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Ariel Dadante, un apasionado del cine desde chico

A partir de hoy, todos los jueves compartiremos la columna de Cine, escrita por Ariel.

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Al empezar a escribir, no puedo dejar de pensar en la primera vez que me dejé hipnotizar por la imagen en movimiento, como el cine y la televisión, no necesariamente en ese orden.

En 1980 llega la televisión a color a Argentina, fue Pinky (conductora de televisión que brilló durante muchas décadas) quién anunciaba la llegada del color a estos aparatos domésticos. Y es ahí, que con 4 o 5 años, empecé a consumir las pocas horas de televisión que los escasos canales nos proponían.

Es ahí donde descubrí un mundo del cual nunca más me bajaría.

Dibujos animados y series serían mi compañía diaria. Puedo nombrar dibujos animados que me acompañaban todas las tardes durante la merienda, aquellos clásicos de Hanna Barbera, Tom y Jerry, Los Supersónicos, Los Autos Locos, solo por nombrar algunos de este genio; y ni hablar de esos clásicos que aún en este milenio siguen vigente, He-Man, Thurdercats, El Correcaminos, Bugs Bunny, el Pato Lucas, Silvestre, y una batería de personajes entrañables, es en este momento que me dejé atrapar, sin ofrecer ningún tipo de resistencia.

Antes, estar media hora frente a un televisor era mucho tiempo, y siempre venía, de parte de mamá un “…andá a jugar afuera, que está hermoso…” y siempre tenía razón, pero esa pantalla era difícil de soltar.

Y cuando empezaron a llegar las series, que decir de ese momento, la media hora se iba a convertir en horas. Brigada A, Los Dukes de Hazzard, El auto Fantástico, BJ Mackey, V Invasión Extraterrestre, Lobo del Aire, Mork y Mindy, Alf, El gran héroe Americano, Lobo del aire, McGiver, muchas series que hoy pocos recuerdan.

Y luego llegó la magia, ese mundo increíble donde la pantalla era tan grande como la imaginación, el cine, nuestro cine Avenida, donde los continuados eran moneda corriente en mis Miércoles.

Y un día ví E.T. (1982), de Steven Spielberg, y ahí cambió todo. Entendí en ese instante, en esa bicicleta volando a través de la luna, la música, las imágenes, la historia, que a eso me quería dedicar el resto de mi vida, que el cine iba a ser mi pasión, tenía 7 años, nunca quise ser bombero, ni jugador de fútbol o mecánico como mi viejo, no, solo quería saber hacer cine.

Pasaron los años y mi pasión nunca mermó, tuve la suerte de poder ir a estudiar cine a la Facultad de Bellas Artes en La plata, una carrera que por esos años (1993) no tenía una salida laboral muy frondosa, no digo que hoy no sea lo mismo, pero las plataformas de streaming, y el avance en la era digital te dan otra perspectiva.

En esos años conocí gente que tenía mi misma pasión, mis mismas inquietudes, personas que me marcaron y orientaron, personas que me ayudaron en el camino que he recorrido hasta llegar a este momento, donde la vida me pone en el lugar donde descubrí mi pasión, el Nuevo Cine Avenida.

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