos pero polarizados discuten o se zahieren o juegan a ver quién puede más. Lo que llama la atención es que la gente de a pie, la que básicamente trabaja, y de las dos aceras, otra vez mira sin ilusión, como anestesiada o atontada, pacífica, pero sin darse cuenta ni tomar conciencia que lo que está en juego es el futuro de los argentinos. Sí, han leído bien de todos los argentinos, tanto los que han votado a unos, como los que han votado a los otros. Se está tratando entre dos personajes, si la cosa sigue por buen cauce aunque anodino, pero con ganas de dar el buen paso para salir del pozo, mientras enfrente y enfrentados pero contiguos, discuten si se abandona lo normal y de una vez por todas, se salta a Venezuela.

Y la gente absorta ante tanto desasosiego. La gente continúa yendo a su trabajo o no le interesa trabajar, o queda en casa sin trabajo pero le gustaría trabajar como a la gran mayoría de los que no tienen trabajo y hacen uso de la humillación. Sin duda, casi todos gustarían del trabajo. Que en vez de enfrentamientos hubiera fábricas y carreteras y rieles en construcción y ganarse el pan como todo el mundo pero la prioridad es enfrentar y trastocar todo lo que pueda estar en pie y derecho. Parece como si todo anduviera de maravilla. La gente continúa yendo a las plazas que algunos llaman centros cívicos, y al mar y a la montaña, aunque menos que otros años, y curiosamente, los gerifaltes de la política, de distintas banderías, de un lado y del otro en sus cosas, que no son las nuestras, ni las de la nación. Falta que anden enamorados. Está de moda.

Y al cabo sucede que los de arriba y los de abajo andan por los mismos andariveles y se sientan en los sillones que pertenecen a los votantes; y olvidan que está ahí para que las graderías no necesiten salir a la calle. Y sin embargo, nada en la nación, nada en las provincias y nada en los municipios, solo anomia. Lo único que hace ruido son las palabras extemporáneos y subidas de tono o enrevesadas para que no se entiendan; y todo queda en el ruido pero quienes lo hacen siguen adelante. Y pasan los días y se ve a las claras que los asuntos se salen de madre. Desconozco por qué tanta quietud, y a veces parece que andan buscando la gresca, la gresca nacional, claro; y sin corbata por supuesto.

Porque a poco que se piense un poco y se haga uso del sentido común, no se entiende que nadie tercie en la disputa de dos personas que dirimen el futuro de todos los argentinos dando la espalda a lo que votó la gran mayoría; la de un lado y la del otro. Y además estas gentecillas no quieren se cierre la grieta porque ellos vivirían mal huérfanos de relato. Basta ver hace días que el presidente hablaba de pasar hoja al tema militar, pero a una mujer, supongo que del mismo palo, aunque astillado, dice que no, con cajas destempladas y el presidente pide perdón al rato. Pide perdón a una minoría y olvida la mayoría. O sea, o estamos locos o somos tontos o queremos el suicidio colectivo. Con esta gente y con estos pensamientos no se construye un gran país. Y sucede que la realidad demuestra que no quieren construirlo.

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