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Escribe sobre cine Ariel Dadante, hoy: “¡Aquí está Johnny!”

Escribe de cine Ariel Dadante.

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El 4 de julio (sin memes, lo prometo), se cumplieron 100 años de una foto icónica del cine, estoy hablando del final de una de las mejores películas de terror psicológico de todos los tiempos, El Resplandor (The Shining, 1980).

En el año 1977 Stephen King publica su novela El Resplandor, donde un escritor alcohólico en recuperación, acepta ser el cuidador de un hotel desolado durante el invierno y así aprovechar a darle forma a su novela e irá acompañado por su mujer y su hijo de 5 años, en ese inmenso hotel, el escritor Jack Torrance, interpretado por el gran Jack Nicholson, comienza a tener alucinaciones y a volverse loco.

Cuando la novela llega a Stanley Kubrick (2001, odisea del espacio, La naranja mecánica), el decide hacerse cargo de la dirección, aunque no había quedado tan fascinado con la novela. El estudio encargado de producir la película, Warner, le había pedido a King que escriba un tratamiento de su propia novela, pero Kubrick no estuvo interesado en leerlo.           

Jack Nicholson no fue la primera opción, otros actores estuvieron en el radar de la producción y fueron considerados para interpretar a Torrance, Robert DeNiro, Harrison Ford y Robin Williams, pero ninguno convenció a Stephen King, que hasta ese momento tenía cierta injerencia en las decisiones del film.

Para interpretar al niño, Danny, el hijo de Jack Torrance, se hicieron más de 5000 audiciones, en Denver, Chicago y Cincinnati, las entrevistas se realizaron en estas ciudades porque necesitaban un niño con el acento similar a Nicholson y Shelley Duvall, la co-protagonista. El niño elegido fue Danny Lloyd de 5 años, quien nunca supo que estaba trabajando en una película de terror, le contaron que era un “drama familiar. No vió la película hasta que cumplió los 16 años. Nunca más volvió a tabajar en cine, nunca se supo porque. 

Y hablando de Duvall, la actriz fue hostigada y humillada por Kubrick. El director quería que ella sintiera el terror, de su personaje y dio instrucciones a todo el equipo para que nadie entablara conversaciones con la actriz. Kubrick se encargaba de destrozarla psicológicamente, insultándola y acusándola de que no sabía hacer su trabajo. A pesar de todo ese infierno, Duvall tiene un lindo recuerdo del director.

Bien es sabida la obsesión del director por la perfección, la famosa escena de la puerta, donde Jack Nicholson tenía que romperla con un hacha se hizo 127 veces, en parte porque las puertas las rompía fácilmente el actor debido a su entrenamiento como bombero, hasta que decidieron romper una puerta real.

Para la escena icónica del ascensor, se utilizaron más de 11.000 litros de sangre falsa para crear el impacto visual que director estaba buscando.

La famosa frase que la esposa de Torrance ve en la máquina de escribir de su esposo: “All work and no play makes Jack a dull boy” (“Tanto trabajar y tan poco jugar, hacen que Jack se aburra”), parodiada por los Simpsons, fue escrita a máquina por la secretaria de Kubrick, escribiendo así centenares de páginas.

La frase “aquí está Johnny”, la improvisó Jack Nicholson, que era una famosa frase del presentador nocturno Jhonny Carson, fue una de las pocas cosas que el director dejó improvisar y se volvió todo un ícono.

El Hotel Overlock, el gran protagonista de la película, sus pasillos eternos y laberínticos, mostrados de una forma magistral por Kubrick al usar el steadycam (un sistema que nivelaba la cámara y lo hacía fluido el movimiento), increíblemente ese hotel existe y queda en Oregon, llamado Hotel Timberline, pero los interiores fueron creados en los estudios de MGM en Inglaterra.

Stephen King odió esta adaptación de su libro, nunca representó el espíritu de su novela, según sus declaraciones, pero está claro que Kubrick hizo su propia versión y es aclamada hoy en día como una obra de arte, aunque en el estreno no le fue bien. Todos aquellos que hemos visto esta película la recordaremos por sus grandes escenas, su fotografía, el terror en cada pasillo, un gran Jack Nicholson, y cuando se pueda volver a viajar y estés en un hotel, nunca permitas que te den la habitación 237, me lo vas a agradecer.

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