25 de enero de 2025

EDITORIAL

EDITORIAL. El riesgo de la desinformación y el peligro de atentar discursivamente contra los medios

El Presidente de la Nación, desde que asumió su cargo, emprendió una suerte de batalla contra los medios de prensa, a quienes califica como el enemigo a vencer y a quienes le endilga buena parte de la totalidad de los males que padece el país. Es necesario elevar una voz de alerta.

por
Víctor Agustín Cabreros

Un segundo informe publicado por el Foro de Davos identifica cinco riesgos clave para la economía global en 2025, dice una información que, entre otros medios, publicó Infobae

Ellos son:

Conflictos armados: las guerras en regiones como Ucrania, Medio Oriente y Sudán son consideradas la mayor amenaza, afectando las cadenas de suministro y generando incrementos en los precios de la energía.

Eventos climáticos extremos: fenómenos como inundaciones e incendios forestales, exacerbados por el uso intensivo de combustibles fósiles, impactan negativamente en la infraestructura y los recursos naturales.

Confrontaciones geoeconómicas: el aumento del proteccionismo, con guerras comerciales y aranceles, podría desestabilizar la cooperación internacional y frenar el crecimiento global.

Desinformación: la propagación de información falsa, que afecta la cohesión social y debilita la confianza en las instituciones, es vista como un desafío emergente que complica la comunicación entre gobiernos y sociedades.

Polarización social: la creciente desigualdad y la erosión de la confianza institucional dificultan la implementación de políticas públicas y amenazan la estabilidad de las sociedades.

Permítame el lector detenerme en el análisis del cuarto de los puntos consignados por el importante cónclave económico mundial que, entre otros actores, contó con la participación del Presidente de la Nación Javier Milei.

Los popes de la economía del mundo ponen a la desinformación a la altura de las guerras como factores de riesgo que comprometerán el desarrollo de los países y, consecuentemente, la prosperidad de sus pueblos.

Pareciera ser esta una verdad aceptada pacíficamente, incluso por nuestro propio Presidente de la Nación quien, desde que asumió su cargo, emprendió una suerte de batalla contra los medios de prensa, a quienes califica como el enemigo a vencer y a quienes le endilga buena parte de la totalidad de los males que padece el país.

La pregunta inmediata que surge es ¿cómo se pretende, o cómo pretende el gobierno nacional actual, combatir la desinformación?, toda vez que, se supone, acepta esa premisa analizada y estudiada por el Foro de Davos. ¿Supondrá que, una vez desaparecido el último medio "enemigo", las redes sociales se ocuparán del fenómeno? ¿Que los periodistas serán reemplazados por los influencers y estos últimos se transformarán en las voces de la credibilidad?

Hay una profunda contradicción entre aquel postulado esgrimido por Davos y el tratamiento que los medios de prensa están recibiendo, al menos en Argentina. Y que va mucho más allá del levantamiento de las pautas publicitarias oficiales, en una medida que al menos este columnista comprende como parte de la emergencia y como una inevitable acción tendiente a depurar lo que, a todas luces, merecía tal zarandeo. Lo que resulta inaceptable es la descalificación permanente, la identificación del periodismo y sus actores con lo abyecto, las adjetivaciones tendientes a generar el rechazo y a poner en dudas su trabajo.

Pretenden estas pocas líneas elevar una voz de alerta, aunque sea desde este mínimo medio de prensa hiperlocal, que no será escuchada (claro está) por los que mandan y mucho menos tenida en cuenta. Pero es preciso que quienes ejercemos el periodismo con vocación y lo entendemos ante todo como un acto de servicio lo vayamos poniendo en claro, enfatizando el compromiso por la búsqueda de la verdad, que no es una pretensión grandilocuente y ofreciéndonos, como lo hemos hecho siempre, como humildes servidores en la lucha contra la desinformación.


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