Haber elegido el oficio de periodista determina que siempre, todo, incluso las cuestiones personales por las que toca atravesar, sea noticia. En este último caso, muy especialmente cuando se trata de resaltar algo que está bien, que llama a la felicitación y enfáticamente a las gracias.
Familiarmente nos tocó vivir el maravilloso momento de un nacimiento. Fue el 30 de diciembre en el Hospital Capredoni donde escuchamos el primer llanto de nuestra muy esperada Pilar, una hermosa bebé de 3,410 kilos que vino a alegrar el final de un 2020 doloroso, aciago, y a decirnos que sin dudas hay futuro. El buen Dios no permitiría, si así no lo fuera, que nuevas almitas puras despierten a este mundo.
Lo cierto es que vivimos dos días intensos pasillos adentro de nuestro hospital local. Y hay que decir y resaltar que, desde que llegamos hasta que nos fuimos no hemos sentido otra cosa que contención, buenos modales, profesionalismo, excelencia.
El Servicio de Ginecología y Obstetricia y el de Pediatría funcionan (hemos sido testigos calificados de ello) como verdaderos equipos de trabajo. Con un celo profesional exquisito, una gran coordinación y, fundamentalmente, ejerciendo el mejor de los dones que cualquier profesional de la salud pueda ofrecer: amor al prójimo.
Sería injusto mencionar a algunos de esos actores, simplemente porque no conocemos o recordamos el de todos. Por eso las gracias sinceras, emocionadas, se las hacemos llegar a cada una de las personas que nos ayudaron a que nuestra felicidad sea mayor, completa.
En tiempos difíciles, tensos, en los cuales es más fácil la estridencia, la protesta y hasta el grito destemplado, en tiempos en los cuales la crítica suele soltarse mucho más rápido que el reconocimiento, es muy bueno poder decir y sentir lo contrario.
Gracias, inmensamente gracias!
Víctor Agustín Cabreros
