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lunes, 13 de mayo de 2024
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A pasear por el país con Seba Cayre y amigos

El trovador se presentó en el auditorio de la Rivadavia.

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Por primera vez en solitario en la ciudad en la que hace ocho meses decidió radicarse con su mujer (ella es de acá) y su hijo, el cantante y guitarrista Sebastián Cayre se presentó el sábado en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia.

Ante una concurrencia que incluso desbordó las instalaciones de la coqueta sala llamada “María B. de Barnetche”, el también compositor dedicó la primera parte del recital “a rezar”: “Como decía Yupanqui, cantar es rezar dos veces”, explicó, para que nadie comenzara a persignarse ni se largara de rodillas sobre el duro piso. En este segmento sonaron viejos estilos bonaerenses que poco se escuchan hoy, como el triste, la huella, la cifra. El pajarillo, que cantaba su autor, Atahualpa, fue la primera canción ofrecida por Seba, a la que siguieron, entre varias más en este pasaje de apertura, Pa quererte he nacido y un ‘gato surero’ de su autoría dedicado a la mujer, puntualmente a la que lucha para seguir erosionando al patriarcado, hasta que un buen día se caiga.

Y de entrada se advirtió con meridiana claridad que estábamos frente a un artista en dominio de sus capacidades, lo que es muchísimo decir aunque parezca elemental: buen tocar, buen cantar, buen seleccionar (la elección del repertorio es mucho más clave de lo que pinta), buen comunicar. Prestancia y solidez, qué más. Un joven-viejo guerrero de apenas cuarenta y cinco años, pero toda una vida consagrada a la música, que continúa sembrando mientras también va cosechando. Algunos buenos amigos, unos siete discos de canciones propias que circulan en las plataformas, el (re)conocimiento del circuito provincial de peñas y núcleos artísticos de lo folclórico. Un lindo capital para seguir desarrollando.

Claro que Cayre no se presentó solo, porque como alertó su colega músico Ariel Minimal, un hombre solo no puede hacer nada, así es que la producción de este concierto estuvo a cargo de Estudio Hogar, con la colaboración de la gente de la propia biblioteca. Además, en la segunda parte lució acompañado por Franco Exertier en percusión y Diego Abel Peris en violín, ‘rubro por rubro’ dos de nuestros mejores instrumentistas de hoy, y por escandalosa goleada los dos más sonrisales. Para algunas canciones se incorporó el tecladista Juan Manuel Montero. Un color más sobre el lienzo, máxime si atendemos que el hendersonense, empuñando la guitarra y con Peris al violín, regaló la perla de una página propia dedicada a la historia de su familia, que podría caberle a cualquiera, y que de algún modo “cierra un círculo”, según confesó.

Para abordar con la banda, el artista nacido en Pellegrini eligió, entre otras, un par de piezas del platense Javi Caminos, un inspirado creador que se ha presentado en alguna ocasión acá. Son los casos de Gato para Villanueva y la Chacarera de un amor. Dentro del ‘bloque platense’ (lo podríamos motejar así, para ordenarnos y etiquetar, como nos gusta a los periodistas), también brilló la Zamba para Juliana, de Diego Ortiz. Todos amigos y colegas de Cayre, a los que gusta difundir sus creaciones como quien se siente parte de un colectivo. (De hecho, Seba, que vivió más de veinte años en la ‘ciudad de las diagonales’, y Javi han tocado juntos, hay registros en YouTube.)   

Antes, uno de los momentos más sensibles del recital se vivió cuando el afinado cantor ofreció su pieza dedicada a Vicente Catrunau Pincén, introducida con un relato en el que dejó plasmada su profunda admiración por el cacique indígena que resistió “todo lo que pudo” la llamada conquista, que no fue otra cosa que avasallamiento y despojo, en nombre del progreso y la civilización, contra los antiguos dueños de las tierras que, sin marchar lejos, habitamos los bonaerenses. Al punto que su hijo se llama Vicente en su homenaje y recuerdo.

Después, Cayre se subió a la viola, miró hacia los costados, supo que lo seguirían, y se mandó pal’ norte. Una zamba carpera de su admirado Hernán Figueroa Reyes, y el bailecito Viva Jujuy, fueron algunas de las postales fruto de ese paseo. 

Durante gran parte del concierto hubo gente bailando en los pasillos, a los costados de la abarrotada platea. El trovador había anunciado que inocularía una buena dosis de ‘medicina’ propicia para soltar el cuerpo, y parece que le gusta cumplir.

La última pieza, antes de los consabidos bises, estaba cantada: con Montero en teclados (y voz en algún pasaje) y Exertier tras los parches, Seba se/nos dio el gusto de colocarle al postre una frutilla que quiere mucho, cual es el hit Trampas en el cielo, que lleva letra de su amigo ‘Bocha’ Nieva y ha pateado récords de reproducciones en las plataformas digitales, haciendo que el nombre de ambos, y principalmente su música, suene por el país.

Estallaron un par de bises, para que todo el mundo se aflojara a bailar y celebrar la vida, que de eso se trata todo concierto ya que como dicen los filósofos Baglietto y Héctor Facundo ‘Lito’ Vitale: qué otra cosa hacer en esta tierra incendiada sino cantar (y bailar).

Chino Castro

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