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viernes, 19 de abril de 2024
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Arturo Vergara, el cardiólogo que trajo dos veces a Bolívar a René Favaloro

La historia de un médico que vino a Bolívar por el Dr. Capredoni.

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Arturo Vergara es hoy un médico jubilado que llegó a Bolívar de muy joven y que realizó toda su carrera profesional como cardiólogo en esta ciudad. A la distancia, observa su carrera, la analiza y repasa.

Cabe aclarar la confusión de muchos. Arturo Vergara no es más que un pariente lejano de Valentín Vergara, quien fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires (por el radicalismo entre 1926 y 1930). “Ese hombre era de Bahía Blanca, papá me explicó que era algo así como tío abuelo suyo, y por eso me pusieron Arturo Valentín a mí. El era un abogado”.

Y Arturo se encargó de contar bien la historia: “Mi bisabuelo era de Zárate, de allá se vinieron a Junín porque compró campo en Bermúdez, que es un pueblito a unos 80 kilómetros de Junín, en 1880. Cuando fue a pagar la última cuota del campo a Buenos Aires, falleció, joven, tenía 34 años y dejó 11 hijos. Mi abuelo tuvo 9 hijos, así que imaginate cómo se fue loteando ese campo. Papá nació en Bermúdez, después se fueron a Junín. El hizo el colegio primario en Junín; pero como no había colegio secundario se fue a Mercedes, vivía en la pensión de una francesa que le enseñaba a comer, a manejar los cubiertos. Ahí se conoció con (Luis M.)Capredoni, que era de Chacabuco, donde tampoco había secundario en aquella época. Son de la misma generación, porque estudiaron juntos y se recibieron juntos en Buenos Aires”.

Y ya nos vamos metiendo de a poquito en su historia: “Cuando terminé la residencia en Buenos Aires, en el Hospital Ramos Mejía, me quería volver a Junín. Y papá me dijo que había pasado para Mar del Plata y se detuvo a saludar a Capredoni, que había fallecido la señora hacía poco acá, y le había dicho que en Bolívar no había cardiólogos, y me dijo que me convendría venirme a Bolívar porque en Junín para ese entonces ya había tres cardiólogos”.

Arturo agregó que “papá era médico clínico, en el momento que estudió no estaba la especialidad de cardiología”. Y retomó con su historia: “Vine solo a Bolívar, el 15 de septiembre de 1968, alquilé una casa en Sarmiento 526 y ahí mismo abrí el consultorio. Al primero que fui a saludar fue a Capredoni, me invitó a comer a su casa. Creo que fui el único médico que al llegar saludó a todos los médicos que estaban en Bolívar, Capredoni me lo sugirió entonces fui a ver a Gasparril, Ghiani, Noel, Ravassi, Angulo, Gonzalito (Washington)”.

Vergara siguió el pie de la letra las indicaciones de Capredoni: “Me dijo ´tenés que poner tu consultorio en un lugar neutral, no te identifiques con ninguna clínica, incluso él tenía el Sanatorio Bolívar en la calle Alvear, junto con Vaccarezza y Portela, que también era de Junín. Encontré bastante apoyo moral en Bolívar, acá no había cardiólogo estable, Omazábal venía de Olavarría una vez cada tanto y había otro que venía de Buenos Aires. Ahí empecé con mis primeras armas, tenía un electro cardiógrafo que todavía lo conservo, lo usé durante mis 50 años como médico”.

El doctor Vergara no se quedó sólo con Bolívar: “Empecé a viajar a Urdampilleta, a Pirovano, a Daireaux, iba por el camino de tierra, cuando llovía le tenía que poner pantaneras al Ford Falcon que tenía, que se lo había comprado a Chávez, un hombre que había sido taxista. Acá estaban en ese entonces el Sanatorio Bolívar ya nombrado, la Clínica de Gasparri y la San Cayetano, después se abrió la Clínica Central con Garbini, ese edificio se construyó exclusivamente para ser clínica. Con el correr del tiempo me fui comprando un desfibrilador, un monitor, un marca pasos, porque la unidad coronaria era yo. Una semana antes de irme de vacaciones rogaba que no se infartara o descompensara ningún paciente porque no me podía ir, no lo podía dejar solo. Ahora no pasa, pero en aquella época estabas en el cine y te iban a buscar y te tenías que levantar para atender al paciente. Era normal que viniera el acomodador y te dijera: ´Dr., lo esperan en el hall´”.

Arturo recordó que “estuve solo como cardiólogo unos 15 años, hasta que lo traje a (Gabriel) Virgini de Córdoba. Virgini estaba en un sistema prepago de abono que había hecho (Anteo) Gasparri. El vivía acá con (Conrado) Beliz en una casa sobre la avenida Alsina, dormían en el piso, se estaban por volver. Como yo estudié en Córdoba, tenía cierta afinidad, pero no lo conocía de antes. Le dije que estaba solo como cardiólogo pero me argumentó que él tenía la familia en Córdoba, tenía la señora y las hijas, que una de ellas es médica. Fui hasta Córdoba con el Torino y los traje a todos. Yo estaba desesperado para que hubiera otro cardiólogo, si había que hacer algo más lo hacía, con tal de que me aliviara un poco el trabajo. Martínez Pérez había venido antes; pero hacía más clínica y cardiología. Felipe es clínico, yo soy médico cirujano porque era el título que te daban en Córdoba”.

Arturo contó también su experiencia en otro ámbito de la medicina: “El Círculo Médico hizo un concurso para cubrir la vacante del Médico de Polícia. Estábamos Martínez Pérez y yo, gané el concurso por una mínima diferencia, porque llevaba más tiempo de residente en Bolívar que él. Me costó decidirme, Ordosgoyti, que en ese momento era oficial principal, iba a casa y me pedía por favor, que necesitaban un médico de policía. Antes que yo estaba Vaccarezza; pero fue incororado al Hospital como director y según el artículo 50 de la Constitución Nacional y Provincial, no se pueden desempeñar dos cargos públicos. En junio de 1969 me incorporaron como médico de policía”

Sobre su paso por la medicina legista, Vergara contó: “Tenía que hacer las autopsias yo solo. Yo tenía experiencia teórica, papá era médico forense, tenía título de especialista, había hecho el curso. Yo la experiencia la hice en vivo y en directo, y leyendo. Donde está la parte de Salud Mental de Hospital estaba la sala de autopsias, una mesa de cemento sin bordes, una lamparita que colgaba del techo, de 25. Con esa infraestructura y una caja de instrumentos hacia las autopsias. Antes con la palabra del médico bastaba, siendo evidentes las causales del deceso, se consideraba innecesaria la autopsia; después por los años ’70 nos comunicaron que en los casos de suicidio, homicidio o accidente había que hacer autopsia, así que si había un accidente con múltiples muertos, ahí estaba Vergara”.

De esa época Vergara recordó que “tuve la suerte que los Briasco se prestaban para ayudarme, entonces ellos suturaban. Como médico de policía tuve la suerte de llegar a ser Comisario Inspector, empecé de oficial ayudante. Llegué a tener 28 años y medio de antigüedad en la fuerza. En aquel entonces yo tardaba media hora en hacer las autopsias y los comisarios me retaban, cómo iba a tardar tanto, y yo les decía: ´ya van a ver cuando no tengan médico´, y lamentablemente después estuvimos muchos años sin médico de policía y con los cadáveres sin poder hacerles la autopsia acá”.

Sobre el retiro de la profesión, Vergara manifestó: “Cuando cumplí los 50 años como médico me jubilé, y fue como un homenaje a mi padre, que falleció con 49 años de profesión, y en ese momento me dije que yo tenía que llegar a los 50. Papá tenía un problema cardíaco, yo había ido a Junín porque él ya no estaba bien, y se murió en mis manos, en mi casa el 9 de septiembre de 1978, él no quería la terapia, no quería nada. Tiempo atrás había estado en terapia, se sacó los cables, los catéteres y le dijo al médico que bajo su responsabilidad se iba, y estaba internado en su sanatorio, nadie le iba a decir nada”.

Claro que Vergara no sólo se dedicó a la cardiología: “Incursionamos en la emergentología, teníamos la sede en la Avda. Almirante Brown, donde ahora está el restaurante Antojos, ahí teníamos el consultorio con Virgini, (Hugo) Mauad que vino después, y yo. Fundamos la AMBO junto con Venini, recuerdo que exponíamos la aparatología con la que contaba la empresa en la Exposición Rural. La gente dudaba y nosotros también del éxito que podía tener la empresa, era una cosa nueva. La mantuvimos hasta que vinieron los muchachos de Junín que lo siguieron. Años después, con Virgini y Mauad, que había venido a trabajar a la Clínica Central, fundamos el Instituto Cardiológico”.

Sobre el Dr. Miguel Capredoni, Arturo recordó: “Vivió acá hasta que Nelita, la hija, lo llevó a Buenos Aires, porque le habían puesto un marca pasos, y terminó muriendo en Buenos Aires”.

¿Fuiste médico por tu papá o no?

– Sí, yo tenía 2 años e iba parado en el auto abrazándole el cuello a papá e íbamos a ver enfermos. Me crié en el sanatorio de mi papá, cuando era chico me quedaba esperando mientras él operaba. El olor a cloroformo, a éter de aquel entonces, me quedó por siempre. Mi hermano también fue médico, un primo también, los hijos de mi primo sin médicos, dos de mis tres sobrinos son médicos en Mallorca. De mis hijas, la única Silvia, que es kinesióloga, es la más cercana a la medicina.

Su amigo René

Si hay alguien en Bolívar que tuvo relación con el recordado Dr. Favaloro, ese fue Arturo Vergara. “Yo tenía un paciente coronario –recordó Arturo-, vino y me dijo que había tenido un dolor fuerte en el pecho. Le hice el electrocardiograma y todavía tenía alteraciones a pesar de que el dolor lo había tenido hacía como una semana. Le dije que había que operar, que había que hacerle un by pass; pero se enojó y se fue. A los 4 ó 5 días volvió porque de nuevo le había dado un dolor, y ahí sí fue y lo operó Favaloro allá, tenía unas lesiones coronarias que bueno bueno”.

Vergara contó que “Favaloro estaba en Estados Unidos y vino a trabajar al Hospital Güemes en Buenos Aires, y lo conocí a través de los pacientes. Nos hicimos amigos y cuando estaban construyendo la Fundación la conocí por dentro porque él me llevó a verla. René vino dos veces a Bolívar y en ambas ocasiones lo traje yo. Vinieron él y su equipo, más algunos otros muchachos con los que todavía conservamos la amistad”.

Arturo detalló que “vos lo escuchabas a Favaloro hablar en las conferencias que hablaba y daba gusto, él trataba de formar gente y ampliar los servicios, y así empezaron a surgir unidades coronarias en el interior del país, en la provincia de Buenos Aires, cosas que antes no había. Yo no lo tuteaba porque lo respetaba mucho; pero él a mí sí”.

Angel Pesce

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