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jueves, 25 de abril de 2024
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Breve crónica de un día de lluvia en el que me vacunaron contra COVID 19

Cuando las cosas están bien y es bueno contarlas.

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Hoy me vacunaron con la primera dosis de Covishield. Tenía turno a la hora 13 y allí estuve, puntualmente. Apenas ingresé al Vacunatorio Municipal, mientras me tomaban la temperatura y me aplicaban alcohol en mis manos, recibí la primera sonrisa y me preguntaron mi nombre. Con la segunda sonrisa me invitaron a sentarme en una silla de chapa que antes alguien había higienizado convenientemente “al lado del hombre de remera negra”. Resultó ser Hugo Díaz, el de la voz inigualable hecha a medida de la FM, que estaba a dos metros exactos de mi silla.

Nos reconocimos y a esa distancia comenzamos a dialogar. Coincidimos, rápidamente, en lo bien diseñado que parecía estar el sistema vacunatorio. Había bastante gente, toda ubicada en diferentes “corralitos” marcados con sogas, que también demarcaban corredores por donde circular sin rozase. Al cabo de unos minutos íbamos quedando prácticamente solos y ese fue el momento en que nos llamaron. Primero a Hugo, luego a mí.

La tercera sonrisa la acepté como un nuevo regalo cuando una jovencita tomó mis datos y los consignó en un tarjetón, invitándome luego a aguardar unos minutos para que, en otro puesto, otra joven, portadora de la cuarta sonrisa de la mañana, asentara datos en una computadora.

Desde allí me enviaron al puesto de vacunación, donde volví a encontrar a Hugo, que ya aguardaba ser llamado para el pinchazo. Esperamos unos 10 minutos y de inmediato nos recibieron tres sonrisas a coro, si es que las sonrisas pueden hacerse de ese modo.

Me vacunaron, me hicieron las recomendaciones de rigor y un chico muy joven me acompañó hasta una sala de espera ubicada detrás de lo que es el gimnasio. Sonriendo, por supuesto. En 10 minutos me entregaron un segundo tarjetón, esta vez más grande que el primero, que deberé conservar hasta que llegue la segunda dosis, que puede tardar -me dijeron- quizás unos 40 días.

El mismo jovencito me acompañó hasta la puerta de salida, deseándome buena suerte y dándome las gracias por haber concurrido.

Llovía torrencialmente y mi vehículo estaba estacionado a unos 100 metros de la salida. Allí recibí la décima sonrisa y un ofrecimiento de ayuda de otra jovencita integrante del staff de Defensa Civil que no dudó en abrir un gran sombrillón y acompañarme hasta mi camioneta para evitar que me moje.

Y aquí estoy entonces, a la hora 14, escribiendo en mi computadora esta breve crónica que tiene el objetivo de dar las gracias. Bañado en sonrisas como estoy, ya vacunado contra COVID 19 y espiritualmente reconfortado por haber sido testigo de algo que funciona bien. VC

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