COLUMNISTA. De esto y aquello

El problema de Milei es que dice tanto y a gritos, y como si estuviera por encima de todos y al cabo,confunde los sitios y dice lo que no tiene que decir; y sobre todo lo que no quieren oír los contertulios. Y la verdad, que a pesar de todo lo que digan o quieran decir, queda mal parado él y la imagen argentina. Quiero decir, que en la mayoría de los casos dice lo que no tiene que decir; y para más inri, lo dice donde no debe, y en tal circunstancia, se convierte todo en un hazmerreir. Porque elegir una reunión de economistas para hablar de sexo y sus aledaños, es más o menos como si no se hubiera dado cuenta que no era una cena entre amigos y amigas en la casa de Olivos. Y por otra parte desconozco donde está escrito que incluso cuando hablas de lo que así debe ser, no es cuestión ni de gritar ni de dictarcátedra; y sobre todo no salirse de los cauces. Y lo más curioso es que ante todos estos desplantes, en Argentina no se hable de otra cosa; y así pasa el tiempo hablando de desplantes y despistes, pero el maná no llega.

Y por si no bastare no está demás salvar el castellano, que es amplísimo y todavía no se ha dado cuenta que no sabe elegir el momento para hablar de aquello del momento en un sitio especial y sin llevarse por delante el edificio entero. Y es harto sabido que siempre elige los momentos en el sitio menos elegido. Al punto, que en Davos lo aplaudieron tres; y eran argentinos y estaban con él. Por supuesto que alguien tiene que decirlo. Pero en los sitios de importancia se dicen las cosas con cierta mesura, y no de forma altisonante que remueve conciencias para peor; porque lo que pensaban los asistentes a Davos, y con cara de pocos amigos es, y ese quien se cree que es... Y ya la hemos liado.

Y sucedió lo que tenía que suceder, que no hubo aplausos, pero sí embroncados y a otra cosa; y al día siguiente cada uno en sus cosas. Lo curioso son los despistes de las mujeres para con sus derechos que por otra parte nunca los perdieron y por lo demás se los ganaban en la práctica. Hay mucha cháchara en el asunto porque a todo se quiere dar la vuelta. Los derechos, las mujeres no los pierden en la edad cultural más rica que fue la Edad Media; y solo de alguna manera se caen un poco cuando en tiempos de la burguesía el hombre lleva a la mujer del bracete y ella va contenta; y se queda en casa porque entran dineros suficientes para vivir las familias holgadamente. Allá en lontananza la mujer de los asalariados y de poseedores de pocas tierras sale con el sol a la era a trabajar al lado del marido. Y las de arriba se asoman a las ventanas para ver quien pasa y a quien le hacen señas; y se dedican a regir destinos como reinas; y las mujeres de todos los estamentos se hacen cargo de lo mucho o poco que les toca cuando fallecen sus maridos. Que la mortalidad era alta. Hay que leer los archivos antes de hablar. O sea, que la de abajo trabajó siempre sola o junto a su marido y la de arriba se hizo cargo del peculio cuando fue necesario y ninguna estuvo nunca atada a la pata de la cama. Es en los tiempos burgueses que se convierte en adorno.

Un cosa muy interesante he visto estos días pasados con Trump haciéndose cargo de los destinos de los EEUU y es justamente que el énfasis lo ha puesto en casa y desconozco si quedará lugar para los amigos extranjeros; y para quienes dicen ser amigos. Que nunca se sabe cómo viene administrada la amistad; si a partes iguales o desiguales o a poca cosa. Que abunda de todo. Pero el problema es que no debería olvidarse de estos parajes, pues si hay algo que sobra por el mundo es el dinero. Lo que sucede es que hay demasiados escondrijos y después se olvidan donde lo han puesto. Por otra parte también puede suceder que los amigos se aparten por las maneras que usan. No se puede andar por el mundo a la manera de un cowboy bueno, presto a defender a la dama que por supuesto es viuda; y por supuesto es bonita y así es Argentina; claro que en una de esas al hombre del norte le gana el malo. Y adiós dineros.

Pero quizás lo más importante y recalcitrante en ambos lados, son sin duda, los que salieron a vociferar, llevando también algo de cordura y mucho de mesas de café, con el asunto del femicidio, que curiosamente el femicida es un asesino y el triste resultado una asesinada. Y los homosexuales pues lo son y antes se escondía y ahora salen a la calle. Y todos estos conceptos y palabras y más palabras han tejido y destejido los vínculos sociales al punto que hace años que en buena parte de las mesas donde siempre se hablaba como el momento más oportuno; ya no se habla para no dar entrada a oportunas desviaciones de las relaciones; y es que todo está prendido con alfileres.

Y no termina de solidificar. Y lo que si no tiene vueltas y menos entre personajes que trabajan con la palabra y las frases que ellas hacen son los escritores. Y también deben saber que la cultura es un todo y lo es para que todos vivan mejor y no para ponerse a rabiar ahora después del invento Y sin embargo hemos votado todos para salir de aquellos que dieron el okey para todas estas confusiones conceptuales. Y ahora con todos estos entuertos todavía sin curación, aparece un señor de derecha que confunde gordura con hinchazón. Pero los asesinos asesinan y aparecen asesinados o asesinadas.