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Blade Runner: “Todos esos momentos se perderán, como lágrimas en la lluvia”

Colaboración Ariel Dadante.

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En 1982 se estrenaba Blade Runner, el film dirigido por Ridley Scott y protagonizada por Harrison Ford, donde se cuenta la historia de los replicantes, unos androides que eran utilizados como esclavos fuera de la tierra. Pero un grupo de ellos se quedó en nuestro planeta y el ex policía Rick Deckard (Harrison Ford) es contratado para atraparlos.

Para interpretar a Rick Deckard, cazador de replicantes con crisis existencial, se barajaron los nombres de muchísimos intérpretes. El que más cerca estuvo de hacerse con el papel fue Dustin Hoffman, pero también figuraron en la lista Robert Mitchum, Tommy Lee Jones, Christopher Walken, Gene Hackman, Jack Nicholson, Al Pacino, Sean Connery, Robert Duvall y un semidesconocido austríaco llamado Arnold Schwarzenegger.

Steven Spielberg le aconsejó que optara Harrison Ford, quien acababa de terminar de rodar Indiana Jones y Los cazadores de Arca Perdida (Raider of theLostArk, 1981), y esto terminó disparando una anécdota que ek mismo Scott recordó en una entrevista: “Harrison firmó su contrato en 1980, pero yo me lo encontré una noche después de un día de rodaje. Él condujo hasta Londres, y todavía no se había quitado el maldito sombrero que llevaba para hacer de Indiana Jones. Yo lo ví, y me dije ‘¡Oh, mierda!’, porque hasta entonces nos habíamos imaginado a Deckard con sombrero, como los detectives de las películas de cine negro, pero no podíamos volver a tener a Harrison con sombrero y me dije, ‘bueno, si no hay sombrero, habrá que cortarle el pelo’. Y así nació el peinado de Rick Deckard”.

Jornadas de rodaje extenuantes, un director perfeccionista hasta lo maniático, un guión que no entendía casi nadie y constantes desajustes en el presupuesto: decididamente, el rodaje de Blade Runner estuvo lleno de desgracias. Acentuadas, además, por un ‘pequeño’ detalle: al actor principal, la película le parecía una verdadera basura, según palabras del mismo protagonista. Los actores que daban vida a los replicantes parecían tomarse mucho más en serio la película. Además de sacarle partido a su entrenamiento como gimnasta, Daryl Hannah se jugó los ojos (literalmente) para la escena en la que su personaje se pinta la cara usando un aerógrafo. Para que la actriz no corriera (demasiado) peligro, el maquillador Marvin Westmore tuvo que tomarla del brazo y guiar sus movimientos “como si fuera una marioneta”. En cuanto a RutgerHauer, llevó su contribución mucho más lejos: el famoso monologo final de Batty, que da título a esta columna, fue parcialmente improvisado por él frente a la cámara. Convirtiéndose en una de las frases más reconocidas del séptimo arte.

En medio de tanto cataclismo, Blade Runner tuvo una rara fortuna: recibir la bendición del autor del libro original, al que las adaptaciones de sus novelas nunca le gustaban. Tras haber manifestado su rechazo al guión de Hampton Fancher, y habiendo comentado previamente que Alien(Alien, 1979), el clásico film de terror de Ridley Scott, no le gustaba para nada, Dick fue invitado a visitar el rodaje por Ridley Scott, quien además le proyectó veinticinco minutos de película. Viendo la copia, el escritor se emocionó hasta las lágrimas: “Era mi mundo interior: lo habían captado perfectamente”, afirmó más tarde, para después elogiar. Por desgracia, Philip K. Dick murió en marzo de 1982, meses antes del estreno de la película.

Otra de las ideas que RutgerHauer aportó al final de Blade Runner fue que Roy Batty tomase en sus manos a una paloma durante sus últimos momentos de vida. Ahora bien, por muy emocionante que resulte en la pantalla, eso no hizo más que añadir nuevas dificultades a la postproducción. Porque, como Ridley Scott comprobó muy a su pesar, “las palomas no vuelan cuando tienen las plumas mojadas”. “El pájaro agitó las alas un par de veces, y saltó a las rodillas de Rutger, para de ahí bajar del suelo e irse caminando tranquilamente”, narró Scott años después, precisando que tuvo que remediar es inconveniente durante la postproducción, con un truco de montaje.

Malas relaciones laborales, actores descontentos, palomas que se niegan a volar, incluso la producción de la banda sonora, y su posterior publicación, supusieron un calvario. El teclista y compositor Vangelis, fallecido recientemente, se peleó con el director por razones nunca desveladas del todo, y pese a haber sido nominada a un BAFTA y un Globo de Oro, la música de la película permaneció inédita durante años.

En su momento, fue una producción ambiciosa con resultados decepcionantes en taquilla, problemas por todos lados, pero que terminó convirtiéndose en un clásico de culto.

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