27 de mayo de 2025

Espectáculos

Espectáculos. Voces para una Voz que sigue invitándonos a despertar

Doce músicos locales cantaron a Yupanqui para celebrar su obra.

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por
Chino Castro

Una pléyade de músicos vernáculos 'hicieron coincidir sus agendas' para celebrar la obra de Atahuapa Yupanqui, al cumplirse el viernes pasado treinta y tres años de su adiós. Ocurrió en el auditorio de la Biblioteca Rivadavia, que lució a tope de público como en sus mejores noches.

El arquitecto de este espectáculo, titulado 'Bolívar canta a Yupanqui', fue Sebastián Cayre, con la decisiva ayuda de Viviana Exertier, una suerte de coproductora que remó a su par para que hubiera puerto de destino para un ambicioso andamiaje que nucleó a una docena de artistas en escena, por turnos como para que el asunto resultara dinámico.

Con Mi regreso y La añera, Cayre abrió el fuego, en voz y guitarra. Y se quedó en el escenario para acompañar a María La Forggia, que cantó, como todos los convocados, dos piezas del homenajeado. Una fue Los ejes de mi carreta, en una versión que incluyó en flauta al 'Chiqui' Chávez.

Tras un recitado de Don Ata, Rafael Doorish nos regaló su 'modelo' de La guitarra, pieza de Yupanqui que permaneció inédita en vida del cantor, a la que más tarde un tal Raúl 'León' Gieco le escribió una música.

Este pasaje llamémosle intimista se prolongó con Raúl Chillón, quien primero con el bombo y luego con la viola interpretó El alazán, dedicado a su padre, y El arriero, a su mamá, 'Margalú'. Más adelante, tras un salto a la intensidad, ese 'condimento' sería reforzado por Hernán Moura (el sonidista de la velada, con el aporte de la municipalidad), que sumó al menú Zamba perdida y Guitarra, dímelo tú. Dos "lados b", que así los llamó, de su admirado 'Atahual Payupanqui', como creía de pibe que se llamaba el célebre creador.

Tin de Acevedo es un tipo tan prolífico para componer como huraño para mostrarlo: tiene más de cien canciones, un botín que no cualquiera y que nadie en nuestra ciudad, y ni un solo recital solo, ¡ni uno solo, che! En este caso el prestidigitador Cayre ha logrado convencerlo, y así fue que el también cantante y guitarrista irrumpió en escena con gorra y todo para secundar a Sandra Santos, quien con su afinada fogosidad de siempre ofreció la Chacarera de las piedras y Piedra y camino, dos perlas de Yupanqui de esas que son óptimas para un festival.


Las participaciones musicales fueron mechadas por fragmentos del propio Atahualpa compartiéndonos, por pantalla gigante y casi siempre viola en mano en agrestes paisajes, su pensamiento sobre la vida, la música y la misión del artista, que no es justamente facturar a costa de entretener o directamente embrutecer a las audiencias . En algunos de esos pasajes expresó su idea respecto de lo verdadero, su desprecio por el arte como una exposición espectacular, un estallido de colores y de sonidos que impacta pero no conmueve, sacude pero no despierta: "Nadie le dice a los gritos a su mujer que la ama, y si lo hace de ese modo, es que todo ha sido mentira", marcó en uno de esos fragmentos, inflexible y didáctico como era.

La dosis de dulzura nos llegó de la mano de Maia Acosta, que interpretó, al piano, Los hermanos y después La arribeña, con Cayre en guitarra.

Un momento encumbrado de la noche fue conquistado con Vital Hernán Caraballo como navegante a cargo. Cantó, acompañándose con la guitarra, el Romance de la luna tucumana, y con Raúl en percusión y Peris en violín la Zamba del grillo. Impecable. Hernán es dueño de una voz tan poderosa como cristalina, y en esta incursión al 'universo yupanquiano' la exprimió al mango, llevándonos bien lejos, o bien adentro. Hernán es, entre nosotres, 'el' cantante, y lo del viernes pasado significó una actualización de su poder.

Y no bajamos de tan alto a continuación, cuando fue el turno de la peculiar dupla conformada por Diego Peris y Jorgito Daniel Godoy, ambos en guitarra para un atmosférico abordaje de Vientito de Tucumán (otro inédito al que puso música Divididos) y Duerme Negrito. Un halo a Pink Floyd, aunque le suene a disparate esta apreciación, flotó por allí, y nos hizo bien.

Como grand finale nos regalaron una suerte de canción con todos vía Lunita tucumana, entonada por la totalidad de quienes protagonizaron esta espléndida noche en la que sólo faltaron los Exertier: Rubén y Franco, el primero con algunas 'nanas' de salud y su hijo a su cuidado, por lo que no pudieron concurrir. El público en coro completó la postal.


La estructura pensada y plasmada por Cayre y Vivi Exertier resultó un enorme acierto: dinamismo y diversidad sin resignar profundidad ni perder el foco. En algún punto -y con sus diferencias-, esto hizo recordar al Canciones de Fito pergeñado por Daniela López, de Cable a Tierra. Ojalá haya más funciones de Bolívar canta a Yupanqui, ojalá sus hacedores hagan coincidir sus agendas otra vez, y -dicho sea de paso pero no tanto- estaría buenísimo que quienes se abocan a producir espectáculos musicales elaboraran una idea así en base a la obra de Charly o artistas de ese calibre, que nos atraviesan como pueblo por encima de nuestros propios gustos. Sólo una idea, pero por de pronto lo ya realizado con relación a Don Ata ha sido exquisito.

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