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De esto y aquello

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Nota 1387 (3ª Época)

La salida a la calle de la gente ha sido algo de tremenda importancia. Y es tanta,que curiosamente da la impresión que ha calado con más fuerza en la oposición. Como de buen augurio. Algo que puede cambiar el talante de los números que importan, y la elección que se juega Argentina, otra vez, después de cuatro años hueros. Porque al fin una parte importante de la sociedad argentina ha salido a la calle a defender su futuro y el de sus familias. Y las tradiciones y los usos y costumbres y la cultura y hasta la bandera. Es decir, que las gentes, por suerte,se han manifestado y obligado a Macria salir al balcón;que debió usar más menudo. Muchas veces. Y salir al balcón significa eso, o estar en constante diálogo con la gente por los medios, no por las redes.

 

Después de todo, infinidad de veces debiera haber salido a decir algo. Y ha sido la gente quien le ha obligado a salir; para el bien de ambos. Y  no es que Macri, no quería recordar otros tiempos de balcón, sino que nunca le interesó la proximidad de la gente. Se bastaba con su gabinetillo. Así nos ha ido. Al punto que en el mea culpa un personaje de ese gabinetillo aseveraba “que no tengo dudas que faltó más territorio, faltó más calle, más militancia de todos, volver a las fuentes”. O sea, que les faltó de todo y les sobró soberbia. Les faltó, sobre todo, ponerse la corbata que es una manera protocolar de homenajear y respetar a la gente. El lector supongo se habrá dado cuenta que se la ponen solo cuando los invita Mirta, Será para estar guapos. De risa.

 

Llevamos cuatro años de campaña electoral y en los últimos días con el asunto ese de que hay un presidente real y otro virtual, y que puede ser real el segundo y virtual el primero, o por ahí, todo se ha convertido en un despiece de la cordura, y cuando no son pueriles andan mancos de maneras acordes, cuando uno dice que debería valer  tanto el dólar, le pone un tope el otro y es el del perro. Y tan campantes, tirando dólares a mansalva para los amiguetes y compañeros de ruta y a los jubilados que son sus votantes, los han de olvidar otra vez, como siempre,o los apañaran con alguna limosnilla. Son de atar. Y sin embargo, hay que votarlos. Y hasta sería una de las acciones más importantes y positivas de los últimos tiempos. Es de suponer que en los últimos días el hombre del balcón habrá entendido el mensaje. Que no se trata de él, aunque también, sinodel Miedo.

 

Y es de esperar que ninguno de los distintos bandos, sigan atados a sus ensoñaciones. Que la realidad no es de ensueño, precisamente. Y lo más curioso, que el futuro se puede entender, de manera tal que no ofrece dudas, con solo observar las lindezas que portaban y aportaban a la grieta aquellos que quieren entrar o de sus amos, cuando sin pies ni cabeza y con vituperios varios, insultaban a quienes salían  a la calle a defender sus derechos, y porque salir a la calle era su deber; se trataba de la democracia y suponen que pueden perderla. La calle asusta a todos, dependiendo de las circunstancias.Si bien unos la usan razonablemente porque tienen razón. Los otros montan en cólera y les da en las entretelas que haya calle y no la usen ellos. En consecuencia, no deja de ser llamativo que los piquetes multipropósito la han cortando a cada rato durante cuatro años, y de golpe,cuando los adictos a la cordura salen a la misma se enojan; porque al parecer, la calle es de ellos.

 

Curiosamente la gente que estaba ahí era insultada por los podemitos y podemitas que al igual que sus gemelos peninsulares suponen que la calle es legal cuando la usan ellos e ilegal cuando los otros se les van de las manos. No se han dado cuenta que hacen un uso desusado del cristal con que se mira y por estos pagos equivocaron las facciones. Como no están acostumbrados al trabajo no tomaron conciencia que eran las capas medias las que marchaban; que curiosamente son las que trabajan para sí y para ambos extremos de la sociedad. Y es la que sufre, siempre más que la de abajo, y también más que la de arriba, porque esta nunca sufre. Y seguramente les ha llamado la atención y no han podido meterse entre los que se manifestaban en orden para desordenar. El Cabildo no sufrió. La catedral, tampoco.

 

Nadie hizo aguas menores ni mayores en las centenarias arcadas ni en la escalinata catedralicia. O sea, estaban en la calle las capas medias, las que hacen el país. Y en la lejanía, cuando todavía no lo eran, porque eran de abajo, pero trabajadores, y recién bajaban de los barcos, Sarmiento y Roca, les dieron las Universidades para que sus hijos fueran capas medias. Y ha sido hasta los sesenta. Después, y aunque parezca mentira, muchos de aquellos, convertidos en nietos y biznietos son los que hoy trabajan a destajo para romper lo que sus mayores supieron construir, y que hoy es necesario dejarlo a los menores actuales y quienes vendrán después. Y continúan despilfarrando dólares.

 

Por lo demás se trata del futuro de la patria. Y es sabido que se pagan mejores honorarios para destruir, que para construir. Y cada cual debe saber lo que hará dentro de dos meses. Por otra parte, resulta que en las capas medias, muchos, todavía, recuerdan a sus próceres, a sus escritores, a la historia tal como sucedió en sus grandes hazañas. Mantienen la cultura y la producen, y saben de qué va lo nuevo y qué, va quedando en la lejanía, a pesar del manoseo terrible de la realidad y de la sociedad con el asunto exasperante de la polarización y del sometimiento de la grieta a las desfachatadas sandeces de los parlantes de los distintos colectivos de la exclusión.

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