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Columna musical por Mario Cuevas: Jinete en la tormenta

Escribe: Mario "Chiqui" Cuevas.

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“Mira dónde adoramos. Todos nosotros vivimos en la ciudad. La ciudad forma – a menudo físicamente, pero inevitablemente psíquicamente – un círculo. Un juego. Un anillo de muerte con el sexo en el centro. Conduce hacia las afueras de los suburbios de la ciudad. En el límite descubre zonas de sofisticado vicio y aburrimiento, prostitución de menores. Pero en el mugriento anillo que rodea inmediatamente la zona comercial diurna existe la auténtica vida multitudinaria de nuestro mundo, la única vida callejera, la vida nocturna. Especímenes enfermos en hoteles de dólar, pensiones baratas, bares, casas de empeño, variedades chabacanas y burdeles, en galerías moribundas que nunca mueren, en calles y calles de cines abiertos toda la noche.”

Jim Morrison – ‘The Lords, Notes On Vision’ (1969) (‘Los Señores, notas sobre la visión’)

El sábado 3 de julio nos hizo caer en la cuenta que pasaron cincuenta años de la muerte de Jim Morrison, el líder de The Doors.

Comenzaron su camino en 1967 con su primer larga duración luego de foguearse en el club Whisky A Go-Go. De la mano del tema ‘Light My Fire’ crearon un impacto enorme en el área de la bahía de San Francisco. La alquimia del cuarteto era imbatible: un tecladista innovador y superlativo, Ray Manzarek; un lúcido compositor e imaginativo guitarrista, Robbie Krieguer; un correcto y medido baterista, John Densmore y por supuesto, Jim Morrison, con su carga de poesía, belleza e incorrección. Morrison, propenso a la provocación y al escándalo, como un chamán enloquecido proclamaba: “Me gusta pensar que la historia del rock and roll comienza como el drama griego… Un día una persona poseída saltó fuera de la muchedumbre y comenzó a imitar a Dios”.

En 1969, cuando The Doors editó el desconcertante “The Soft Parade”, Morrison ya había perdido su atrayente figura, se veía obeso y descuidado y el alcohol era su principal compañía. En dos años pasaron grandes discos y conciertos, pero también grandes escándalos públicos y diversos problemas policiales y judiciales. Repuntaron con “Morrison Hotel” (1970), disco blusero compuesto en gran parte por Jim Morrison y con “L. A. Woman” (1971), con las mismas raíces pero con el grupo asomándose hacia nuevas búsquedas.

Pero Jim Morrison ya no era el mismo, o no tenía los mismos objetivos que sus compañeros de grupo. Mientras sus compañeros mezclaban el último disco, el vocalista decidió viajar a París con su compañera, Pamela Courson.

La historia de la estadía de Morrison en París es confusa, se dijo que había dejado el rock & roll para reencauzar su vida y estudiar la poesía y literatura francesa, aunque todo indicaba que su alcoholismo se agudizaba producto de una depresión generada por su falta de inspiración e incentivos.

La verdad sobre su muerte también está rodeada de misterio y confusión. El 3 de julio de 1971 Morrison se unió al club de los 27 (junto con Jimi Hendrix, Janis Joplin y Brian Jones) cuando, según la versión oficial, murió en la bañera del baño de su casa en París por causa de un paro cardíaco producido por una sobredosis de heroína (aparentemente, Jim confundió su dosis de cocaína, con la de su novia, de heroína). A partir de ese momento hasta nuestros días han corrido ríos de tinta con conjeturas, revelaciones y desmentidas sobre su muerte. Su pareja, Pamela Courson volvió a Los Ángeles y murió en abril de 1974, también a los 27 años.

Jim Morrison fue un bicho de ciudad, y de las rutas. Su apego lo plasmó en su arte más popular, la música; pero también en sus escritos y en sus ensayos cinematográficos. El encanto de las grandes ciudades nunca le fue ajeno, “Llegué a la ciudad hace más o menos una hora / eché una mirada, miré de qué lado soplaba el viento / ¿dónde están las chicas en sus bungalows de Hollywood?”, canta Morrison en ‘L. A. Woman’. En su búsqueda hacia un lugar lejos de la rutina se queja en ‘Strange Days’: “Días extraños nos han encontrado / van a destruir muestras ocasionales alegrías / debemos seguir jugando o encontrar una nueva ciudad…”

Empapado de la generación beatnik, Morrison siguió los consejos de Jack Kerouac en ‘On The Road’ y transformó sus canciones en road songs: “Las calles son campos que nunca mueren en los que preferiría volar…” afirma en ‘The Crystal Ship’; mientras que en ‘Roadhouse Blues’ aconseja: “Mantené los ojos en la ruta / las manos en el volante…”

En ‘The End’ habla de “huir hacia el oeste, por la autopista del Rey y tomar el ómnibus azul…”; en ‘Riders On The Storm’ advierte sobre un asesino en la ruta y en ‘The Soft Parade’ transforma la marcha de los automóviles en un desfile suave y los coches en balsas que avanzan hacia la noche.

En julio de 1969 la revista Rolling Stone publicó un jugoso reportaje que Jerry Hopkins le realizara a Morrison. En la entrevista líder de los Doors ya profetizaba la muerte del rock: “El destello inicial se acabó. Lo que llaman rock, lo que se llamaba rock and roll, se volvió decadente. Y después hubo un revival que comenzaron los ingleses. Fueron muy lejos. Era algo articulado. Después tomó conciencia de sí mismo, lo que creo que significa la muerte de cualquier momento. Se volvió artificioso, enredado y medio incestuoso. La energía había desaparecido. Ya no hay fe…”, aunque más adelante teorizaba: “Probablemente se pueda explicar el rock & roll diciendo que fue algo que ocurrió después de la guerra de Corea, y que había una depuración psíquica… Parecía existir la necesidad de una explosión subterránea, como una erupción. Así que, tal vez, cuando termine la guerra de Vietnam… Probablemente lleve un par de años; es difícil estar seguros, pero es posible que las muertes terminen en un par de años y nuevamente habrá una necesidad de que una fuerza vital se exprese, se imponga.”

A pesar de las teorías y profecías de Jim Morrison en cuanto a su desaparición física, el rock continuó vivito y coleando (sin entrar en detalles en cuanto a contenidos, objetivos y utilización comercial). También la música de los Doors se ha mantenido viva con su legado discográfico compuesto por siete placas producidas en cuatro años.

Francis Ford Coppola los reflotó cuando utilizó el tema ‘The End’ para su film ‘Apocalipsis Now’. Luego, a fines de los 70, la escena punk californiana los erigiría como antecesores. Esta movida coincidió con la salida de “An American Prayer” (1978), disco que editaron los Doors sobrevivientes musicalizando poemas recitados del ya desaparecido Morrison.

En julio del 2000, Ray Manzarek, Robby Kriegger y John Densmore publicaron “Essential Rarities”, disco de remixes con material descartado del cuarteto. Hasta hubo un intento de presentarse en vivo con un cantante invitado, se conversó con la Iguana Iggy Pop y con Scott Weiland, vocalista de Stone Temple Pilots pero la cosa no pasó a mayores.

“Stoned Immaculate: The Music of The Doors” es un álbum tributo a la banda, también lanzado en el año 2000 por el resto de los Doors, que prepararon el terreno para que bandas como Aerosmith (‘Love Me Two Times’), Creed (‘Riders on the Storm’), The Cult (‘Wild Child’) y Stone Temple Pilots (‘Break on Through’) se luzcan con los clásicos de la banda; también están: El escritor William Burroughs recitando ‘Is Everybody In?’ (poesía de Morrison); y dos grandes figuras del blues: Bo Diddley en ‘Love Her Madly’; y John Lee Hooker en ‘Roadhouse Blues’ haciendo un dueto memorable con el frontman de los Doors.

Además, se rescataron dos canciones inconclusas con Morrison: ‘Under Waterfall’ y ‘The Cosmic Movie’.

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