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martes, 16 de abril de 2024
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Con Eva en el puño y en el corazón

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Profundo y lúcido. Bello, comprometido y sensible. Con la dosis de ‘mugre’ y emoción que todo buen discurso requiere, fue lo escrito por la directora municipal de Derechos Humanos, Marianela Zanassi, que la propia funcionaria dijo el martes, en el acto que el Consejo de Partido Justicialista organizó para homenajear a Eva Duarte de Perón, a propósito de conmemorarse ese día los cien años de su nacimiento.

A continuación, el texto completo, que su autora leyó en la fría tarde en el Centro Cívico, frente al busto de Eva, con todo el peronismo alrededor, junto pero (aún) no unido.

“La construcción colectiva del amor, la osada obra de los chalecitos californianos, los zapatos para los chicos, la máquina de coser para las mujeres, el carrito para cebar mate para los pibes, la ciudad de los niños, los regalos de los reyes en el tren, la sidra para brindar en las fiestas de la patria peronista. Los hogares para los pibes sin casa, la Fundación, el voto de las mujeres y la revolución que ella impulsó, el Partido Peronista Femenino, la escuela superior de enfermería, la asistencia social para la igualdad de derechos, las milicias del pueblo, sus políticas reparadoras, los beneficios para muchos poniendo en disputa las riquezas de unos pocos, las agallas más grande que hayamos visto, la insolencia ante las señoras de la beneficencia, la pelea contra sus orígenes, su intempestiva pasión por la justicia, la voz implacable con los enemigos, su estrecho vínculo con los sindicatos, el esfuerzo por la creación de conciencia de clases, la defensa a ultranza por los trabajadores y trabajadoras, la adoración por los cabecitas negras, el odio de la oligarquía, los cipayos y los vendepatria, la imagen de la única reina entre los descamisados. El amor por Perón, la vida por esta Patria, el cuerpo para la lucha colectiva, la cabeza para la unidad del campo nacional, las manos para devolver la dignidad al pueblo argentino, la dulzura para que los desposeídos sean iguales, la intrepidez de su fuerza desvergonzada aún en la enfermedad, la repelencia por la injusticia, el renunciamiento para la eternidad, la fuerza inexplicable de la historia para ser bandera, las agallas para ser lucha hasta la victoria. El mensaje de la radio, el paso a la inmortalidad a las 20.25 de aquella noche, el duelo eterno, las lágrimas que regaron esta tierra desde La quiaca al sur más profundo, los altares y las capillas ardientes en cada rincón del país, la tristeza en todos los barrios y en las sirvientas de la oligarquía, el viva el cáncer de la derecha contrera y rancia. Esa mujer y Rodolfo, la persecución interminable aún después de su muerte, el mito vacío, y el mito lleno de causas para luchar, la maravillosa juventud, los pibes y las pibas, la abanderada de los humildes, aún cien años después, la patria para todos y todas, y el sueño eterno de reconstruir siempre, una y otra vez, nuestro país desde las ruinas, con Eva en el puño y en el corazón.

“Quiero agradecer infinitamente la posibilidad de decir estas palabras sobre Evita, que resumen las que me han marcado personal y generacionalmente, desde que tengo memoria. En mi casa, con mis compañeros, en la Facultad, en la calle y en muchos otros lugares.

“Y quiero evocar el recuerdo de mi abuelo, que con sus padres y sus hermanos habían podido finalmente asentarse acá, en el paraje de la 45, con los créditos que otorgó el peronismo. Mi abuela me contó, que una tarde, me imagino de sol, cálida, mientras el abuelo ponía el monte en el campo, ella se acercó con mi papá y su otro hijo, a cebarle un mate en el carrito que les regaló Eva. En el carrito que les regaló Eva me dijo. Así personalizado, directamente a ellos, a una incipiente familia de campesinos en el medio de la pampa húmeda, Evita les hizo llegar ese primer regalo de reyes. No fue a todos los chicos y chicas, de todos los rincones del país, mi abuela dijo que Evita se los regaló a ellos. Porque era tal la reparación y el significado que esas, pequeñas gigantes cosas, encerraban, que el amor de Eva era para todos de forma personal y al mismo tiempos para el país entero.

“Mi abuelo, como muchos otros abuelos, dejó de rodar de campo en campo, y creó su casa y puso ese monte, y formó esa familia, porque Perón y Eva pensaron en él y en muchísimos como él, que eran explotados por la oligarquía y cuando no servían más de una patada salían a buscar otro lugar donde levantar el rancho de barro nuevamente.

“Y en el nombre del recuerdo de ellos dos, encierro los recuerdos de muchas otras personas, que han sentido el peronismo desde las raíces, que lo han experimentado en el cuerpo, en el corazón en los tiempos buenos y desde las entrañas, en muchas épocas malas que nos toca vivir también.

“Quiero compartir también con ustedes las palabras de Donato Genovese, una de las primeras veces que lo vi. En la casa de la calle Leyria, protegida en la entrada por la virgencita de Luján, sentado con los brazos cruzados sobre la mesa, muy prolijo, bien afeitado y con los ojos claros de tiempo y ganas de hablar, me esperó Donato, la primera vez que lo entrevistamos. Libros, cuadernos, fotos en blanco y negro, recortes de diarios, infinidad de fotos del General, de Gardel y de Boca, se podían ver en todos los rincones. Y como protegido por todos sus recuerdos me dijo: “Yo soy un envenenado de Eva Perón”, y se tocó el pecho bien fuerte con las dos manos abiertas, mientras ella lo miraba en cuadros y cuadritos, desde todos los rincones del comedor de su casa. Y ese amorveneno por Eva, fue el motor de la custodia que Donato ejerció, firme, fusil en la mano, con el busto de Evita, que ahora además lo podemos ver salvaguardado en nuestra memoria colectiva a partir de la obra de teatro “Los custodios”, de Artecon y en el libro de Miguel Gargiulo, inmortalizado para siempre.

“La figura de Eva, siempre poderosa, implacable, rigurosa e inmensa, nos sigue cobijando hoy a jóvenes y adultos, hombres y mujeres. La llevamos en los dolores, y en los amores, en la fuerza y la convicción, en la militancia y en la calle, en los sueños y en las acciones cotidianas, en la rabia y en la alegría, de saber que tenemos la obligación de volver a construir la patria que solo el peronismo ha sabido levantar. Esa figura de Eva, nos ubica necesariamente de frente y al desnudo de la realidad que estamos atravesando. Hoy vemos pisoteados los derechos de jóvenes, niños, niñas, adultos, adultas, jubilados, jubiladas, trabajadores, trabajadoras, de todos los que seguimos siendo el subsuelo de la patria sublevado.

“A cien años de su nacimiento, Evita nos viene a decir nuevamente, que la historia está pasando junto a nosotros y nosotras. Que tenemos el deber de reescribirla, de dar vuelta la ronda, de profundizar lo que junto a Perón empezaron, y por lo que ella dejó su vida, eterna e inmensa. Porque es necesario, como escribió María Elena Walsh, “Tener agallas, como vos tuviste. Fanática, leal, desenfrenada en el candor de la beneficencia pero la única que se dio el lujo de coronarse por los sumergidos. Agallas para hacer de nuevo el mundo. Tener agallas para gritar basta aunque nos amordacen con cañones”.

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