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viernes, 19 de abril de 2024
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Con el corazón mirando a Fito

El país se emociona con 'El amor después del amor'.

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Como ocurrió con el disco, homónimo, en 1992, treinta y un años después todos los reflectores del espectáculo parecen apuntar a la figura de Rodolfo ‘Fito’ Páez, a raíz del estreno en Netflix de la serie El amor después del amor, ocho episodios de honda intensidad emotiva que de algún modo tuteló el propio músico (el guión está basado en Vida y Juventud, el libro de memorias que acaba de publicar), que narran sus inicios como músico hasta su consagración continental con aquel disco, aún el más vendido en la historia de nuestro rock.

Felipe Gómez Aparicio y Gonzalo Tobal dirigen la serie; son ocho capítulos de unos cuarenta minutos promedio de duración, producidos por Mandarina Televisión, disponibles en la mencionada plataforma. Iván Hochman (Fito joven), Micaela Riera (Fabi Cantilo), Martín Campilongo, Andy Chango, Mirella Pascual, Gaspar Offenhenden, Luis Ziembrowski, Daryna Butryk, Julián Kartún y Charile Anderle conforman el elenco. Fito niño y Fito joven, su primer gran amor, Fabi, Charly García (personificado por Chango), Spinetta, Baglietto, Cecilia Roth, los hoy íconos de un Parakultural que ardía en sexo y sueños en los ochenta, Fena Della Maggiora, unos fugaces Federico Moura y Palo Pandolfo Alejandro Avalis, hasta hoy un hermano de la vida del rosarino, sus abuelas, sus tíos, su padre (uno de los puntos altos la composición de Campi, ex de la troupe Tinelli) y su madre, son algunas de las personas que giraron alrededor de su vida contribuyendo a que sea quien es, y que aparecen encarnados acá.

Como conocemos el final de la historia, todo parece conducir como por un embudo a los días previos al célebre recital en Vélez donde en abril de 1993 presentó El amor después del amor, pero en la serie advertiremos que los avatares fueron varios, porque al rosarino precoz al que todo parecía salirle fácil el éxito real le costó bastante, al punto de que a poco de publicar Tercer Mundo, álbum previo a El amor.., pateó todo y se marchó a España, justo cuando en Argentina todo comenzaría a girar a su favor, como una suerte de rueda mágica. Unos cuántos capítulos muy jugosos de su vida y su obra, a pesar de que la serie fue concebida con un ritmo por momentos trepidante, que no se detiene en casi nada.

Ni figuran, y eso ha de ser un reflejo fiel de una especie de grieta (sin sangre) del rock nacional de los ochenta, ninguno de los popes del llamado rock duro, esto es Los Redondos, Sumo y Pappo. No olvidemos que cierta intelligentsia que hoy atrasa a la par del machismo, consideraba ‘blandos’ a Fito, Charly, Calamaro, Virus y Soda, e indudablemente eso influía en los propios músicos, por muy libres que se consideraran.

Claro que, amén de su genio artístico, la vida de Fito ha soportado avatares que no cualquiera, y eso también ha contribuido a signar un vínculo sagrado con el pueblo argentino: su mamá murió poco meses después de su nacimiento, presuntamente por complicaciones del parto, que le habrían originado un cáncer; cuando apenas había publicado su segundo opus, Giros, en 1985, fallece su padre, Rodolfo como él, un gran melómano (la serie lo subraya), su guía en esos primeros años y una referencia siempre presente en su vida; pero el golpazo, que no fue de gracia, ocurrió poco después, en noviembre de 1986, cuando un psicópata asesinó a su abuela, a su tía y a la mujer que ayudaba en la casa, en Rosario. Esa viejas que lo habían criado; esa casa que lo había albergado. Ese desquiciado, Walter De Giusti, que había sido vecino de Fito en la infancia, y que luego se haría policía. Esto está contado en la serie, y también el post de Páez tras tan traumáticos episodios, que lo arrastraron hacia zonas oscuras de su conciencia sembrando turbulencias en su cotidianidad, de las que poco a poco fue emergiendo con el poder de sus cancio nes hasta el consagratorio día en que ‘vio’ al disco El amor después del amor, lo armó en su cabeza, y entonces todo fue alineándose, hasta los planetas que se mueven por ahí, a los que es tan parecida la actriz Dolores Fonzi según piropea el rosarino en el vídeo de su canción Bello abril. Eso, precisamente, el detrás de algunos de los temas pop-rock que más amamos, que tanta alegría (también emoción y, a esta altura, nostalgia) le siguen dando a nuestro corazón, es quizá el hueso de la serie; conocíamos la punta del iceberg, pero con El amor después del amor nos asomaremos a eso que hay en la base, debajo de la línea de flotación.

El amor después del amor, como ha dicho algún crítico (las críticas de los medios especializados no han sido muy halagüeñas que digamos), es un producto prolijo que no arriesga demasiado y busca sin ambages al gran público, pero es también una suerte de biopic que gana por lo emotivo, y con ese aditivo resuelve todo. El poder de los temas de Fito, su estatura en tanto que banda de sonido de los argentinos desde hace cuarenta años, sólo por detrás de la catedral de canciones levantada por un tal Charly García, junto a -o como parte luminosa dela colosal resiliencia del artista rosarino, superan los hilvanes que quedan a la vista en la prenda, o cierta intención de corrección política. También, la grandiosa producción y la reconstrucción de época, muy bien plasmada. Finalmente, el amor es más fuerte, como reza otra canción, que no es de él.

A propósito de esta serie, el programa radial Fuga de Tortugas preparó el sábado un segmento especial, en el que incluyó el testimonio de dos bolivarenses fans de Páez: la cantante, locutora y conductora radial Lorena Palacio y Marta Nigro, ex vecina de este pueblo hoy radicada en Viedma. (El material puede escucharse en la web de Radio Federal.)

Chino Castro.

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