13 de octubre de 2025
Palabras para 'miguelo' en la hora de su adiós.
por
Chino Castro
Nunca fui 'russista' -si es que existe esa categoría que estamos viendo florecer-, sus equipos jamás me enamoraron, ni el Boca con el que ganó la Libertadores en el lejanísimo 2007 -aún con Riquelme como Emperador continental-, y solía exasperarme esa capacidad para nunca decir nada ("son decisiones", "son momentos", "esto es así") y siempre sonreír, que tantos le admiraban. Sin embargo, su muerte me conmovió y sentí la necesidad de compartirlo.
Contra los que dicen que tendría que haberse quedado en la casa cuidando nietos en vez de seguir trabajando, ¡y con la presión que hay en el 'Mundo Boca'!, a mí terminó por gustarme verlo en el banco, sin voz para dar indicaciones y casi sin poder moverse. En vez de guardarse para que no lo vieran así, él Iba con lo puesto, que físicamente ya era casi nada: le quedaban su sonrisa incólume, pletórica en dientes para la envidia, cada vez más grande por su frágil condición, y su coquetería y buen vestir de toda la vida.
Yo también pensaba que para qué, que cuánto ego tenés que tener para seguir, que mejor quedate en tu casa, que cómo la familia no lo rescataba de esa olla hirviente, que Riquelme por qué lo contrató si estaba tan enfermo, pero después cambié: me ganó su pulsión de vida; la pelea que libró frente a los ojos del país terminó por interpelarme.
En las últimas semanas me encantó que se dejara mimar por la hinchada de Central en la puerta del hotel en Rosario, y abrazar por los jugadores del 'canalla' antes del partido con Boca. Sabía que era la última vez y quiso llevarse esa diadema que sólo era para él, cómo iba a rechazarla y dejarla huérfana.
Ahora adhiero a los que dicen que, al convocarlo sabiendo ambos que el final era un perro rabioso y joven mordiéndole los tobillos, Román volvió a desmarcarse a siglos luz en la escala de buen tipo de los tábanos del odio que se pasan la vida tratando de picarlo.
Se fue un gran técnico, más allá de la nimiedad de los gustos personales. Rosario Central, Lanús, Estudiantes, Boca y Millonarios de Colombia pueden dar fe. Pero por encima de lo profesional, se fue un tipo digno, un ser que destilaba integridad, y también por eso en los clubes donde trabajó lo despidieron así, no sólo por haber sido campeones con él. Se acaba de ir un hombre decente, y es hora de que nos pongamos de pie. Suficiente en cualquier época, más cuando la mentira, el oropel y la estupidez fosforecen tanto.
Cuando la patoteada discursiva que tortura al argumento, el bullying al débil/la pleitesía al rico/ poderoso/exitoso y el desprecio por el otro constituyen el cóctel con el que cada mañana desayunan los perros asesinos de la batalla cultural, un hombre que sencillamente se dedicaba a hacer su trabajo con humildad y seriedad, sin putear a los árbitros, gesticular como un pavote durante los partidos ni llorar en las conferencias de prensa, pasa a ser todo lo que necesitamos quienes no nos bancamos casi nada de lo que está ocurriendo en el mundo hoy. Alguien así siempre será nuestro antídoto, y no tiene por qué ser nuestro ídolo ni tener épica, todo eso también es nimiedad.
En el contexto actual Russo es la 'normalidad', lo 'correcto', la estabilidad, cuando la tilinguería ha sido encumbrada política de estado a escala global, cuando ya el despropósito y la berretada comienzan a saturar y dar mal olor, y los outsiders de hace minutos se rebelan idiotas marionetas de un poder económico que lo único que quiere es que nada cambie, para institucionalizar su saqueo. Está todo tan podrido, el canibalismo social programado es tan la norma, que ahora la rebeldía reside en lo tradicional, en decir buen día al entrar a un lugar, en preguntarle al de al lado cómo anda y si necesita algo. Aguanten los 'viejos meados', que los fantoches del cambio han puesto al planeta al borde de su extinción.
Será también por todo esto, por el contexto y sus características personales que, al instante de irse, Miguel Ángel Russo ya era bandera. Toda una señal de los tiempos por venir, tal vez.
Chau, Miguel querido, buen viaje y paz. Y gracias por todo.
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