27 de julio de 2020
Santiago González tiene un plan: al revés que tantxs, primero ahondará en su interior para ver “qué hay para comunicar”, y luego se lanzará a la aventura de presentarle al mundo sus canciones. En eso anda el guitarrista y cantante bolivarense, mientras se cultiva en cuarentena con su menú predilecto de este tiempo raro: la fusión de jazz y funk. Buscar para después salir, es su modo de existir.
“Zona de promesas (cover). En esta entrega, y aprovechando el resurgimiento escalonado de la cuarentena, les traigo una canción cuya letra supo acompañar los momentos más difíciles del encierro. La verdad es que acá estamos, volviendo de a poco a la normalidad, hecho que confirma la grandeza del gran Gustavo Cerati cuando dijo: "Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa..."
“Aprovecho para remarcar que mucho del sonido que llega a ustedes fue logrado gracias al guía Bernardo Villanueva con quien estoy tomando clases de producción musical, las cuales recomiendo muchísimo”.
Quien explica esto a los usuarios del facebook no es otro que Santiago González, músico vernáculo radicado en La Plata.

A principios de mes publicó en YouTube y sus redes sociales su primer tema solista, compuesto durante el aislamiento. Del Brasil, una amalgama entre la bossa nova y un Jorge Drexler de atardecer.
El video que acompaña “tiene clips intercalados de una salida al supermercado y de mí grabando las voces”, informa el autor, para abajo postear la letra de la canción.
“En el pasado he sacado canciones con diferentes personas pero hoy voy con algo más personal y que se sale un poco de lo que estoy acostumbrado a componer”, da pistas el cantante y guitarrista, de inquietos 22 años.
Días antes, había subido una versión de Shape of You, de Ed Sheeran, en la que se carga en hombros la voz, los coros, la guitarra, el teclado y la percusión.
Y a fines de junio, su versión de Seminare, el himno de Serú Girán, en voz, piano, batería, guitarras y bajo.
Hace cinco años, muchos te conocimos en Bolívar como intérprete de hard rock al frente de bandas que curtían ese estilo en su vertiente argentina. Hoy cultivás un plan muy diferente, más reposado y minimalista. ¿Qué pasó en el medio?
- Tuve varios grupos en Bolívar de hard rock nacional, con mucha influencia de Pappo y Divididos. Pero cuando me vine a La Plata, empecé a estudiar en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, y encontré un mundo de posibilidades a la hora de componer y arreglar canciones, especialmente. Gracias a haber estudiado jazz. Eso te abre el abanico, te muestra que hay muchísimas posibilidades, muchísimas elecciones tonales, de matices y de texturas que enriquecen la experiencia. A mí me pasó que me fui abriendo a más cosas. Y una vez que estudié el abanico fui cerrándome en el embudo para poder llegar a la gente. La música compleja tiene una dificultad para llegar, entonces quise primero atraer al público para luego quizá empezar a mostrar lo más profundo que puedo hacer. De ahí vienen los posteos de todas estas canciones conocidas, que me sirven de anzuelo para ofrecer mi música a muchas personas.
O sea que se viene una etapa jazzera.
- Estudié el jazz con mucha profundidad, si bien no he tenido la chance de hacerlo formalmente, cosa que está en mis planes. Me gusta la opción de funk y jazz, siento que quiero ir por ahí. Pero para llegar a eso es necesario recurrir antes a lo que la gente conoce, lo que le es más ameno. Me encantan esos dos géneros, combinan lo mejor del mundo rítmico (funk) y lo mejor del mundo armónico (jazz). Al menos a mí, esa combinación se me hace muy placentera de escuchar. El funk tiene mucha gracia, mucha onda, y le jazz te da esas posibilidades armónicas que como amante de la música me atraen muchísimo.
En la Escuela de Avellaneda Santiago cursó guitarra. Completó el FOBA (Formación Básica), y ahora no está yendo. En cambio estudia canto, y producción musical con el bolivarense Bernardo ‘Pepo’ Villanueva, que además de profesional en la materia es músico como él.
Además estás componiendo…
- Claro. Aunque ya había compuesto temas hace mucho. El primero que hice está en Youtube, se llama Picatheus, lo tocábamos con La Cornisa en 2009. Desde ese entonces ha evolucionado mucho mi forma, me he ido como decías hacia el lado más tranquilo y relajado, porque es lo que me gusta escuchar hoy. Quizá mañana, si mi estado de ánimo y mis gustos son distintos, la música será otra.
Para cuando la pandemia se aburra de mordernos, Santiago planea salir al ruedo en plan solista, un rumbo que ya venía construyendo en bares y reductos de La Plata, y retomar la senda con la banda Dart, con la que en enero tocó en San Carlos de Bolívar, en La Vizcaína. Pero especialmente, con o sin pandemia, le interesa “seguir estudiando canto, y producción musical con ‘Pepo’ Villanueva”. Ha invertido estos últimos años en conocer “la guitarra como instrumento, la armonía, la teoría, y quizá llegó la hora de sentarse a componer”, analiza en charla telefónica con el diario desde la ‘ciudad de las diagonales’.
Mucho jazz y funk y nada de hard, el estilo que le “enseñó, ilustró e influyó”, pero que ya no le interesa tocar (ver aparte).
Todo un viaje interior para recién después salir a la aventura exterior.
- Primero buscar adentro mío todo ese material que está ahí guardado y quiere aparecer como canciones. Después sí salir a presentárselas al mundo. Pero primero buscar adentro qué hay para comunicar.
Chino Castro
¿Dónde quedó el hard rock que hacías en tus comienzos? ¿Es una añoranza de una época ya lejana, o conserva alguna centralidad?
-Es una añoranza, la de ser la música con la que me crie. Mi papá es muy amante de Led Zeppelin, de toda esa época (principios y mediados de los setenta, hasta el advenimiento del punk y la música disco). Fue muy fan de Jethro Tull, de Iron Maiden, bandas pesadas. Yo absorbí eso con cariño, pero creo que debemos ser conscientes de que todo va mutando en el mundo de la música y si bien el hard rock sigue teniendo mucho público y presencia, no sé si es el lugar al que ir. Me cuesta decirlo porque amo el rock, pero hay que adaptarse a lo que viene y el rock ya no pisa tan fuerte como ayer. No quiere decir que sea un género muerto o menos válido, pero en mí queda como la música que me enseñó, ilustró e influyó. Hoy no me interesa hacer rock pesado.
Ya no te motiva arrancarle la cabeza a nadie sino conmover desde otro lugar.
- Es así. Yo quería en su momento romperle la cabeza a la gente. Ir a recitales de Divididos y salir con la cabeza partida al medio era hermoso. Ahí fue que me dije “yo quiero hacerle eso a la gente”. Hoy quiero conmover desde otro lado, con algo un poco más cálido, que entre al oído con un poco más de sutileza. La distorsión de la guitarra se ha usado tanto que me ha distorsionado a mí, quizá. Pero si mañana reviven en mi interior las ganas de tocar rock pesado (aclara que nunca llegó al heavy metal), lo abrazaré como lo que es: un género genial y con mucha carga emocional.
“Hoy me representa algo relajado, y que se inspira mucho, o quiero pensar que se inspira mucho, en el disco Artaud (Spinetta, 1973), una fuente infinita”, describe González. Una obra que “es una caricia”, si bien “tiene sus cositas pesadas”. Un álbum que “no envejece ni pierde misterio”, allende su gran popularidad, que por esas típicas burlas del destino experimentó un inesperado incremento al llegar a nuevos ámbitos y oyentes tras el fallecimiento de Luis. Un iluminado collar de canciones que siguen siendo difíciles de clasificar e incluso de asimilar, como si le rindieran homenaje ad infinitum a aquella tapa hexagonal del vinilo original, que se caía de las bateas porteñas y sacaba canas verdes a los disqueros.
“La forma en la que te abraza ese disco es lo que quiero lograr. Salvando las distancias, obviamente”, define.
Dejando atrás los confines argentos, a Santiago le “encantaría” amasar algo que “se acercara a los sonidos del británico Tom Misch. Es tan cálido, tan acogedor, que da mucho placer escucharlo. Se centra mucho en la guitarra, lo que me hace sentir identificado”.
En estas increíbles semanas también escucha “mucho” a Amy Winehouse y a Stevie Wonder, “el abc del funk”, alguien que “en ese sentido no envejece”.
Y un par de bandas menos conocidas.
De regreso a Sudamérica, su preferido de la hora es Jorge Drexler. Le interesa su modo de componer. “Su mensaje se entiende y la armonía lo acompaña bien”, destaca la síntesis de uno de los más originales trovadores de este ‘barrio’ del mundo de los últimos veinticinco años.
Sin embargo, “saco de todos lados, no me interesa catalogarme”, o, dicho de otro modo, le interesa no catalogarse.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
NEURODIVERSIDAD Y MÚSICA INFANTIL
"Tiringuntingos" estrena su primera álbum.