31 de mayo de 2025
Por Luciano Carballo Laveglia (nota Nº 18).
Escuchar artículoY acá estamos, recordando. Como ya lo dijo Mario Benedetti: "La memoria es una forma del recuerdo"..., y no hablo de melancolía sino de nostalgia de las cosas que se han perdido o hemos perdido.
Según la RAE (Real Academia de la Lengua Española) la melancolía es "la tendencia que tiene una persona a la tristeza permanente, mientras que la nostalgia es la pena de verse ausente de la patria, las cosas, los amigos ".
Y de esa nostalgia hablo, de llegar a no encontrar las cosas que alguna vez nos hicieron felices, desde una casa, un lugar público, un olor o un sonido.
Porque cada uno tendrá su olor y su sonido. Algunos muy particulares de cada uno y otros más compartidos.
Tanto los olores de una ciudad como los sonidos de una ciudad. Esos que solo se huelen y se sienten en los" los pueblos".
Y empezamos por los olores.
Olor que viene de casa, colegio y amores.
Y ahí están los de las casas. Muy de cada uno y más la de la casa de los abuelos. Olor a comida, olor a puchero de los lunes.
Los olores del colegio, en mi caso a los tilos del Colegio Nacional en la calle Güemes.
El olor al Gimnasio del Albirrojo de Empleados de Comercio, muy especial. Mezcla de humedad y kerosene que le pasaba Don Manuel.
Olores compartidos. Pasto recién cortado, tierra mojada recién llovida. Olores de verano que solo se sienten en estas ciudades chicas.
Aristóteles entendía la ciudad como el espacio de vida de los ciudadanos y estableció que, para lograr una ciudad ideal, ésta debería ser un espacio contenido, limitado, finito, pues de esta forma se garantizaría que fuera bella, virtuosa, autosuficiente, gobernable y controlable.
Una ciudad donde el grito del hombre llegara a oírse. Y ahí hablamos de sonidos.
Sonidos de cada casa, la llave de la puerta, la apertura del portón, el ruido de cosas de la cocina, alguna radio de fondo. Siempre en AM.
Y vuelvo a Empleados, los sonidos al entrar por la esquina. Ruido a bolas del casin, y después el ruido con eco de la cancha de pelota a paleta y ahí al fondo, el sonido maravilloso de la pelota de básquet sobre el parquet.
Los sonidos de la ciudad, que se incrementan en la noche. "Cuando ladran los perros en la madrugada" diría Mario Álvarez Quiroga.
Y los bomberos de madrugada, y las bombas del corso, y el tren de noche. Y el murmullo de la feria los martes a la noche antes del remate.
Y los gritos de gol que venían del lado del Club independiente en los torneros de verano, que hasta uno podía imaginar si eran de un equipo chico o grande.
Como dice Lalo de los Santos: "la pucha que es difícil la nostalgia, pero es buena si puede ayudarte a intentar ser feliz, y es tanta las cosas y la gente que uno ama que no existe distancia para estar allí".
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