25 de abril de 2025

ENTREVISTA

ENTREVISTA. Treinta y cinco años después, "me sigue pasando lo mismo que el primer día"

Aníbal Rodríguez, su historia y sus pasiones.

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por
Chino Castro

Este abril redondeó treinta y cinco años como oculista en Bolívar, pero esa cifra no le hará arriar la bandera de su entusiasmo. Con la frescura y la alegría del primer día, aquél en que tres pacientes lo esperaban en la vereda, Aníbal Luis Rodríguez sigue curando la vista de miles de vecinos y cultivando otras pasiones que nos contó en esta entrevista exclusiva.

¿Qué te mantiene trabajando con esa intensidad, cuando tranquilamente podrías dejar?
- Empecé a estudiar Medicina a los 17 y me apasionó desde siempre. Ya en el secundario iba a ver cirugías de médicos en Pehuajó, soy nacido allá. Cirugías de abdomen, traumatismos. Para ir entrando en clima y ver si lo iba a soportar.

Decidió que se la iba a bancar, y con tres amigos partió hacia Baires. Cada uno iba a estudiar diferentes cosas. Aníbal, Medicina en la UBA. Dio su examen de ingreso en marzo del '76, los días del Golpe. Rindieron cinco mil quinientos cincuenta y cinco (sí, 5555; por fortuna no eran 666), y superaron la prueba ochocientos. Entre ellos nuestro entrevistado, que se había preparado mucho, "era un buen estudiante desde el secundario y les he inculcado eso a mis hijos, que tienen que estudiar y preocuparse por crecer intelectualmente", remarca sentado en su sillón habitual, un martes tras finalizar la jornada vespertina de trabajo en su histórico consultorio de calle Mitre.

El primer periodo fue traumático: Rodríguez se recuerda con su blazer azul y su corbata roja del egreso secundario y un susto mayúsculo: creía que no iba a poder. Peor cuando reprobó el primer parcial, y "el monstruo" que le parecían la Facultad y la gran ciudad abría sus negras fauces justo para devorárselo, con sueños y todo.

¿Te querías volver?
- No. Pero no entendía ese mundo.

¿Y todavía ni asomaba la oftalmología en tu vida?
- Era la carrera de Medicina, para ser oftalmólogo tenés que ser médico. Yo tenía contacto con algún oftalmólogo de la ciudad, pero fui a estudiar Medicina y ver qué pasaba. Y claro, a medida que empezás a cursar, que me llevó seis meses encaminarme (fue surgiendo el interés que marcaría su vida profesional).

En ese primer semestre Aníbal "no sabía" estudiar: se pasaba "doce horas" sentado con los libros, que no le rendían en la proporción adecuada. "Estaba destruido, pero destruido".

Eras un jugador que no sabía correr la cancha: el que sabe jugar, no se 'mata' corriendo, pero usa todo lo que corre, le extrae a su esfuerzo el máximo rinde.
- Claro, claro. Tan es así que con tal de estudiar me alimentaba a medialunas, comía medialunas todo el día. Mi padre podía solventarme bien un departamento, toda mi carrera y más aún, pero como me veía así un día me llevó a un restorán chico sobre avenida Corrientes, habló con el dueño y le dijo 'vea, este es mi hijo, y va venir a almorzar todos los días'. Yo no me daba cuenta de lo que significa estar bien físicamente, psíquicamente, para afrontar la carrera. Para mí fue durísimo, terrible.

A pesar de lo empinado de la cuesta que debía escalar, un buen día empezó a subir. Se ve que le cayó bien la comida y así fue que el primer año aprobó todo en término, y lo mismo después: digirió muy bien toda la carrera. (Hoy sigue estudiando, porque la formación del médico nunca termina. Rodríguez tiene más cursos que Hamilton y Verstappen carreras ganadas, en su consultorio ya casi no quedan paredes donde colgar los diplomas de actualización.)

"Todo me gustó. Y después de hacer Clínica Médica y tres años de Guardia en el hospital Gandulfo, de Lomas d Zamora, algo que sirve muchísimo, empecé con mi especialidad", destaca con gratitud.

¿Y qué te atrajo de la oftalmología?
- Que es una especialidad limpia, y a mí me gusta estar con las manos limpias, me las debo lavar cuarenta veces por día. Me gusta estar en un ambiente climatizado; soy una persona a la que le cuesta trabajar en grupo, y esta es una especialidad que con los años se ha ido haciendo más colectiva, pero a mí siempre me pareció que en mi mundo iba a sentirme cómodo, a poder manejarlo. Y me apasionó.

Entiendo que hay ciertas condiciones necesarias para desempeñarse en tu profesión: ser pulcro, preciso, detallista.
- Y sí, esto es todo chiquito. Alguien tosco con las manos teóricamente no podría trabajar como oftalmólogo, y sin embargo puede aprender. Todos pueden. Todos tenemos condiciones innatas, y también defectos. Hay que trabajar con eso, pulirlo. A mí mi especialidad me apasionó, creo que la he ejercido con dignidad, en base a algunas premisas importantes.

¿Cuáles?
- No engañar nunca al paciente. Jamás. Entregar todo de uno cada vez, como para poder dormir tranquilo. Aceptar los errores; conocer nuestras limitaciones es fundamental, yo las conozco y sé hasta dónde puedo llegar y hasta dónde no, y sé que hay gente mucho más capacitada que yo en distintas subespecialidades.

Vos sos como un generalista de la Oftalmología, sabés un poco de todo, y hay gente que se especializa en cirugía, por ejemplo, concentra su interés en esa rama.
- Yo diría que sí. Hay gente muy capaz en este país, gente descollante en todos los niveles de la medicina, en los congresos ves profesionales del mundo y los argentinos no le envidian nada a ningún visitante extranjero. En mi profesión hay gente que hace distintas especialidades: retina, glaucoma, estrabismo. Como médicos tenemos que buscar lo mejor para el paciente, y si hay una cuestión que uno no puede manejar, derivar.

¿Y por dónde pasa la satisfacción cotidiana del oculista? En el caso de un cirujano es fácil ver que por el hecho de salvarle la vida a alguien.
- Mirá, la satisfacción de todo médico es que el paciente se cure, o al menos mejore. Y la gratitud que te entrega esa persona es un alimento fenomenal. Respeto todas las profesiones, pero el beneplácito y el cariño que recibimos los médicos dudo de que en las demás profesiones exista.

Es que ustedes trabajan con la vida, el culmen de lo sensible. La retribución para un cajero, alguien que trabaja en una oficina o tiene un comercio no ha de ser de semejante calibre emocional. Vamos con el corazón en la mano al médico, a comprar algo no (menos a pagar, ja), por más placer que nos produzca.
- Y sí. Jugamos en el plano de lo sensible. Es que si no tenés sensibilidad, no vas a convencer al paciente. ¿¿Y cuánto durás como médico si no entregás tu sensibilidad y tu pasión, cuánto?? ¿¿Cuánto vas a aguantar?? Me preguntaste al principio cómo es que todavía estoy trabajando, y te digo que tengo 67 y me recibí a las 23. Nunca paré. Venir a mi consultorio no me es un peso, vengo con alegría. Aún hoy, con todo el camino recorrido me sigue pasando lo mismo que el primer día. Me voy cuatro días a ver a mis hijos a Buenos Aires y extraño el contacto cotidiano con la gente, pero lo que me pasa a mí les pasará a todos los médicos. Y va mucho más allá del dinero.

"Con la medicina plata no se hace"

Te iba a preguntar en algún momento cuánto te interesa la plata.
- Me importa para que podamos subsistir bien mi familia y yo. Pero con la medicina, y se los digo a los que están por empezar, plata no se hace, nosotros somos empleados del sistema de Salud.

¿No? Una gran mayoría de la sociedad cree que sí.
- La gente piensa que estamos llenos de plata, y no es así.

Convengamos también que hay una diferencia, y es menos delgada de lo que puede parecer, entre vivir bien y acumular riqueza, pertenecer al mundo de los negocios grandes.
- Claro, es diferente. De lo que se trata es de vivir bien, eso sí. Hay una elite médica, podrá ser un cinco por ciento en el país, que seguramente sí hace dinero. Gente muy capacitada, que invierte mucho en muchas cosas y puede llegar a amasar riqueza, pero en general no es así. El que tiene mucho pacientes puede vivir dignamente, eso sí. Y trabajo como médico siempre vas a tener, pero para eso tenés que capacitarte y meterle horas y horas de trabajo, estamos los trescientos sesenta y cinco días del año a disposición.

Y hoy seguramente más con las redes sociales y la telefonía móvil. Seguís conectado, que es casi como seguir trabajando.
- Y sí. También depende de cada médico. A mi acá me tocan el timbre y yo los atiendo. He atendido sábados y domingos, y no lo hacés con pesar, porque me pongo del otro lado.

Vos también sos paciente.
- Y claro, voy al clínico, al cardiólogo.

Hoy decías que el médico debe convencer al paciente. Empleo otra vez una analogía futbolera, ya que a ambos nos gusta el fútbol: si el técnico no convence, el jugador no rinde.
- Totalmente. Tiene que haber una comunión. Lograrlo lleva un esfuerzo. El paciente debe confiar en su médico y a eso debés ganártelo. Tenés que hablarle con respecto, explicarle, yo le explico al paciente lo que tiene, y aunque no le gusten algunas cosas que le digo, yo apelo a la sutileza pero le digo todo. Es un proceso, no es que el tipo se sentó y a los quince minutos yo soy Messi. El vínculo se construye a través de los años, yo atiendo a algunos pacientes desde hace cuarenta. Otros no estarán conformes conmigo y lo que puedo ofrecerles y buscarán a un colega, cosa que es saludable.

Como en cualquier vínculo interpersonal, en general la confianza se construye con el tiempo, y se pierde en un instante.
- Como en la vida, viste. Es así. Eso sí que es material sensible. Se puede perder, pero lo importante es actuar convencido de que estás entregando lo mejor. Te podes equivocar, todos nos equivocamos, pero siempre tiene que haber buena fe, nunca engañar al paciente.

Una pistola cargada de futuro

Un revólver en la cabeza fue el motivo por el que Aníbal Luis Rodríguez decidió, en acuerdo con su mujer, Susana, que estaba embarazada de su primer hijo, radicarse en Bolívar. Vivían en CABA, él trabajaba "muy bien" en una clínica y su consultorio, pero no tenía ganas de jugarse la vida cada día. Y esa era la sensación que le quedó, en el cuerpo y la mente, tras el asalto en el consultorio donde realizaba su trabajo. Además, en esos días a su hermano lo robaron en el departamento donde vivía. Suficiente.

Comenzó una búsqueda frenética a través de los Círculos Médicos de diversas ciudades, y en el de acá lo atendieron "muy bien". Le dijeron que viniera, que un doctor, Arturo Fuentes, dejaba su consultorio para irse a Baires. Viajó a Bolívar a tramitar su radicación, y en el Círculo Médico otra vez lo atendieron "muy bien", en ese caso Francisco Siro Flores y Enrique Angelli. Le dieron el okey, y todo arreglado. Al toque Jorge Woycik lo llevó al hospital y enseguida fue designado para empezar formalmente.

A través de otra persona le consiguieron consultorio en la casa de Nélida Menéndez, pegado a la ex oficina de AFIP, y lo demás fue su construcción. "Las cosas se encaminaron en cuestión de días; yo no podía creer que todo se me estuviera dando de esa manera, casi sin esfuerzo", dice Aníbal, con esa clase de agradecimientos que duran para siempre. "Y si las cosas se dan así... Yo creo que la vida te va llevando".

Era la Semana Santa de 1990, abril, un bello abril para él. "Recuerdo con mucho cariño que el primer día que llego a atender, en la vereda ya estaban esperándome el señor Bonet, el señor Puñal y el señor Abosalech. Me los acuerdo con emoción; lamentablemente ya no está entre nosotros ninguno de los tres", menciona. Ah, y a Nélida Menéndez también la evoca "con mucho cariño, porque conmigo fue divina".

En esa primera jornada atendió a ocho pacientes. Suficiente para atisbar que "la rueda empezaba a andar, que había un futuro acá". A partir de ahí, "todo fue trabajar, trabajar y trabajar", y hoy también, como si el tiempo el guiñara un ojo diciéndole que siga, que todo va a estar bien.


"Las consultas virtuales son una aberración de la medicina"

"La medicina es muy difícil, eso que dicen que 'la Inteligencia Artificial va a matar a la medicina', ¡mentira!", gatilló ALR en un segmento de nuestra extensa charla en su consultorio, una tarde de martes cualquiera y cuando aún no se había sacado su impecable guardapolvos blanco tras finalizar la jornada de trabajo (¿lo tendrá pegado?) "Porque hay un costado humano, se requiere del contacto presencial. Por eso yo creo que las consultas virtuales son una aberración de la medicina. Es contra natura. En cuarto de la carrera te dicen lo que es la semiología: los distintos pasos para llegar a un diagnóstico, y el primero es un interrogatorio: tocar la paciente, palparlo, auscultarlo. Para eso hay que estar en contacto, no a través de una pantalla. Nunca lo haría ni lo haré", completó, fulminante.

Genesis, el Adiós Sui Generis y un amor 'Rojo'

En la vida de Aníbal Luis Rodríguez hay otras pasiones, incluso anteriores a su compromiso con la oftalmología. Por un lado la música, que escucha "todo el día". Genesis le parece el mejor grupo de la historia, en sus dos etapas, es decir con Peter Gabriel al frente y la posterior y más hitera, con Phil Collins como líder. Pero ama el progresivo y el sinfónico en general. Que cultiva escuchando -en vinilo, su predilecto "por la fidelidad", y cd- a Yes, Emerson Lake & Palmer, King Crimson. Como todo el que bebe de ese estilo con raíces en los setenta, dice que a él le gusta la "buena música", aunque aclara que es su opinión.

También le gustan y presta oídos y corazón a Pink Floyd, Steely Dan, The Cure, Queen, Madonna y bandas pop más actuales.

Sin embargo, el rock nacional no le es ajeno: un gran mojón de su derrotero fue el Adiós Sui Generis de 1975, "una experiencia espectacular". Viajó junto a tres amigos desde Pehuajó (aún cursaban el secundario), "en un camión que llevaba el diario Clarín, sin entradas". Llegaron justo para la segunda función en el Luna, que el dúo tuvo que agregar frente a la desbordante demanda de público. "Fue maravilloso; aún tengo la entrada de ese recital".

Además, vio a todas las gloriosas bandas de Spinetta, Pappo y García, vale decir Pescado, Invisible, Jade, La Máquina de Hacer Pájaros -asistió al concierto debut-, Serú Girán, Pappo's Blues y Riff. Una auténtica panzada con un irresistible aroma setentoso, cuando el rock comenzaba a institucionalizarse, ya viendo que no cambiaría el mundo, pero aún quedaban cosas por 'inventarse'.

Por otra vertiente de la emoción, también atesora y alimenta un amor 'Rojo': no por el comunismo sino por Independiente. Lo hizo hincha su tío, Ramón 'Mon' Alemany, con el que fue de muy pibe varias veces a la cancha hoy llamada Ricardo Enrique Bochini. Antes, a sus seis la dupla concurrió a ver un River-Independiente en el Monumental, en el que salieron 1 a 1 y el 'Pato' Pastoriza le clavó un gol al ángulo a Barisio. Fueron con la peña del 'millo', "así que no pudimos gritar el gol", se ríe.

Rodríguez también fue futbolista, estuvo a punto de debutar en la primera de KDT, uno de los equipos más fuertes de su ciudad natal. Jugaba de marcador de punta izquierdo, pero se fue a estudiar.

Le encanta el fútbol argentino, no mira las ligas inglesa, italiana ni española. Al 'Rojo' lo ve siempre, y a Boca (su hijo es del xeneize) y River "un poco, para criticarlos". Seguir los partidos de la Selección es, a su vez, un ritual sagrado que cultivan en familia.

Dentro del generoso espectro del fútbol, disfruta asimismo de los ciclos televisivos sobre el deporte que con descuidada y genuina malicia denostaba Borges (y menos mal que no vio esos programas), donde la polémica gritada es religión y que cunden a toda hora en un puñado de señales. "Todo eso es un show, y yo opino a la par de ellos", se enfervoriza de sólo decirlo.

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