5 de julio de 2019

Información General

Información General. La poesía que te salva

Hace una semana se publicó “Hasta tu sonrisa siempre”, el libro que el periodista Chino Castro escribió sobre la historia del bolivarense caído en Malvinas, Horacio José Echave.


Pasados unos días de esa presentación escribió Analía, la hermana de Horacio José: “no pude parar de leerlo, me gustó mucho el libro”. Se trata del primer libro de Castro, escrito en un registro que él mismo define como “a mitad de camino entre lo que hago siempre (periodismo) y la poesía”. Como Paco Ibañez, cree que la poesía te salva y es un arma cargada de futuro.


En la entrevista con La Mañana, el Chino cuenta un poco acerca de la experiencia de escribir el libro en muy poco tiempo, de conocer a la familia del soldado Echave, acerca de la importancia de construir la memoria y los derechos humanos y también, de alguna forma, acerca de resignificar Malvinas (esa herida que no para de sangrar).


“Hasta tu sonrisa siempre” es otra forma de hacer periodismo, diferente de lo que hacés todos los días, que es escribir para un diario…


-Creo que se podría ver como un libro que está a la mitad de lo que hago todos los días y del libro de poesía, porque es un libro con un enfoque periodístico en el sentido de cómo trabajé, pero a la vez con una ambición poética. Una ambición poética no buscada, no es que me lo propuse al empezar a escribir pero eso fue apareciendo solo y celebro que sea así porque creo que la poesía me salvó. La poesía en el arte es lo que te salva del panfleto o del manifiesto, en lo que yo no quisiera caer. Me parece siempre un peligro latente caer en el panfleto o en el manifiesto…


Sobre todo en tu tema como éste, el de Malvinas…


… sobre todo cuando uno tiene una visión política de las cosas y uno quiere que esa mirada política esté. Pero a la vez no quiero caer en un panfleto, por eso hay un intento de mantener un equilibrio ahí. Así que la ambición poética apareció y por suerte apareció, porque a la vez hubiera sido un enchastre que surgiera de entrada.


Se podría decir que fue un acierto de la Dirección de Derechos Humanos haberte encomendado este trabajo a vos, que tenés una dimensión poética insoslayable en todos tus escritos, aun en los periodísticos de todos los días…


-Creo que contar estrictamente lo que está sucediendo a mí me aburre. De esto me dí cuenta con el tiempo, no es que fue un planteo inicial. No es que dije: me aburro, voy a ir por un costadito. A veces me veo yendo por un costado, pero es más para escapar de una cosa que a mí me produciría tedio. Si a mí no me desacomoda, no me provoca algo, no me interesa contar nada. Eso fue apareciendo en el periodismo con el tiempo y después se convirtió en un tic. Ahora sí me doy cuenta. Por eso a veces me voy en un detalle, me voy y después vuelvo. Suele ser un poco errática esa manera que tengo de escribir en el periodismo y en este caso no había que ser errático, no había que ser irónico pero sí había que contar sin ser plano, chato. Porque la verdad es que si a mí me aburría, lo más probable es que aburriera al lector. A mí me tiene que estar pasando algo cuando lo estoy escribiendo. Me tiene que entretener a pesar de lo doloroso.


¿Qué sentiste cuando te propusieron hacer el libro?


-Lo que sentí al principio, cuando Marianela (Zanassi, directora de Derechos Humanos) me lo propuso, fue una mezcla de alegría, hasta un cierto orgullo, te diría. No quiero ser ni pedante ni caer en falsas modestias. Después, un sentimiento de una gran responsabilidad de contar esa historia, porque enseguida vi que la historia de Horacio Echave era algo que no estaba y que tiene que estar. Ahí me parece que coincidimos todos. Derechos Humanos tuvo la idea de hacer una reparación a la memoria y entonces digo: me están encargando algo que es muy serio. Esto era especialmente serio.


Los bolivarenses pasamos muchos años sin saber que uno de los nuestros había muerto en Malvinas y de pronto entonces, había que hacer un homenaje que perdure y que circule.


-Si, además que ya había un libro que está muy bien, que cuenta la historia de los 6 bolivarenses que volvieron –por suerte- pero no había nada escrito sobre Horacio José Echave. Claramente eso faltaba, como faltarán tantas otras historias, no? Entonces cuando me lo propusieron dije ´qué bueno es este proyecto´. Más allá de que me lo hayan propuesto a mí, creo que es muy buena la idea de hacer un libro, qué buena intervención la del área de Derechos Humanos y también cuán necesaria es esta área. Muchos la valoramos, estamos a favor de que exista… no existió siempre, existe ahora. Y tampoco está asegurado que exista siempre, por eso hay que defenderla.


No sabías nada de Horacio Echave, ni de su familia. ¿Con qué te encontraste en Lobos?


-No sabía nada, nada. Marianela me había contado que ella estableció un buen vínculo con la madre de Echave, con Nélida Ester y por tanto yo suponía que estaría de acuerdo con el proyecto, pero era sólo una suposición. Lo primero que me encontré fue con una muy buena predisposición tanto de la madre como de Analía, una de las hermanas, si esto fuera tele diríamos que fue productora. Eso fue lo primero que encontré y fue fundamental porque sin eso no habría libro.


A mí no me conocían, no me habían visto en su vida ni sabían quién era yo. Sin embargo, ya desde la primera vez me estaban esperando con fotos, con documentos, y de entrada se pusieron del lado del proyecto. Todo lo que hacían y decían revelaba que les gustaba muchísimo que la historia de Horacio quedara plasmada en un libro.


Después, tuve mucha colaboración de parte de Analía en primer lugar, porque ella persuadió a mucha gente hablara para el libro.


Lograste muy buenos testimonios…


-En gran parte, todo lo armó ella. Y la gente que fuimos a ver mostró apertura, colaboración, gente dispuesta a contar y a volcar su idea y que quedara plasmada la esencia de Horacio, que era un tipo con buena disposición siempre, alguien positivo.


Era chiquito además… En nuestra construcción aparece con las diferentes dimensiones que le da haber sido soldado, héroe, combatiente, pero era apenas un pibe…


-Sí, un pibe que no eligió la guerra. El no había elegido la carrera militar, ni siquiera había elegido el servicio militar, porque éste era obligatorio. Lo enviaron a la guerra, pero si uno lee las cartas que enviaba desde Malvinas, él dice en alguna: “no veo la hora de volver para abrazarlos a todos” o “ hay veces que me despierto pensando que estoy en mi  cama y cuando miro para arriba y veo el techo de la carpa me agarra una amargura todo el día”. Su hermana Analía analiza que cuándo él mismo se da cuenta que está desviando la carta hacia la tristeza, cambia el tono, como buscando no preocupar a su familia. Cambia el tono y sale con alguna anécdota o algo así.


El día que se fue, tras su último almuerzo en familia, se abrazaba mil veces a su padre y lloraba. El no quería ir a la guerra. Después, puede haber testimonios que indican que aún allá en la guerra, no perdió la sonrisa, pero no lo eligió. Creo que también después no le queda otra que sacar pecho para darle sentido a eso que está pasando. Te tenés que levantar, empuñar un fusil, salir a matar, evitar que te maten. En el caso de los soldados argentinos salir a cazar un cordero porque no había comida…


Seguramente tampoco eran conscientes del nivel del Ejército en el que estaban peleando…


-No, seguro. Angel Moyano, que compartió la guerra con Horacio, cuenta que durante el mes de abril estaban incluso alegres, porque no sabían para qué estaban allá. Haciendo trincheras, pozos de zorros, no sabían nada, si lo ingleses venían, si no venían, en qué iba a consistir el supuesto desembarco. No sabían, eran pibes de 18 años en una especie de aventura, todavía sin pólvora. Cierto de grado de inconsciencia perduró incluso después de la pólvora. Algo así como no llegar a entender qué fue todo eso.


¿Qué te gustaría que te pase con Hasta tu sonrisa siempre”?


-A mí me gustaría que el libro sea leído, que guste, a pesar de que la historia que está contada es triste. También tiene que haber un matiz de alegría, como brisas refrescantes de alegría en el libro porque estamos hablando de un pibe que fue alegre. Y si todos te dicen que era alegre, que sonreía todo el tiempo, que aportaba en las fiestas porque siempre algo hacía, lo dicen todos, eso tiene que estar reflejado en el libro, sino será una pintura pobre e imprecisa de quien se está pintando. Por eso deseo que el libro guste. Y ojalá que a la familia le lleve algo de calma”.


D.R

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