Por su compañero es fotógrafa, y en homenaje a él se prometió, junto a sus hijos, salvar la alegría, honrar el valor del abrazo, “lo único que te llevás de la vida”, y atrapar la primavera en instantáneas como gotas de eternidad. Camila Bauer expone en el sector de ingreso al municipio, se cura y se proyecta.
Por primaveras y abrazos eternos se titula tu expo. ¿Por qué?
-Porque lo que más me gusta de la fotografía, el legado que me dejó ‘Javi’ (Javier Costa, su compañero y padre de sus tres hijes) y lo que me sacó de la instancia triste del final de él (falleció por covid a fines de mayo del 2021), son los abrazos. Lo que te llevás de la vida no es nada material, ni una casa, ni un solo lujo, sino los abrazos. Y la primavera por algo simple, es decir un atardecer, sus colores, porque me encanta la temperatura de ese período del año…
Yo lo tomé por el lado de que siempre hay un renacer. Siempre hay una primavera, por más duro que haya sido el invierno.
-Sí. Igual es una lucha diaria que tengo, día a día. Pero junto a mis tres hijos, que son partes de esa lucha y esa decisión de seguir y quedarnos con lo bueno. Alguien pierde a su madre, o un hijo, y la vida sigue, no hay por qué morirse ni matarse. (Sus hijos son Pilar, de 19 años; Lautaro, de 15, y Defina, de 13. ‘Cami’ conoció a ‘Javi’ a sus 15 años.)
Tanto más tomando en cuenta que él se fue durante la pandemia, un período en el que millones de personas en todo el mundo se marcharon antes de tiempo.
-Sí, fue así.
Camila Bauer incursionó en la fotografía como asistenta de Javier Costa, que tenía su emprendimiento privado. Hasta que un día debían tomar imágenes en dos cumpleaños de 15 simultáneos, por lo que a pedido de él, ella se ocupó de uno. Fue su primera vez como fotógrafa, y le sirvió para darse cuenta de algo: la foto social no es lo suyo.
Eso lo hiciste porque él te lo pidió. ¿Pero en qué momento le ‘tomaste el gusto’ a la fotografía?
-Él siempre me decía que hiciera un curso de maquillaje, así incorporábamos más servicios. Hasta que lo hice. Pero no me convencía, por eso me duró poco. Entonces cuando realizábamos sesiones, ya sean familiares, porque hicimos algunos bautismos, cumpleaños de chicas o un book, me ubicaba atrás de escena. La mujer tiene otra visión, y no es por quitarle méritos al hombre pero a veces una chica se siente más cómoda si otra chica le sugiere una pose. Entonces él me pidió que agarrara la cámara yo, ya que el maquillaje no me iba. Ahí me empezó a gustar la fotografía.
Cuando a fines de mayo de 2021 Costa falleció, Camila ingresó a trabajar como fotógrafa a la Dirección de Prensa municipal, donde él se había desempeñado esos años. Ahí consolidó su interés por el oficio, junto a Nicolás Rivadeneira, una especie de guía o modelo. Pero pronto comprendió que lo que más le gustaba para desarrollarse como artista visual no era exactamente lo que su función le demandaba (por ejemplo fotos políticas o institucionales), sino registrar paisajes y, especialmente, captar encuentros entre personas, sorprenderlos en un abrazo y nunca componer la escena. Realizó entonces un curso con el olavarriense Gustavo Martínez (es coaching fotográfico), en La Cultural, conoció en ese ámbito a futuras colegas con las que hoy mantiene lazos de afecto y amistad y obtuvo una ‘foto’ mucho más clara de lo que quería hacer, de lo que era la imagen por trabajo y la imagen por pasión.
Con el emprendimiento comercial de Costa barajó seguir, pero a poco pensarlo consideró que mejor no. No dispone de tiempo libre, entonces no hay mucho que pensar. “Entre mi trabajo, mis hijos y que además la noche no me atrae”, se suman los elementos suficientes. Lo social “no me gusta”, remarca: “La fiesta, el brindis, el corte de la torta, todo eso”. No así su trabajo para la ‘muni’, que le sigue resultando interesante por lo variado, aunque se trate de un tipo de metier que no coincida exactamente con su preferencia en la profesión.

¿Guardás para vos las fotos que sacás por gusto, o las comercializás?
-Son para mí. Un gusto que me doy. Incluso en esta expo hay gente que aparece que ni enterada debe estar…
A propósito: ¿qué hay en la muestra?
-Gente abrazándose. Flores… Yo creo que la fotografía dice más que mil palabras. Para mí sí. En algunas de las fotos de acá, hay lucha; hay una que tomé en la maratón, donde aparece una chica con un cartel que dice ‘No a la violencia’, y yo veo lucha ahí, en la llegada, donde ella llora de emoción, de tristeza, de lucha. Hasta estaba desenfocada la imagen, yo suelo romper con el encuadre. En otra imagen está Miguel Gargiulo, en el acto de inauguración de la Rambla de la Memoria, en la avenida Brown. Saqué muchas fotos ahí, de gente que ni conozco, y a Miguel lo vi re expresivo abrazando a su hijo, y lo fotografié. Lo mismo que a un abuelo que va siempre a ver a su nieto, al Complejo, y que quería una foto. En la imagen él le está mostrando la copa al abuelo, pero le toma los dedos de un modo especial.

Podemos decir que sos una cazadora de abrazos, salís a cazar el abrazo mejor.
-Sí, creo que es así. Y no uso Photoshop ni edición, nada de eso. O sea, cuando retrato paisajes, un toque sí, pero cuando se trata de un abrazo no, va crudo, bien real. Y, en el buen sentido, la mayoría de esas fotos son robadas. Tengo otra de una chica que salió favorecida en uno de los sorteos de casas, en la que está abrazada a su marido y a su hijo. La conozco hace mucho a ella; en esa imagen quedó fijado su llanto de alegría, de emoción.
¿Salís a buscar?
-No. siempre llevo mi cámara encima, pero no salgo a recorrer. Estoy atenta, por ahí veo algo que nadie vio, un abrazo, y lo fotografío. Porque si les digo que lo vuelvan a hacer, nunca saldría igual.
Hacer posar a la gente no te interesa, no es lo tuyo.
-No, no es lo mío, no es lo que me gusta.
La fotografía fue su terapia contra el dolor. “He probado de todo, muchas terapias, pero hacer fotos es la que me saca adelante. Para otros será el gimnasio, correr, la pesca, para mí es esto”, se planta. “A veces me tiro abajo, analizo mucho si me salió bien o mal la foto, pero bueno, hago lo que puedo. Ha pasado el tiempo (desde que se fue su compañero), pero a la vez, dos años y medio no es tanto. Aunque mi vida y la de mi familia dieron un giro de ciento ochenta grados, terrible…”.
Y como en una suerte de cierre del círculo, y lo empleo para cerrar también esta charla, tu expo es en el Espacio “Javier Costa”. Qué fuerte…
-Sí, nada menos que ahí. Sí, la verdad que es muy fuerte. Pero desde la alegría. Y me da la posibilidad de dejar un mensaje positivo y de alegría después de una pandemia que fue tremenda para todos, para el que quedó en el camino pero también para el que zafó y para quien simplemente atravesó esos días, porque todos hemos perdido a alguien, todos tuvimos un conocido que la pasó mal, y todo eso nos dejó marcas que no olvidaremos. El mensaje es que la vida es una sola y hay que disfrutarla, que lo material no existe -ni una casa, ni un auto, ni un viaje-, sólo existen tus seres queridos.
Lo único que queda es un abrazo.
-Sí. Para mí sí. Para mí eh, no digo que sea así pero sí que ha sido mi experiencia.
A veces es lo último que uno le entrega a alguien, o un día podrá ser también lo último que recibamos…
-Claro, uno no lo sabe… Me ha tocado ir a Casa Hogar y ver a un nieto abrazar a su abuelo, o a un hijo a un padre, y voz decís por ahí es el último abrazo que se dan y no lo saben…
Y justamente el abrazo era lo que teníamos vedado durante la pandemia.
-Claro. Yo incluso no me pude despedir de ‘Javi’, fue terrible.
Bueno, con esta expo, centrada en el abrazo, quizá estés saldando una especie de pendiente.
-Tal cual. Una especie de deuda con él, y conmigo también. Los que quedamos vivos sufrimos mucho, y pasamos por todas las etapas: dolor, rabia, tristeza, resignación, aceptación, de todo un poco.
Dondequiera que esté, ‘Javi’ ha de estar disfrutando esto, y que finalmente te hayas lanzado como fotógrafa.
-Pero claro, seguro que sí. Y este lugar, que exista este lugar.
Así como Galeano tiene su Libro de los abrazos, ella tiene sus fotos de los abrazos. La muestra de Bauer permanecerá abierta hasta el 15.
Los ojos de ‘Cami’ son de un celeste intenso, bien definido. Pedacitos de cielo en los que Javier Costa ha de estar sonriendo, y diciéndoles a ella y a sus hijos que no se preocupen, que todo va a estar bien mientras se dejen abrazar por su recuerdo lleno de sol.
Chino Castro