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“Cuando la tormenta pase”, el Polifónico renacerá

Vicente Pérez canta su entusiasmo y promete cosas grandes.

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Gracias al Zoom, que le ha dado tanto, y a pesar de extrañar el irremplazable encuentro presencial de cada jueves, el Coro Polifónico se encamina a algo “realmente interesante”, como califica Vicente Pérez Ramos lo que cree será el tributo a grandes compositoras en el que el grupo viene trabajando desde el año pasado. “Creo que llegaremos en un punto de perfección”, arriesga el director, y promete que el público “encontrará un repertorio y una propuesta absolutamente nuevos”.

Hoy -el viernes- a las 20 el Polifónico tiene actividad, es decir que siguen adelante a pesar de la crítica situación que atravesamos todos en general y los artistas en particular.

-Sí, a través de esta interesante herramienta que es el Zoom. Nos ha permitido darle continuidad a la actividad del Polifónico. Por supuesto que se extraña la presencialidad, el punto de encuentro de los jueves durante tantos años, donde se mezclaban las responsabilidades musicales con las anécdotas y experiencias. Era el espacio distinto de la semana, para mucha gente. Obviamente desde el punto de vista técnico, se nos ha complicado el ensamble. Para eso es indispensable la presencialidad, pero con el Zoom estamos avanzando, manteniendo el rumbo y la actitud musical, que en estos tiempos es tan difícil.

“El Zoom me ha dado más resultado”

¿Cómo medís ese avance? ¿Aún sin encuentros presenciales advertís progresos?

-Te voy a ser absolutamente sincero: desde el punto de vista del aprendizaje melódico, el Zoom me ha dado más resultado que lo hecho hasta acá. Nuestra metodología implica en principio una clase de reconocimiento de la obra, su lectura, su grado de dificultad. Cada cual se queda con un trabajo envasado, una grabación previa, y obviamente también tienen la partitura. Y luego ellos me hacen una devolución con la parte que les corresponde cantar. Lo que me permite un seguimiento mucho más estricto y fidedigno para detectar dónde puede haber un error o debilidad, pero no sólo desde el punto de vista de lo melódico sino también del sonido de la voz, de la respiración, de un montón de detalles. Yo creo que la herramienta del Zoom se tornará irremplazable, si bien la presencialidad nos permite, desde la perspectiva del ensamble, otras alternativas.

Claro, antes no grababan, es decir que ese material envasado, como decís, te permite deconstruir el trabajo individual a otro nivel

-Claro. Queda para mí un registro individual fantástico. Yo ahora sé muy bien ‘de qué pierna puede renguear’ cada coreuta puedo analizar sus límites vocales, advertirle a cada quien ‘mirá, a esta parte no la grites’, o ‘si no llegás, hacé esto, acudí a aquel recurso’. Pero sé que se extraña lo otro, y yo también lo extraño.

Aquí, Vicente rescató que a fines del año pasado, el primero de la pandemia, el grupo se reunió en una quinta. “El noventa y cinco por ciento de las obras eran nuevas, y salimos cantando como si lo hubiésemos estado haciendo todo el año. Eso fue porque había sido muy meticulosa la labor desarrollada, melódica y rítmica, gracias al Zoom”.

Me imagino que cuando llegue el momento del ensamble, que no sabemos cuándo ocurrirá pero va a ocurrir, con todo este desarrollo llegarán más afilados que nunca.

-Yo creo que sí. Yo creo que vamos a llegar en un punto de perfección. “Cuando la tormenta pase, como dice el poema de Alexis Valdés, y podamos poner esto sobre un escenario, la gente se encontrará un repertorio y una propuesta absolutamente nuevos, y creo que ya no será necesario reiterar algunas obras que hemos hecho durante los últimos tiempos. Creo que va a ser algo realmente interesante”, marcó, entusiasmado, el profesor Vicente Pérez, que es hace añares el director del Polifónico y también su líder espiritual.

“Esto es el Polifónico, esta es la actividad, no hemos casi parado, aunque sí vamos con cierta tranquilidad porque sabemos que hay gente afectada, que no podemos exigirles demasiado a personas que por un lado o por otro se han visto comprometidas con toda esta situación. Es decir que avanzamos con mucha calma, pero sí con responsabilidad, sí con un nivel de exigencia mínimo pero que está”, explicó el músico, al tiempo que consideró que, finalmente, lo importante es “que seguimos en marcha, continuamos vivos como organismo y como institución musical”.

‘Cuando la tormenta pase. Y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo’.

Merecer la vida es cantar y homenajear

“Todo esto nos ha permitido (ver nota principal) continuar con el proyecto del año pasado, de rendirles homenaje a mujeres compositoras. No hemos bajado el perfil, seguimos mirando esa idea e incluso le agregamos valor: nos pusimos a pensar que también hay compositores que homenajearon a la mujer”, remarcó el director del Polifónico. “Ariel Ramírez, con Mujeres Argentinas, donde están Juan Azurduy, Dorotea la cautiva, Rosarito Vega, la maestra, Alfonsina y el mar, la obra cumbre.

Lo hicieron con Mercedes Sosa, lo llevaron por todo el país destacando la figura de tantas mujeres. Están Los Inchausti, que hicieron Doña Ubenza. Hay tanta gente que puso su mirada en estas mujeres fantásticas y tejió historias hermosísimas, desde lo poético y por el homenaje en sí”, destacó Pérez Ramos. Historias de vida que en varios casos fueron “sufridas, como la de Rosarito Vega o la de Juana Azurduy”

Incorporemos autoras y canciones que están trabajando para el espectáculo. Me imagino que alguien del calibre de María Elena Walsh no podrá faltar.

– “Sí, estamos con ella, con Teresa Parodi, con Eladia Blázquez. Hemos abarcado compositoras de varias épocas y géneros. Habrá diversidad. Entendemos que con doce obras, más algún poema que vaya en medio y alguna cosa más, el concierto cerraría. De Teresa tenemos Esa musiquita, Se puede, Pedro canoero y Canción para Verónica; de la Walsh Como la cigarra, Serenata para la tierra de uno; de Eladia Honrar la vida, Prohibido prohibir, Con las alas del alma. Y tomamos una compositora ya no nuestra, la indiscutible Violeta Parra, de quien haremos Gracias a la vida. Incluso creo que el programa se va a llamar así: Gracias a la vida y a las Mujeres compositoras”.

Un título pertinente en cualquier tiempo, pero más en este: los sobrevivientes del mundo, y ojalá estemos ahí, tendrán que agradecerle más que nunca a ese regalo hermoso que es la vida.

– Sin dudas que es así, sin dudas que sí. Agradecer como sobrevivientes.

Con fortuna y la vacuna, acaso a fin de año el Polifónico pueda volver. Y con las ganas de unos de cantar y de otros de escuchar, eso puede ser una fiesta, y no exagero nada.

– “Sí, realmente lo sería. Estamos con toda la ilusión y toda la expectativa. Han sido casi dos años de trabajo hacia adentro, un período que hemos podido llevar bien y en ese sentido estamos contentos. Cada cual como ha podido se ha reinventado, hemos cubierto espacios postergados, se les ha dado lugar a actividades que no se pensaban, a todos nos ha ocurrido más o menos lo mismo. En nuestro caso, el Polifónico es un espacio muy bueno que podemos darnos, no sólo desde lo musical sino también desde lo humano, el tendernos una mano y una palabra, todas estas cosas tan interesantes y necesarias”.

Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las pandemias. Es igual que darle a la canción y a nuestra propia libertad la bienvenida. Porque es lo mismo que vivir cantar la vida. Y es mejor si con otros/as. Cantar, agradecer, homenajear y compartir, todo eso en lo que anda el Polifónico.

Chino Castro.

Con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos’.

Este fragmento del poema Esperanza, del cubano Alexis Valdés, elige Vicente Pérez para cerrar nuestro diálogo telefónico. Quiere decirlo, lo necesita, lo tiene preparado. Lo conjuga en colectivo pero tengo para mí que el asunto es personal. Es como si estos días se sintiera dentro de ese texto. El entusiasmo le explota por los poros, no lo veo pero puedo verlo.

Es, para continuar hablando con letras de canciones, un hombre parado en el medio de la vida, bebiendo vientos y dejándose querer por un sol que es nuevo cada mañana. Un hombre al borde de sí, con el corazón repleto de canciones con que aliviar esta tierra incendiada. Un tipo grande con la calentura de un pibe. No lo veo pero puedo verlo; lo estoy viendo como un eufórico chamán conduciendo a la tribu hacia una nueva conquista, las manos voraces que marcan, la cabeza sacudiéndose, dominando el tiempo. ¡¡Vamos Vicente, carajo!!

El guerrero de las mil batallas es hoy, aquí y ahora en este mundo que de tanto morderse la cola ya empieza a devorarse el cuerpo, un artista con la imperiosa necesidad, acaso la íntima misión, de honrar la vida, esa espléndida señora que también sabe ser ingrata, incluso injusta y que, con pandemia y todo, ha vuelto a sonreírle. Por eso quiere celebrar, agradecerle y compartir, de la mano de sus hermanos coreutas, que ya son parte de él: su costilla, su plegaria y su emoción

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