26 de noviembre de 2025

MÚSICA

MÚSICA. Mederos, la novedad de seguir buscando un cielo distinto

El célebre bandoneonista y Pulso deslumbraron en el auditorio.

por
Chino Castro

Como un integrante más de Pulso, una entidad en la que tiene la grandeza de disolverse, y de ningún modo el líder, el célebre bandoneonista Rodolfo Mederos nos convidó a un desafío doble: escuchar una música que no conocíamos, y además sin una forma estilística definida, por su pasión de profanar estilos, y que -por si esos 'escollos' no fueran suficientes para espantar a los espíritus conservadores- no incluye en su estructura ese cable a tierra elemental que es la letra. Sin embargo parece que hay mucha gente con la cabeza abierta y la piel dispuesta, porque el auditorio de la Biblioteca Rivadavia lució a tope el sábado, como ya había lucido tras la pandemia con el propio Rodolfo Mederos, cuando con un menú de tangos clásicos nos visitó en el invierno del 2022 para los sesenta años de la Asociación Musical. Ocurrió en el Día de la Música, qué mejor.

Esta vez con un plan (¿o pan?) diferente, Mederos y sus coequipers, virtuosos pibes de 20, 21 y 24 que podrían ser sus nietos pero que sólo son más jóvenes que él en edad, nos provocó con un set de piezas creadas mayormente por el propio Rodolfo, que chupan del rock, del jazz, del tango y de la canción rioplatense (hay unas hebras de candombe imprimiendo su picor en ese brebaje) para elaborar un trago de sello propio, cercano quizá a experiencias del jazz rock célebres en el mundo y que -según los entendidos, de los que convendría dudar- linkearía con Generación Cero, banda tan ilustre como de culto creada y tripulada por Mederos en los setenta. Vale decir que Pulso sería una continuación de Generación Cero por otros medios, o por los mismos: la búsqueda, la sed, el riesgo como credo artístico, la actitud lúdica sosteniendo e incluso justificando la rigurosidad del constructor que levanta algo o perece.

Pulso son Mederos en bandoneón, Juan Pérez Garber en teclado, Santiago Medina en bajo eléctrico y Valentín Manzoni en batería. Los nuevos socios del desierto de un R.M. que, como declaró en un segmento del concierto, continúa a sus 85 años "buscando alternativas sonoras para esta puta ciudad", convencido de que hay, todavía, una música que lo espera y que debe ir a encontrar y enamorar, como si fuera la más bella de las mujeres del planeta... y quizá lo sea.

Pulso no tiene discos grabados ni fiebre por editar, lo que les quita el sueño a estos pibes (incluido Rodolfo) es ensayar y tocar. Algunas de las piezas del setlist fueron Tal para cual, Malas compañías, Satanás dónde estás, La vez que vi llover, Pucha digo.

El bandoneonista expresó su idea de que el músico debe avanzar "con el oído hacia atrás y la vista hacia adelante", y como "más allá de adónde vamos, de algún lado venimos", el espectáculo hizo lugar a un bloque de homenajes. Fue allí que Pulso nos obsequió su lectura de Piedra y camino (Yupanqui), Recuerdo (Pugliese) y Muchacha (ojos de papel) (Spinetta). Rodolfo conoció a los tres, incluso fue miembro de la orquesta de Pugliese y con el 'Flaco' colaboró poniendo su bandoneón en Laura va, del primer álbum de Almendra, y, años después, en Las golondrinas de Plaza de Mayo, para el último disco de esa estrella fugaz llamada Invisible. A propósito de ellos, contó algunas anécdotas que enriquecieron el concierto, al imprimirle un matiz de humor y camaradería que, cuando es hijo del buen gusto y la delicadeza -que nada tienen que ver con la pacatería-, a la música le hace muy bien, al quitarle solemnidad y convertirla en un pan para cualquiera.

Durante la hora y pico de recital, Mederos habló poco (para ser que es un gran conversador) y bien, compartiendo en algunos pasajes su visión sobre el vínculo del pueblo con la música cuando la industria arrecia con sus imperativos económicos, y acerca de su pasión por seguir buscando y mezclándose con artistas diversos, el indestructible motor que lo mantiene en marcha. Puso de relieve, sin caer en el clásico cliché, que de sus cumpas aprende mucho, y durante el recital se percibieron como un agua bendita la sintonía de confianza que hay entre ellos y las miradas cómplices, cariñosas y de admiración que se cruzan, lejos de las jerarquías y cargos, como si fueran cuatro pibes de joda por ahí, ya que incluso nos regalaron la maravilla de bromear tocando.

En otro introito de una canción, hacia el final del espectáculo, calificó de "milagro" a la mancomunión de gente junta escuchando un recital ¡de música instrumental, sin culos ni metralleta lumínica y de efectos, cuando ya casi no sucede lo que antes era común, gracias a un auge tecnológico que en vez de acercarnos nos ha alejado y encerrado a cada cual tras las barrotes de sí mismo. "Me pregunto qué mundo estamos dejando a nuestros hijos, cómo harán para salir de esto", se inquirió e inquirió el artista, en el único momento en que adquirieron una nota sombría su voz serena de decir profundo, y su estampa de duende teñido por el smog grisáceo de las ciudades que transita ¡hace casi un siglo! con el bandoneón en la mano, como si fuera un pastelero lleno de harina.


Finalmente, el cuarteto se fue como entró: bailoteando una suerte de candombe. De pie, flotando en una atmósfera de emoción general, el publico exigió más, entonces Pulso regresó para tocar como bis una de Mederos de los años ochenta.

Antes se presentó Bolívar Trío, formación de bandoneones integrada por María Eugenia Alejo, Rubén Exertier y Nicanor Pagola, los dos últimos ex y actual alumno de Rodolfo Mederos. Tocaron Nocturna (Julián Plaza), Canaro en París (Caldarella-Scarpino) y Quejas de bandoneón (Juan de Dios Filiberto).

Por la tarde en el auditorio, unas horas antes del recital, Mederos brindó una charla abierta sobre su vida y su obra a los interesados que se acercaron a escucharlo.

Con este concierto, en el que colaboraron la municipalidad y firmas comerciales, la Asociación Musical cerró su agenda 2025 de espectáculos, y comenzará a proyectar con buen ánimo y la adrenalina de este gran día en el cuerpo la temporada 2026. Como expresó Nahuel Morante, el presidente de la entidad, "no fue una noche más", por todo lo que se puso en juego para armar esta ambiciosa fecha "en un momento tan adverso para las expresiones artísticas", tal lo que señaló en su redes.

Para el público que vio a Pulso y se dejó tocar por la varita ensoñada de Rodolfo, quizá también esta noche marque un antes y un después, ya que es sabido que, aunque no haga el ruido de una bomba, el arte también transforma.

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