CONSTRUCCIÓN. Cómo reformar una casa vieja con poco dinero: 3 claves que siempre funcionan

Por Marta Sader (para Revistaad.es)

1. Cuanto menos hagas, mejor

Este "menos es más" tan radical puede sonar paradójico, pero es, en realidad, sensato. "En rehabilitación, en muchas ocasiones, nuestro trabajo trata de contener esa excesiva intervención. Hacer más no es sinónimo de proyectar mejor, ni mucho menos, de rehabilitar mejor. Hay que hacer lo mínimo para que el nuevo dueño disponga de las condiciones de habitabilidad requeridas", cuentan desde BUC Arquitectura. "Sabemos que, al final, en rehabilitación e interviniendo en la arquitectura tradicional, la mirada irá hacia lo que estaba, no hacia lo nuevo", explican.

El estudio se caracteriza, precisamente, por llevar a cabo reformas que despojan las viviendas de todo lo superficial, dando paso a espacios tan drásticamente fundamentales que resultan inmediatamente contemporáneos. El ejemplo perfecto es la vivienda mallorquina de 500 metros cuadrados que reformaron hace unos meses, respetando al máximo su historia, pero haciendo patentes también sus nuevas adiciones, sin ocultarlas. De esta forma, es posible reformar una casa vieja con poco dinero.

"Intentamos trabajar con materiales de proximidad y, si es posible, recuperar técnicas y elementos tradicionales. De no serlo, nuestro proyecto nunca intentará imitar lo que no es; nuestra arquitectura siempre será contemporánea. Nos interesa que nuestra intervención quede perfectamente diferenciada a modo de nueva capa, respetando al máximo la anterior, para que la casa cuente su propia historia", indican desde el despacho.

Y añaden: "Intentamos eliminar todo lo que sobra. En muchas ocasiones, el edificio ha sufrido reformas poco respetuosas que intentamos eliminar. Retroceder en el tiempo, quitando capas innecesarias e intentando recuperar el edificio primario, original. Se trata de quitar, más que de añadir; de respetar; de pensar mucho y actuar poco".

Esta pauta de acción es también consciente con el medio ambiente. "Para nosotros, el 'no hacer' representa la sostenibilidad real, pues, por una parte, reduce el consumo de nuevos materiales de construcción, y por otra, generar el mínimo de residuos", indican.

2. Respeta el espíritu original de la casa

"Cuando nos encontramos con la rehabilitación de una casa antigua, lo primero que hacemos es estudiar su historia, para así comprender su estado actual y su distribución: cuándo se construyó, quién vivió allí y por qué usos ha pasado", nos cuentan Las Perelli, grandes damas de la casa rústica moderna.

Saben de lo que hablan, pues prácticamente todo su trabajo se centra en traer a la vida este tipo de edificaciones. En este estudio previo, el dúo valora qué materiales y piezas son auténticos, para tenerlos en cuenta a la hora de diseñar la distribución y estética del proyecto. Y cuando hay que añadir elementos nuevos, los eligen también con historia.

"Solemos utilizar materiales antiguos (como las maderas de derribo) y técnicas tradicionales (como la cal) que ayudan a preservar el sabor del paso del tiempo. Estos espacios, combinados con elementos más modernos como arte, iluminación, o libros, ayudan a crear el equilibrio entre antiguo y moderno que caracteriza a nuestro estudio".

Eso sí, la mayor máxima para Las Perelli es atender con minuciosidad las necesidades de los nuevos dueños de la casa. "Para nosotras, un error es no escuchar al cliente. El bienestar y la estética tienen que convivir en equilibrio para que un espacio funcione y sea agradable y práctico para quien lo habita. Estudiar las necesidades del cliente, entender cómo vive y, sobre todo, cómo le gustaría vivir es esencial para tenerlo en cuenta y reflejarlo en el proyecto".

3. Investiga cómo fue construida

Los arquitectos Elena Jiménez y Abelardo Linares, formados en las oficinas de Alberto Campo y Rafael de la Hoz, han sido premiados en tres ocasiones con el concurso RH Drienhaus del Ministerio de Fomento, que galardona a los profesionales del sector que demuestran valorar la tradición arquitectónica. Por ello, su valioso testimonio nos invita no solamente a utilizar las técnicas constructivas locales a la hora de rehabilitar un edificio, sino a profundizar en su historia y no caer en pastiches ni tópicos.

"Estudiar y comprender la lógica constructiva del edificio, qué herramientas y materiales se utilizaron en las distintas épocas de las que está formado el edificio, y traducirlas en la medida de lo posible a nuestra contemporaneidad es la base de todas las decisiones que vamos tomando a lo largo del proyecto", cuentan.

"Por ejemplo, los muros de ladrillo vistos es una tendencia que se ha extendido en muchas viviendas de los centros históricos, pero que no siempre corresponden a la tradición constructiva del lugar. En Sevilla, donde tenemos nuestro estudio, el ladrillo está presente en todas las construcciones tradicionales, pero su origen no es el de revestimiento o acabado, sino el de estructura", recuerdan.

"Nos hemos acostumbrado a ver la Giralda con la preciosa textura del ladrillo de taco, pero hasta el siglo XIX estuvo recubierta de morteros de cal e incluso, con colores. Igualmente, no podríamos entender la arquitectura barroca que hace tan característica la ciudad sin sus pigmentos ocres y alberos. Pues en las viviendas ocurría igual, los muros siempre estaban revestidos de otros materiales para que fueran resistentes en el tiempo, y esto generó una enorme riqueza de acabados, con dibujos geométricos en cal, azulejos llenos de color, etcétera. Eliminarlos es muchas veces una pérdida de esa singularidad que nos cuenta la historia del lugar, para dar un aire industrial con texturas cálidas. El patrimonio no es una ruina contemporánea", sentencian estos expertos.